En su fugaz pasaje por Itamaraty, Serra intentó desarmar la política internacional diseñada por los gobiernos anteriores y procuró un acercamiento con Estados Unidos y los gobiernos conservadores de la región, en especial con el argentino. Serra llegó al cargo después de ser el principal impulsor dentro del PSDB de la alianza con el gobierno de Temer y su Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Asumió con fuerza y promovió que el ministerio criticara públicamente a los países que calificaran de “golpe parlamentario” el proceso que terminó en la destitución de Dilma Rousseff, e incluso hubo llamados a consultas de algunos embajadores.

Además, Serra dejó claro desde el principio que no le preocupaba aumentar la tensión con Venezuela, a tal punto que en la relación bilateral ambos países llegaron a retirar a sus embajadores durante un tiempo. En este período, Brasil impulsó en la región la suspensión de Venezuela en distintos organismos, especialmente en el Mercosur, donde la logró. Como contrapartida, Serra se proponía generar un acercamiento con Estados Unidos, algo que se había perdido con los gobiernos del Partido de los Trabajadores. Pero sus gestiones no tuvieron mucho destaque y no hubo un gran acercamiento.

El papel de Serra se fue difuminando. Continuó con viajes, giras y algunos anuncios de acuerdos comerciales menores, pero no obtuvo logros destacados durante los nueve meses que lideró la cancillería. En paralelo, aparecieron algunos errores. En una entrevista en video no pudo listar a los países que integran el BRICS junto a Brasil (Rusia, India, China y Sudáfrica); durante la campaña electoral de Estados Unidos dijo que “sería una pesadilla” si Donald Trump ganara las elecciones -tal como después lo hizo-; y mientras estaba de visita en México quiso hacerle un chiste a la canciller, Claudia Ruiz Massieu, que generó rechazo en Brasil: “Debo decirle que para los políticos de Brasil, México es un peligro, porque aquí casi la mitad de los senadores son mujeres”, dijo.

Serra, de 74 años, renunció por sus problemas de salud, después de haber sido operado de columna y de que los médicos le ordenaran abandonar los viajes internacionales y hacer una fisioterapia intensiva durante cuatro meses, empezando en febrero. Según fuentes consultadas por medios brasileños, sufre dolores fuertes. Su reciente viaje a Alemania, el primero después de la operación de diciembre, fue una prueba para ver si estaba en condiciones de permanecer en el cargo, informó el diario O Estado de São Paulo. Pese a su condición de salud, Serra no pidió licencia en el Senado, como se preveía, y ya retomó su banca, desde la que se propone impulsar los proyectos del gobierno, según dijo a Temer en su carta de dimisión.

Su renuncia sorprendió al presidente y al partido de Serra, que ahora busca un sustituto para el cargo. El nombre que más sonó al principio fue el del senador Aloysio Nunes, que fue candidato a vicepresidente del PSDB y presidió la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado hasta que fue designado jefe de la bancada oficialista en esa cámara, en julio. Sin embargo, Nunes aseguró que no fue consultado para ocupar el cargo y que no lo será. “Me gusta el trabajo que estoy haciendo”, agregó.

Por su parte, el PMDB ya encontró un sustituto, pero para otro cargo en el gabinete. El diputado de ese partido Osmar Serraglio fue elegido ministro de Justicia, puesto que dejó vacante Alexandre de Moraes al ingresar al Supremo Tribunal Federal. Serraglio es abogado y es un diputado aliado, entre otros, del ex presiente de la Cámara de Diputados Eduardo Cunha. Fue uno de los primeros integrantes del PMDB en promover que el partido saliera del gobierno de Rousseff, y votó a favor de la destitución de la ex mandataria.