Los países que integran la UE conmemoraron las seis décadas del bloque en el mismo salón del Campidoglio -la sede del ayuntamiento de Roma-, en el que en 1957 nació el proyecto comunitario. Allí, los 27 miembros y los presidentes del Consejo Europeo, Donald Tusk; de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, y de la Eurocámara, Antonio Tajani, firmaron la llamada “Declaración de Roma” en la que reafirman su voluntad de seguir avanzando juntos.

“Actuaremos juntos, a distintos ritmos y con distinta intensidad cuando sea necesario, mientras avanzamos en la misma dirección, como hemos hecho en el pasado, de conformidad con los tratados y manteniendo la puerta abierta a quienes quieran unirse más adelante. Nuestra Unión es indivisa e indivisible”, dice el texto de 1.000 palabras.

A la vez, hace referencia a los “retos sin precedentes” a los que se enfrenta el bloque, una lista que incluye “conflictos regionales, terrorismo, presiones migratorias crecientes, proteccionismo y desigualdades sociales y económicas”. Pero también recuerda con “orgullo” sus logros, en especial la construcción de una UE “única con instituciones comunes y valores firmes, una comunidad de paz, libertad, democracia, derechos humanos y Estado de derecho, un importante poder económico con niveles de protección social y bienestar sin precedentes”. La Declaración de Roma, además, define los ámbitos a los que la UE dará prioridad en la próxima década. “En los diez próximos años queremos una Unión más segura y protegida, próspera, competitiva, sostenible y socialmente responsable, que tenga la voluntad y la capacidad de desempeñar un papel fundamental en el mundo y de modelar la globalización”, se lee en el texto. Los firmantes abogaron por una UE “en la que todos los ciudadanos se sientan seguros y puedan circular libremente”, y también por una Europa “más fuerte en la escena mundial”, que “promueva el comercio libre y justo y una política climática mundial positiva”.

En sus discursos del sábado, los líderes hablaron a partir de este optimismo. En ningún momento mencionaron el impacto que tendrá en el bloque el brexit -que el miércoles será formalizado por la primera ministra británica, Theresa May-, la ola de ultranacionalismos que amenaza a la unidad del bloque o cómo seguirá la gestión de la crisis de los refugiados.

Estos temas sí estuvieron presentes puertas afuera, en las calles romanas, a metros del fuerte dispositivo de seguridad que se dispuso alrededor del Campidoglio. Se leían en las pancartas y banderas de las miles de personas que se movilizaron a favor y en contra del proyecto europeo en seis manifestaciones que tuvieron lugar en distintos puntos de la capital italiana.

Una de las protestas más multitudinarias a favor del bloque fue la Marcha por Europa, que reunió a 5.000 personas, según los organizadores, bajo una idea común: la defensa de una UE más solidaria y más unida en la gestión del drama migratorio, la lucha contra el terrorismo y las desigualdades sociales.

Otra convocatoria, de la plataforma Stop Euro, que promueve la salida de Italia de la UE, fue la que reunió a más detractores del bloque. Se esperaban unas 8.000 personas, pero los congregados fueron menos, ya que, según denunciaron los organizadores, las fuerzas de seguridad retuvieron varios ómnibus con manifestantes a bordo para impedir que llegaran a la marcha.

En tanto, organizaciones civiles como Save the Children, Amnistía Internacional y Médicos sin Fronteras aprovecharon la jornada para centrar la atención en la crisis migratoria y colocaron una balsa con la bandera de la UE en el río Tíber, donde simularon un naufragio de inmigrantes. “Europa podría ser una balsa de salvación para miles de personas en busca de una nueva vida, pero las políticas de los muros y los alambres de púa la convierten en una fortaleza inabarcable”, dijeron las organizaciones, en un comunicado en el que agregaron: “En este día de valores europeos, pedimos un cambio de ruta decisivo para que Europa vuelva a ser humana y solidaria”.