Al igual que Corea del Norte, Estados Unidos estuvo probando en la última semana sus misiles intercontinentales. La segunda prueba con misiles que pueden transportar ojivas nucleares concluyó con éxito ayer, según el Pentágono. Las autoridades de defensa aseguran que estas pruebas obedecen a que se está examinando todo el sistema de disuasión nuclear, integrado por misiles intercontinentales, bombarderos estratégicos y submarinos nucleares, así como por sistemas de defensa antimisiles desplegados en todo el mundo. Sin embargo, es inevitable vincularlas con el momento de tensión que viven Estados Unidos y Corea del Norte, que en los últimos meses ha probado varios misiles.

Los ensayos estadounidenses buscan que “la disuasión nuclear sea efectiva”, dijo en un comunicado citado por la agencia de noticias Efe el coronel Craig Ramsey, comandante del escuadrón de pruebas de vuelo de la base aérea de Vandenberg.

También Corea del Norte argumenta que busca mantener el potencial disuasivo de su armamento, y el lunes anunció que acelerará al máximo su programa nuclear. “Ahora que Estados Unidos está haciendo mucho ruido a favor de más sanciones y presión”, el gobierno “acelerará al máximo las medidas para reforzar su programa de disuasión nuclear”, manifestó la cancillería norcoreana en un comunicado. Corea del Norte está “plenamente preparada” para responder cualquier acción militar estadounidense, se advierte en ese texto, que agrega que “la agresividad histérica estadounidense nunca había alcanzado tal nivel en la península de Corea y nunca se había acercado tanto al borde de una guerra nuclear”.

Las provocaciones que denuncia Corea del Norte no son las pruebas de misiles, sino el despliegue de buques de guerra, incluido un portaaviones nuclear, en la península de Corea, así como las amenazas de nuevas sanciones y la activación de un sistema antimisiles en Corea del Sur. A esto se suma la retórica de Trump, que durante abril no se cansó de advertir que tomaría medidas, incluso militares, contra Corea del Norte. El presidente estadounidense dijo en abril que estaba enviando una “armada muy poderosa” al mar de Japón como una “demostración de fuerza”, en referencia al despliegue de cuatro buques de guerra.

A esa flota se sumó, el lunes, el mayor buque de guerra de Japón. Esta es la primera movilización que hace el gobierno japonés amparándose en las leyes aprobadas en 2015 que le permiten ayudar con armamento a un aliado si es atacado como parte de la “autodefensa colectiva”.

En paralelo, después de que Corea del Norte probara nuevamente un misil a fines de abril, las autoridades de defensa de Trump redoblaron sus advertencias acerca de que ese país es una amenaza real. También aseguran que Estados Unidos tiene el poderío y la tecnología militares necesarios para evitar cualquier ataque. En esa línea se manifestó a fines de abril el secretario de Estado, Rex Tillerson, en la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde sostuvo que su país utilizará su poderío militar “de ser necesario”. Rápidamente, China y Rusia respondieron que el diálogo es la única salida posible al conflicto.

Mientras los integrantes de su equipo de seguridad hacían esas declaraciones, Trump decía que se reuniría con Kim “si fuera apropiado” y “bajo las circunstancias correctas”. Poco después, la Casa Blanca aclaraba que esas condiciones hoy no están dadas.

En la ONU, Estados Unidos busca impulsar nuevas sanciones contra el gobierno de Kim. En particular, está negociando con los otros países con poder de veto en el Consejo de Seguridad -Rusia, China, Francia y Reino Unido- para penalizar a Corea del Norte por las últimas pruebas misilísticas. Con estas negociaciones de fondo, el presidente chino, Xi Jinping, llamó a la moderación y dijo que el único camino para resolver las tensiones es el diálogo. Según informó la agencia de noticias Reuters, Xi hizo estas declaraciones en una conversación telefónica con el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte. Públicamente China no ha aclarado si apoyará las sanciones promovidas por Estados Unidos, pero sí advirtió a Corea del Norte que esta es una posibilidad y que se debe volver al diálogo.

El último capítulo

La última demostración del poderío militar estadounidense fue la puesta en marcha, el martes, de un escudo antimisiles en Corea del Sur, denominado THAAD por sus iniciales en inglés (Terminal High Altitude Area Defense). El sistema cuenta con radares, mecanismos de control y camiones lanzadores de misiles interceptores. El THAAD está diseñado exclusivamente para interceptar misiles norcoreanos y sólo puede frenar a aquellos que estén dirigidos a territorio surcoreano, informaron las fuerzas de Estados Unidos en Corea, una de las unidades del Comando del Pacífico. Esto es así porque el THAAD puede interceptar misiles cuando están en su tramo final de vuelo (ya en caída hacia su objetivo) y no antes.

El despliegue de este sistema de defensa fue acordado el año pasado por Estados Unidos y Corea del Sur, y generó críticas de China y de Corea del Norte, que lo interpretó como una provocación. Según sus fabricantes, el THAAD no podría interceptar misiles chinos, pero Pekín considera que Estados Unidos podría utilizar sus radares para espiar el movimiento de misiles en territorio chino.

El gobierno de Xi amenazó con tomar represalias si este despliegue se concretaba, y en los últimos meses Corea del Sur ha acusado a Pekín de adoptar represalias económicas, en especial en el área de vuelos y turismo. Además, según Seúl, varias empresas y comercios surcoreanos instalados en China han enfrentado obstáculos e incluso han cerrado sus puertas.

Otro argumento contra el sistema THAAD ha sido utilizado tanto por China como por Rusia: este despliegue obstaculiza la capacidad disuasoria de estos países. Aunque los fabricantes del sistema aseguren que los misiles de estos países no se verán afectados, estos consideran que Estados Unidos podrían bloquear sus eventuales lanzamientos de misiles.

A esto se suma que el THAAD es resistido también en Corea del Sur, donde se han llevado a cabo varias protestas en su contra, según el diario español El País y la cadena británica BBC. Argumentan, entre otras cosas, que el gobierno que aceptó su instalación cayó por corrupción, que el propio sistema -establecido en la localidad de Seongju, 200 kilómetros al sureste de Seúl- es un nuevo objetivo para Corea del Norte y que la población no fue consultada antes de su despliegue. El THAAD incluso se ha convertido en tema de campaña en Corea del Sur, donde se celebrarán elecciones el martes 9, y el candidato con más intención de voto en las encuestas, el progresista Moon Jae-in, se comprometió a revisar el acuerdo con Estados Unidos si llega al poder.