Con un determinante y enorme doble final de Federico Pereiras -así, con s final-, Aguada derrotó a Hebraica y Macabi 88-84 en la segunda final de la Liga Uruguaya de Básquetbol (LUB) y empató 1-1 la serie al mejor de siete posibles partidos. El martes se jugará la tercera de las finales, pero el dato estadístico de ayer es que ahora tendrán que fijar con fecha y hora el quinto partido, porque seguro será necesario.
Los rojiverdes fueron arriba durante todo el partido, pero no pudieron confirmar la victoria sino hasta ese doble del juvenil aguatero que recibió una bomba naranja en el último segundo de posesión y jumpeó, haciéndose un lugarcito hacia atrás desde el que él y sólo él pudo percibir el ¡chas! de las redes mientras el Palacio Peñarol atronaba como si aquella pelota naranja efectivamente hubiese sido una bomba de estruendo y emociones liberadas.
Fueron Panchi Barrera, y Dwayne Curtis los constructores de la victoria que dejó a los rojiverdes en igualdad de condiciones con Hebraica. En igualdad estadística, pero, además, relanzando la idea de la igualdad de posibilidades (más allá de que algunos exitistas, con una lógica de programa chimentero de la tarde, hayan sembrado la idea de que este equipo estaba lejos de poder hacer pesar su juego, y de que sólo ponía rudeza excesiva, como si jugar fuerte en una final fuese malo y nocivo, como si sólo ensuciando pudiesen). Está claro que no era así, y, por suerte para la LUB, quedó claro que no será así. Serán finales y no guerra de guerrillas.
Igual a todo, distinto a nada
El primer cuarto no fue el croquis de lo que sería el partido, porque en realidad no pasaron cosas distintas de las que pasaron en los primeros diez minutos de la anterior final, ni distó mucho de lo que cualquier máquina con un par de buenos algoritmos podría indicar que sucedería en cualquier enfrentamiento con estos planteles. En definitiva, se trata de eso: de los jugadores, de sus combinaciones posible, de sus estrategias previstas y de la dinámica de remover planes y desarmar estrategias cuando las cosas no salen como se creía hasta antes de que comenzara el partido.
Ese primer cuarto, que a veces da la pista de lo que puede ser el desarrollo del partido, terminó con un parcial de 23-15 a favor de los aguateros, pero fue parejo, de acuerdo a la potencialidad de los finalistas y el gran cambio en relación con el martes pasado no estuvo ni en integraciones, ni en el plan de marcas, ni en los agrupamientos para defender, sino que simplemente esta vez al exultante Demian Álvarez lo acompañó con su brillantez y genialidad Gustavo Panchi Barrera. Lo otro distinto de aquel arranque fue la máxima concentración de los reboteros rojiverdes, principalmente el anchísimo Dwayne Curtis, tan efectivo como el perímetro de su cintura, quien permitió segundos tiros del elenco de Fernando Hechicero Cabrera.
Controlado o apagado Leandro García Morales y apagado o controlado Parodi, Hebraica se quedó sin motor de arranque. Así, al inicio del segundo cuarto Aguada tomó 10 puntos de ventaja (26-16), pero a partir de entonces entró en un declive que los macabeos, moviendo el banco, con Tallarín Sebastián Izaguirre, Salvador Zanotta y Martín Aguilera, aprovecharon para repuntar. Con un triple de LGM empataron en 31.
Pero el básquetbol es tan divino que, corriendo y marcando -achatando el culo, porque no hay otra-, Aguadita desbarató el juego de Hebraica y le aplicó la mancha hielo: lo dejó congelado en 31 y le aplicó un 10-0 que dejó las cosas 41-31 a favor de Aguada. La mayor diferencia del primer tiempo se registró a menos de medio minuto de que se cerrara la primera parte, cuando le tomó 11 de diferencia (44-33).
Aguada atacó mucho el aro, por eso en los primeros 20 minutos, 25% de los puntos pudieron llegar desde la línea de libres. La diferencia al terminar el primer tiempo fue de 9 puntos a favor del rojiverde (44-35), mucho más que los 2 puntos con los que el martes el macabeo se fue a sentar al vestuario, aun habiéndose mostrado enormemente superiores aquella noche. Entonces seguro se podía esperar cualquier cosa para el segundo tiempo, fundamentalmente para el tercer cuarto, en el que se decide el destino de los partidos en la gran mayoría de los encuentros que se juegan en canchas uruguayas.
Lo más Panchi
Con Jimmy Boston reboteando y anotando, Hebraica empezó poniéndose a 6 (46-40), pero el partido se hizo de doble a doble, de triple a triple. Con Panchi a toda velocidad, Aguada volvió a la máxima de 11 a los 4 minutos del segundo tiempo y se puso 56-45.
Aguada mantuvo la diferencia hasta que con un triple desde 8 metros de Luciano Parodi el marcador quedó 62-55. El rojiverde perdió gol, pero ganó segundas oportunidades y volvió a tomar 10 de diferencia en el juego largo (67-57). El final el tercer cuarto no fue definitivo, porque se produjo un empate en 26 puntos, por lo que la última decena de minutos empezó con los mismos 9 de ventaja para los aguateros con los que habían salido del vestuario (70-61).
Tras algunas alternativas posibles, un par de ataques sin gol de Aguada y un par de aciertos macabeos, incluido un triple de LGM, dejaron el partido con apenas 6 de distancia entre uno y otro, y el partido en llamas cuando aún faltaba muchísimo.
Sólo 4 puntos de Aguada en 5 minutos hicieron que se prendiera la luz roja más que la verde para los del Hechicero. Al final, doble ancho Curtis le sacó la tapa al aro, pero no pudo sostener la remontada macabea, que se puso a 4 (76-72). El clic del partido pareció haber estado en los cuatro aciertos consecutivos desde el libre del sanducero Parodi, que dejaron a Hebraica en las costas del empate (80-78) cuando faltaban dos minutos para el final. A esa altura, Macabi ya era otra vez ese equipo sólido y con figuras determinantes, como Parodi y Leandro, que, como bobeando, terminó el juego con 30 puntos.
A falta de un minuto, Panchi jugó a ser Maradona y apiló rivales hasta dejarla contra el aro. Explotó el Palacio cuando las lucecitas amarillas de aquel tablado anotaron Aguada 84-80 Macabi.
La diferencia quedó en un doble cuando estaban 86–84, y esa esfera de cemento y pórtland cayó en manos de Pereiras. ¡Chas! Sonó y la onomatopeya de la victoria y el alivio se fundió en un solo ruido.
Va a estar bueno esto.