“Fútbol dinámico de lo impensado”, sostenía el destacado periodista argentino Dante Panzeri, a quien sin duda le hubiese gustado ver a Atlético Tucumán jugando entre los mejores de América. Fue por la dinámica de lo impensado, por ese efecto mariposa de una pelota ligeramente desviada por un roce en el cuerpo de un defensa, que Peñarol dio vuelta la taba y consiguió, de atrás, resolver un partido que se presentaba como altamente complicado y problemático. Ahora el equipo de Leonardo Ramos acomoda el paso copero y queda a tiro del líder Palmeiras, e igualado con Wilsterman en un grupo que proyecta lucha hasta el último partido.

Nuevo siglo

Así como hace 57 años, miles de carboneros confluían en el Centenario para ver a su equipo avanzar en aquella novel copa, de campeones y para campeones, que después recibió el ilustre y libertario apellido Libertadores de América, anoche, por primera vez en su historia, los mirasoles jugaban por puntos de clasificación en su precioso estadio Campeón del Siglo, que tomó su pomposo nombre por aquellas décadas gloriosas en la Copa. Lo único nuevo para Peñarol, pero no menor en los sueños de quienes quisieron tener su estadio para noches como aquellas, era el estadio. Lo único no nuevo para Atlético Tucumán fueron cinco partidos que tenía como antecedente inmediato e histórico de actividad internacional.

El partido no se juega con cuadernos de recortes, con ceros y unos que se decodifican en centenas de partidos para los peñaroles y apenas media centena de los tucumanos, y, obvio, no se juega con la camiseta. Se jugó con las oncenas, las ideas, las ganas y las estrategias, que anoche, en esa hora y media larga de fútbol, pudieron componer en el límite entre Montevideo y Canelones.

No pudo Peñarol sacudirse el peso de la última mala semana -la goleada en Cochabamba, el empate agónico con Fénix-; sin embargo, con la inercia de sus vitrinas de gloria, pero más que nada con la jerarquía del Cebolla Cristian Rodríguez, el elevado desempeño de Lucas Hernández y el irrefrenable despliegue de Nahitan Nández, hizo aparecer en pantallas muchas veces al experiente arquero de Atlético Tucumán, Christian Luchetti.

Pasada la media hora inicial, los tucumanos se empezaron a acomodar en el partido, entendiendo por acomodarse, soltarse, animarse, creer y crear en un mismo paquete.

Resolvieron bien los del decano tucumano el transito rápido por la media cancha para evitar el doble 5 de Guzmán Pereira y el reaparecido Marcel Novick.

Una y sólo una tuvieron los aurinegros para salir de ese estado de angustiosa ansiedad, y fue cuando una serie de rebotes de buenas intenciones dejó solo al paraguayo Iván Villalba, que apenas a unos metros de la línea de gol no pudo doblegar al Laucha Luchetti.

No pudo Peñarol en esos 45 porque nunca pudo recrear un juego fluido desde el medio, y sólo tuvo acciones de las buenas con la franja izquierda trepando por los andamios, Lucas Hernández aportando a la construcción del juego del Cebolla Rodríguez.

Nervios 1-tranquilidad 0

Sin la aparición del gol plídex, los nervios locales aparecieron muy tempranamente al comienzo de la segunda parte. Qué otra cosa que nervios, desajustes y angustias tempranas pudo haber generado recién a los 4 minutos de la segunda parte una situación de contra tucumana, que increíblemente dejó a los albicelestes cuatro contra dos casi en la cara del artiguense Guruceaga. No fue gol, pero desnudó carencias estructurales y muchos, muchos nervios en los aurinegros. Esa ambivalente sensación de exceso de ganas y ausencia de medida, de criterio, empezó a prender la luz roja en el tablero de la experiencia. Tal vez no fuera nada, tal vez un aviso, pero había que parar y revisar. No dio tiempo, porque a los 15 una perfecta combinación entre David Barbona y Aliendro terminó con el medido centro de este para el cabezazo certero y oportuno de Cristian Menéndez para vencer a Guruceaga y hacer enronquecer a los 3.000 tucumanos que llegaron a ver a su heroico equipo.

Lo que pudo ser un empuje de la crisis se transformó en oportunidad, y en apenas un minuto explotó para buenas la oncena de Leo Ramos, primero con el empate, gracias a un tiro libre de Lucas Hernández, y después con una maravillosa trepada en slalom vertical de Gastón Rodríguez, que había ingresado minutos antes por Junior Arias, que terminó en una barrida al gol del arachán Mauricio Affonso que dio vuelta el marcador.

Gastón Rodríguez, y también Diego Rossi, que entró por Guzmán Pereira, cambiaron por completo el nivel de juego de Peñarol, fortaleciendo aun más la desnivelante presencia del Cebolla.

Una impresionante doble atajada de Guruceaga privó a los tucumanos del empate cuando faltaban 10 minutos para el fin del partido. Cuando faltaban 5 para el final, otra vez el caño salvó el arco de Guruceaga, y aunque los tucumanos siguieron cargando hasta la última jugada, Peñarol se quedó con el triunfo y los tres puntos.

Un buen escalón para empezar a equilibrarse en el juego y en la tranquilidad de la esperanza.