Un aerogenerador para cargar celulares, la elaboración de un aislador térmico ecológico y la utilización de un panel solar, sumado a un diagnóstico sobre el uso energético de la institución, fue lo que llevó a estudiantes de primer año de ciclo básico y a algunos compañeros de Formación Profesional Básica (FPB) de la UTU de Malvín Norte a recibir el primer premio del concurso de Eficiencia Energética del Ministerio de Industria, Energía y Minería (MIEM). Los estudiantes podrían hacer muchas cosas después de clase, pero, durante más de cinco meses, decidieron quedarse después de que sonara el último timbre, para continuar el trabajo que hacían en el taller de tecnología: “No sólo nos quedamos porque nos gusta y está bueno aprender; también buscamos hacer un bien por el mundo en que vivimos”, dijo a la diaria Eduardo, de 13 años, mientras mostraba orgulloso el molino de viento.
Valentín Martínez es el profesor del taller de tecnología y quien les propuso a los estudiantes participar en el concurso del MIEM, luego de aquilatar su interés en el tema. Partieron de un diagnóstico del uso energético de la escuela: cuántas luces quedaban prendidas cuando no había nadie, la cantidad de computadoras que estaban enchufadas, la energía que consumían las herramientas de los talleres, y los vidrios o puertas rotas que dejaban escapar el calor en invierno. Cuando constataron que había muchas cosas por mejorar, comenzaron a trabajar en varias líneas de acción paralelas, concentradas en el club de ciencias Investigadores Tecnológicos, que fue reconocido en la feria departamental realizada en agosto.
Parados frente a su colorida presentación, los estudiantes de primer año C explicaron entusiasmados su proyecto. Luca, de 12 años, fue el primero en tomar la palabra: “Uno de nuestros proyectos fue hacer un material aislante térmico que iría entre la placa de yeso y la pared de ladrillos. Está hecho con 20 bolsas de nailon que encontramos en la UTU, aunque nuestra idea es salir a las calles y agarrar las bolsas que la gente deja en la naturaleza, porque matan animales y aumentan el efecto invernadero”. Su compañera Priscila continuó: “Obtuvimos las bolsas, las limpiamos y realizamos el tratamiento térmico compensado. Para eso utilizamos una estufa eléctrica, y colocamos sobre ella un cartón que sostenía un picadillo de distintas bolsas, después lo tapamos con otro cartón y lo fuimos dando vuelta como un sándwich para que agarrara calor y se fuera derritiendo. Después dejamos secar y recortamos. Además, para probar que funciona medimos la temperatura de una caja con el aislante, y constatamos que bajaba muy despacito”.
El molino de viento llegó después y se convirtió en el proyecto más ambicioso de este año. Los estudiantes cortaron y lijaron las aspas, construyeron un generador en base a una bomba de agua de lavadora, le hicieron un trabajo interno de electrónica y ensamblaron todo para poder colocarlo en el techo de la UTU y que con esa energía se pudieran cargar celulares, comentó en diálogo con la diaria el docente de tecnología. Eduardo detalló el porqué de este molino: “La idea era poder cargar los celulares ahí, para que no siempre tengamos que hacerlo a la corriente, porque siempre alguna persona deja enchufado un cargador, eso sigue consumiendo aunque no se use y es malo para el ambiente”.
La tercera línea en la que avanzaron los jóvenes fue la utilización de un panel solar que la UTU compró con su presupuesto anual, una decisión que no sólo acompaña el proyecto estudiantil, sino que busca cambiar la matriz energética de la escuela. Pablo, de 14 años, comentó: “El panel sirve para generar energía. Cuando en la UTU no hay nadie, las luces siguen prendidas y es un gasto. Con los paneles solares la energía que se usa es renovable. Eso ayuda al mundo y permite que no gastemos plata”.
Paralelo a la construcción y aplicación de estos elementos, los estudiantes decidieron hacer una campaña de concientización en la UTU para buscar cambiar algunos hábitos contaminantes. Eduardo aclaró: “Antes, las luces estaban continuamente prendidas, había poca gente que las apagaba. Con los carteles hicimos que empezaran a tomar más conciencia, que se dieran cuenta de que no sólo es un daño al planeta, también es un gran gasto para la UTU y es dinero que se podría usar en otra cosa”.
En equipo
En este proyecto participaron varios docentes de diferentes materias. Natalia, profesora de Idioma Español, explicó a la diaria que durante sus horas de clase logró unir la currícula de primero con la redacción del proyecto. Asimismo, los chiquilines trabajaron junto a ella en la elaboración de una revista escolar que da cuenta de las distintas investigaciones que hicieron para llegar a los resultados finales, en la que también participó la materia Dibujo en el diseño de varias portadas de ese número, de las que eligieron la definitiva.
Según Martínez, “el trabajo de coordinación es la espina dorsal de la UTU”, ya que los profesores se reúnen una vez por semana para evaluar el progreso de cada estudiante y ayudarlos en su aprendizaje. “La materia de tecnología es transversal a las otras. Buscamos que se pueda englobar y dar sentido a los contenidos mediante los proyectos, y esto genera mucho entusiasmo en los estudiantes, los ayuda a visualizar qué están estudiando”, añadió.
Más de 50 estudiantes y 18 funcionarios, entre docentes y no docentes, trabajaron para colaborar de distintas formas. A los más pequeños a veces les resultaba difícil trabajar con los más grandes, pero al final se resolvía bien. El profesor de Tecnología comentó que esas instancias de intercambio con compañeros de otros grados también sirvieron para trabajar en técnicas de resolución de conflictos, por lo que el proyecto excedió en mucho lo relacionado a energías renovables. También participaron los estudiantes de FPB de Electricidad y de Informática, y tuvieron contacto con estudiantes de instituciones de Australia, Estados Unidos, Finlandia, Holanda y Nueva Zelanda, mediante la Red Global de Aprendizajes.
Para terminar un año de éxitos, los estudiantes de la UTU de Malvín Norte proyectan más y mejores ideas para 2018. Sus planes son seguir trabajando sobre las energías renovables y la utilización eficiente de los recursos con nuevos proyectos y la continuación de los que ya iniciaron con el club de ciencias. Priscila está segura: “El año que viene vamos a hacer cosas mucho más grandes”.