Corea del Norte lanzó desde su costa este, en dirección a Japón, un misil balístico de medio alcance que recorrió 60 kilómetros antes de caer en el mar. Según las autoridades estadounidenses y surcoreanas, esta es la segunda prueba que hace Corea del Norte con un misil denominado Pukguksong-2, la primera de las cuales tuvo lugar en febrero. En esa ocasión el misil recorrió 500 kilómetros.

El régimen de Kim Jong-un no ha dejado de probar sus misiles, pese a las sanciones que le aplicó la Organización de las Naciones Unidas. Semanas atrás, el líder norcoreano amenazó con probar por primera vez un misil de largo alcance que podría llegar al territorio de Estados Unidos. El presidente estadounidense, Donald Trump, dijo entonces que Corea del Norte no cuenta con la tecnología necesaria para contar con un misil de tal alcance, pero la consejera adjunta de Seguridad de la Casa Blanca, Kathleen McFarland, no descartó que esa sea una “posibilidad real”. Utilizando esta amenaza como argumento, el secretario de Estado, Rex Tillerson, anunció a mediados de marzo que “la política de paciencia estratégica” con Corea del Norte “ha terminado”, y agregó que “todas las opciones están sobre la mesa”.

En ese marco, Estados Unidos ha pedido a China, el principal aliado diplomático y comercial de Corea del Norte, que aumente su presión sobre el régimen de Kim. De hecho, este es uno de los objetivos del encuentro que Trump mantendrá hoy en Florida con su par chino, Xi Jinping.

Mientras las autoridades estadounidenses consideraron que el ensayo norcoreano es un intento de incidir en el encuentro, la portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Hua Chunying, opinó que el ensayo no tiene “relación directa” con la reunión entre los presidentes. A su vez, Hua no condenó el ensayo norcoreano, como sí lo hizo Washington, en un comunicado del Departamento de Estado que dice: “Estados Unidos ya ha hablado lo suficiente sobre Corea del Norte. No tenemos más comentarios”.