En medio de su discurso, pronunciado el 18 de mayo, el comandante en jefe del Ejército, Guido Manini Ríos, afirmó que el Ejército tiene “el privilegio de asistir en silencio a la discusión que se da sobre su futuro, muchas veces teñida de falsedades y de tergiversaciones malintencionadas”; un grupo de oficiales aplaudió de forma acalorada y gritó vivas al Ejército. Inmediatamente, Manini Ríos agregó: “Tienen [los integrantes del Ejército], por fin, el privilegio de vivir su pobreza con dignidad”.
En realidad, en esa parte del discurso, el comandante en jefe comenzó afirmando que “en los últimos tiempos se han escuchado voces preocupadas por los privilegios de los militares”, y, en un discurso autocomplaciente, continuó diciendo que, en verdad, el privilegio del Ejército es haber apoyado tareas de rescate civil en las ciudades de Artigas, Dolores y Montevideo, además de haber brindado, con las misiones de paz, protección a poblaciones vulnerables en remotos lugares del mundo.
Quizás el discurso de Manini Ríos, en sus 28 minutos de duración, contenga la posición del cuerpo y a su vez todos los elementos que hoy se discuten sobre cómo debería ser el futuro de las Fuerzas Armadas en Uruguay.
Independientemente de esa discusión más general, las aseveraciones que realizó en torno a las preocupaciones sobre los privilegios -en clara referencia a la discusión sobre la reforma de la Caja Militar-, formalmente “cuidadosas” pero políticamente desacertadas, son muy graves. La ausencia de una respuesta del sistema político sólo mostraría una gran debilidad ante los sectores políticos que frenan o desdibujan la reforma; es decir, una debilidad ante quienes por acción u omisión, y luego de más de 30 años del retorno a la democracia, buscan mantener los privilegios económicos de los oficiales retirados.
El discurso de los oficiales, en particular este último, pronunciado por su máximo representante, sigue confundiendo. En este sentido, el fragmento sobre los privilegios termina afirmando que “los militares tienen el privilegio de vivir en su pobreza con dignidad”.
¿Quiénes son los militares pobres? Una y otra vez dirigen sus discursos a la tropa, cuando la política del gobierno es subirles las remuneraciones a los soldados, y la futura reforma de la Caja Militar no les reduciría las jubilaciones o pensiones. La reforma modificará las condiciones y las remuneraciones de quienes verdaderamente tienen privilegios, es decir, los oficiales, particularmente, los altos oficiales.
Los oficiales no son pobres: tienen los sueldos más altos del Estado Central, se pueden jubilar con 20 años de servicio, con 38 años de edad, con una remuneración superior al último sueldo y sin topes en las jubilaciones. Esta situación ha generado que la sociedad uruguaya, para sostener esta estructura de jubilaciones, deba aportar más de 400 millones de dólares por año. ¿Estos no son privilegios? ¿Es tergiversar de forma malintencionada comentar estos datos objetivos?
Este discurso ha estado de forma permanente en las asociaciones de jubilados y pensionistas de los militares -como el Círculo Militar-, de la Fuerza Área, de la Armada, etcétera. Estos representantes de los jubilados militares, mientras no hagan apología de la dictadura, pueden decir lo que quieran. Lo grave es que el comandante en jefe del Ejército defienda las jubilaciones militares como si el Ejército fuera una corporación que puede ejercer presión sobre el poder político como un sindicato, cuando tiene la obligación constitucional de someterse a las decisiones del presidente de la República electo democráticamente.
Incluso es más grave. En esta polémica sobre cómo debe ser la reforma de la Caja Militar, el Ejército se convierte institucionalmente en un actor relevante: influye en una discusión que se da hoy entre distintos sectores políticos. Con su discurso, Manini claramente apoya, junto con el Ejército, a los sectores que hoy frenan la reforma de la Caja Militar y ayuda a mantener, justamente, la permanencia de los privilegios de las Fuerzas Armadas. El presidente Tabaré Vázquez, que ha hablado públicamente de la necesidad de una reforma de la Caja Militar, debería sancionar, o pasar de forma inmediata a retiro, al comandante en jefe de las Fuerzas Armadas. De lo contrario, los sectores reformistas comenzarían a perder la pulseada.
Discutiendo los otros puntos del discurso, si bien hubo elementos adscritos a los parámetros constitucionales -como seguir los lineamientos artiguistas, estar junto al pueblo y cumplir el deber que la sociedad le encomienda-, también hubo otros elementos que ayudan a confundir políticamente y que recuerdan las concepciones seguidas por el fallecido ministro Eleuterio Fernández Huidobro, como cuando el comandante enunció que el Ejército “busca seguir la patria que Artigas buscó y molestó tanto a las elites oligárquicas de la época” (¿está definiendo al Ejército como antioligárquico?). En su discurso también habló sobre las oportunidades que dará el nuevo liceo militar en Tacuarembó, cuando en realidad se cuestiona la conveniencia de que los adolescentes se empiecen a formar en la escuela militar a tan temprana edad; o que las Fuerzas Armadas estén discutiendo la reforma de la Ley Orgánica Militar, cuando esa discusión debería estar en la órbita civil.
Este discurso acalorado, en defensa de los intereses corporativos de las Fuerzas Armadas, fue aplaudido por los oficiales que, como en un sindicato, se sintieron representados por un líder que defiende sus intereses ante el sistema político.