Tras un intento inicial fallido, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, logró el jueves 4 que la Cámara de Representantes aprobara la que denominó “Ley estadounidense de cuidado de salud” (AHCA, por su nombre en inglés, American Health Care Act), que sustituye la reforma sanitaria del ex presidente Barack Obama.

Herido en su orgullo de gran negociador, antes de esa fecha el magnate neoyorquino había intentado reunir los votos necesarios para alcanzar su primera victoria en el Congreso. Ya tenía la experiencia de haber fracasado con esta misma ley, y cuando recibió la negativa de los parlamentarios a votar fondos públicos para construir el muro en la frontera con México. Esta vez hubo un mayor esfuerzo de la Casa Blanca por convencer a su propia bancada republicana. El líder republicano, Paul Ryan, negoció algunos cambios en el proyecto y logró reunir los votos necesarios.

Todavía está por verse lo que ocurrirá con esta ley en el Senado, pero si es aprobada, tendrá consecuencias de largo alcance. Según la Oficina de Presupuesto del Congreso, hasta 24 millones de personas podrían perder su cobertura médica a lo largo de los siguientes diez años, y sólo ganarían con la nueva ley los jóvenes, las personas sanas y las que perciben altos ingresos.

El cambio más notorio es que se levanta la prohibición de cobrar más a los asegurados que tengan problemas médicos preexistentes, la piedra angular del sistema anterior, conocido como Obamacare. Este último plan prohibía a las aseguradoras rechazar o cobrar una prima mayor a las personas con problemas de salud preexistentes. Con la derogación de esta prohibición, el Trumpcare perjudicará particularmente a las mujeres y a los ciudadanos mayores de 60 años.

El actual proyecto de ley da luz verde a las aseguradoras para que ofrezcan planes con distintos precios en función de la salud de cada persona. De esta manera, el mercado de la salud volvería a funcionar a partir de la estrategia de “precios descremados”, cuya lógica es la de poner precios más altos a los consumidores “más interesados” en pagar por el servicio. La perversidad de esta lógica es clara: los que pagarán más son los que más necesitan atención, pero además, como es conocido, existe una alta correlación entre padecer problemas de salud y tener bajos ingresos.

Una serie de “enfermedades preexistentes” -habilítese el uso de estos términos para desarrollar la idea- afecta exclusivamente a las mujeres, ya que se incluye en estas categorías a las cesáreas, la depresión posparto y la endometriosis. Según el Center for American Progress, un centro de investigación de signo progresista que aborda temas relacionados con políticas públicas, una mujer que tuviera complicaciones durante el embarazo vería aumentada en 17.000 dólares la prima que paga por su aseguramiento en salud, y lo mismo le sucedería a una mujer que necesitara u optara por una cesárea. Entre las “condiciones de salud preexistentes” también se incluyen algunos tipos de cáncer, en cuyo caso la prima podría aumentar de 95.000 a 140.000 dólares al año.

Ahora las aseguradoras podrán cobrar hasta cinco veces más a los adultos mayores que a los jóvenes, mientras que con el Obamacare esta cifra no podía superar el triple. A partir de la ley Trump, los estados tendrán la potestad de permitir a las empresas que ofrecen seguros de salud que cobren más allá de ese ratio, lo que según varias estimaciones haría que la prima de sus seguros aumentara hasta 14.600 dólares.

Ante el temor de que muchas personas se queden sin seguro médico, la bancada de representantes republicana exigió que la ley incluyera un monto de 8.000 millones de dólares, para financiar durante los cinco años siguientes a su aprobación el acceso a la atención de los estadounidenses con problemas médicos preexistentes. Sin embargo, casi todas las organizaciones sociales y sindicales estiman que, en virtud de que la lista de esas enfermedades es larga, los 8.000 millones prometidos son ridículamente insuficientes. VIH, ansiedad, autismo, alto colesterol, migrañas, diabetes, anorexia, bulimia, enfermedades del corazón, obesidad, Parkinson y tuberculosis son algunas de las enfermedades que elevarán significativamente el costo de contar con un seguro de salud. Ante esto, el Trumpcare responde eliminando la multa prevista por el Obamacare a quienes no tuvieran el seguro. Ahora, si los ciudadanos no pueden pagar la prima, no tendrán que hacerlo. Tampoco tendrán cobertura, pero ese es otro problema.

Con la nueva ley, además, ya no es obligatorio que las empresas con más de 50 trabajadores les proporcionen un seguro médico, lo que implica una gran reducción de los costos de las empresas medianas y grandes, al tiempo que constituye un ataque directo a los derechos de los trabajadores. Asimismo, el plan Trump revierte el aumento de impuestos a las personas con ingresos superiores a 250.000 dólares anuales y los que pagaban compañías de seguros de salud, las farmacéuticas y las empresas de fabricación de dispositivos médicos, que financiaban el aumento de recursos que implicaba el Obamacare.

A pesar de que Trump lo ha negado, la nueva ley recorta el Medicaid, el seguro de salud financiado con dineros del gobierno federal y que está destinado a las personas de bajos ingresos. Dichos fondos federales se reducirán a partir de 2020 en 2.300 millones de dólares.

Mentiras en la telepantalla

En su columna de los lunes en The New York Times, el ganador del premio Nobel de Economía de 2008, Paul Krugman, dijo que la estrategia legislativa usada por Donald Trump, Paul Ryan y otros republicanos se basa en mentiras. Agregó: “Es una ley pobremente diseñada, llena de consecuencias inesperadas. Es un desastre moral, que les arrebata la atención de la salud a diez millones [de personas] para darles a los muy ricos cerca de un trillón de dólares en recortes de impuestos”. Krugman agregó que la ley implica una “deshonestidad de nivel orwelliano” y asegura que “cada palabra que dijeron los republicanos, de Trump para abajo, sobre por qué quieren reemplazar el Obamacare y lo que haría su proyecto, es una mentira”.

Krugman afirma que lo más asombroso de la nueva ley “no es solamente darse cuenta de que los republicanos están rompiendo las promesas que hicieron, sino que lo hacen de forma intencional”, y juzga que se trata de un “acto de traición deliberada”. Apelando a 1984, la novela de George Orwell, Krugman apunta: “Lo que acaba de ocurrir no debe ser tratado sólo como un caso más de cinismo político. Esto fue un momento de ‘Libertad es esclavitud’, ‘Ignorancia es fuerza’. Y es posible que sea la forma que tomen las cosas en adelante”.

Con la aprobación en la Cámara de Representantes, la ley pasa al Senado, donde enfrenta mayores desafíos. En primer lugar, porque al darse a conocer el proyecto, comienzan a manifestarse los rechazos públicos, y eso es algo que miran integrantes del Congreso. En segundo lugar, porque si bien Ryan logró construir una mayoría en la cámara baja, el líder de la mayoría republicana en el Senado, Mitch McConnell, tiene que lidiar con dirigentes que ya expresaron reservas. “No apoyo el proyecto de ley tal como está redactado, porque sigo teniendo preocupaciones de que no hace lo suficiente para proteger la ampliación del Medicaid a la población de Ohio”, dijo el senador Rob Portman.

La agencia de noticias Bloomberg informó que varios senadores republicanos están dispuestos a hacer a un lado el proyecto aprobado por la Cámara de Representantes y a redactar uno propio desde cero. Por su parte, los senadores demócratas, aunque son minoría, tienen la posibilidad de obstaculizar el proceso de discusión.

Luego de aprobado el proyecto en la Cámara de Representantes, hubo una escena que llamó la atención. Los congresistas demócratas saludaban con sus manos a sus colegas republicanos y les cantaban “hey, hey, hey, adiós”. La imagen recordaba a una similar que se vio cuando los legisladores republicanos se burlaron de los demócratas en 1993 por haber apoyado el incremento impositivo de los primeros días de la administración de Bill Clinton. Un año después, el Partido Demócrata sufrió una fuerte derrota en las elecciones de medio término. Ahora, los demócratas están convencidos de que votar esta ley tendrá el mismo efecto devastador para sus rivales en las elecciones de noviembre de 2018.

Ante este panorama, el presidente Donald Trump sólo supo decir: “Esto realmente ha unido al Partido Republicano”.