El gobierno de Benjamin Netanyahu recibió una buena noticia en el plano internacional con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, pero dentro de las fronteras israelíes el escenario se le presenta bastante adverso, al punto de que hay quienes ponen en duda su continuidad.

Uno de los principales dilemas para Netanyahu es el fraccionamiento de la derecha israelí a partir del crecimiento de Hogar Judío, el partido del nacionalista Naftali Bennett, que se opone a la existencia de un Estado palestino y defiende la colonización parcial de Cisjordania. Netanyahu ha impulsado con ahínco las colonias en territorio ocupado, pero oficialmente sigue defendiendo la solución de los dos estados. Como integrante de la coalición de gobierno, Hogar Judío ha empujado al Ejecutivo cada vez más hacia la derecha nacionalista. Por ejemplo, el gobierno de Netanyahu está impulsando por primera vez un proyecto de ley para declarar legales, de forma retroactiva, a las colonias que están construidas en terrenos privados del territorio ocupado.

El primer ministro le ha interpuesto pocos obstáculos a Bennett, pero sus políticas se han cruzado con fallos adversos del Tribunal Supremo, cuyas órdenes el primer ministro está obligado a cumplir. En entrevistas y columnas, varios analistas políticos israelíes han señalado que esta situación deriva en que Bennett aparezca como el real defensor de un sector de los israelíes y Netanyahu como un “traidor”, por lo que la popularidad del primero aumenta y, concomitantemente, cae la del segundo.

En este contexto se produjo ayer el desalojo de Amona. Construida en 1995, es una de las colonias más antiguas en las colinas de Cisjordania, donde el gobierno israelí de entonces fomentó la construcción, aunque no se contara con autorización, con la esperanza de que pasaran a ser legales. Lo que impidió que eso sucediera fue que la colonia fue levantada en un terreno privado, por lo que fue considerada ilegal por la Justicia israelí, a diferencia de otras, que son consideradas ilegales por la comunidad internacional y legales por Israel. Parte de la construcción fue destruida por la Policía en 2006, y las imágenes de los enfrentamientos entre la Policía y los colonos y activistas fueron similares a las que se produjeron ayer. La diferencia, señala el subdirector del periódico Jerusalem Post, Tovah Lazaroff, es que en 2006 la orden fue emitida por el gobierno de Kadima, partido considerado de centro, y en 2017 por el Likud, de derecha.

“De las ruinas de Amona construiremos un nuevo asentamiento. De sus ruinas levantaremos jardines de infantes en toda Judea y Samaria [la denominación bíblica de Cisjordania]. El proyecto de ley para reglamentar las colonias, que se aprobará la próxima semana, pondrá fin a los desplazamientos ordenados por los tribunales judiciales”, aseguró ayer Bennett, en un encendido discurso ante la Knesset, el parlamento israelí. En la misma línea, un rabino representante de los sectores más nacionalistas judíos, Haim Druckman, fue a Amona a respaldar a los colonos y acusó a los tribunales de seguir las órdenes de “la minoría de izquierda”. Además, Druckman planteó: “Si alguien reclama las tierras en las que se construyeron las torres Azrieli en Tel Aviv, ¿los tribunales dirán ‘derrumben esas torres’?”. “Esta tierra es nuestra y siempre va a ser nuestra”, agregó.

Druckman podría estar haciendo referencia a la organización civil Yesh Din, que suele recurrir a la Justicia en representación de palestinos para que estos exijan el respeto a sus derechos. Esto volvió a dar sus frutos ayer, cuando el Tribunal Supremo emitió un nuevo fallo contrario a los intereses del gobierno de Netanyahu. El Ejecutivo había llegado a un acuerdo con los residentes de Amona para trasladarlos a una parcela cercana, también en territorio ocupado, pero el propietario palestino de ese terreno, con la ayuda de Yesh Din, recurrió a la Justicia. Hace dos semanas, el máximo órgano judicial de Israel había ordenado al gobierno que se inhibiera de construir en ese terreno mientras no contara con el aval judicial, y ayer le prohibió continuar con ese plan, ya que -al igual que en el caso de Amona- la construcción en territorio privado palestino es ilegal.

El gobierno ya se comprometió a buscar un lugar en las inmediaciones para radicar a los colonos de Amona. Esto se suma a otro desafío que deberá enfrentar Netanyahu la semana que viene: el desalojo de nueve casas en otra colonia declarada ilegal por la Justicia, la de Ofra. En ese caso también se espera que la evacuación se lleve a cabo por la fuerza.