Hace muchos años, durante un conflicto de todo el sector público, uno de los sindicatos, el de funcionarios de ANCAP, resolvió, en el marco de la negociación con el gobierno de turno, dejar de lado sus reivindicaciones salariales y aceptar una propuesta en la que se ofrecía el establecimiento de un servicio médico para los funcionarios de la administración.
Hasta aquí nuestro relato histórico; el de los trabajadores de ANCAP, por supuesto.
Vayamos al presente y preguntémonos:
En primer lugar, una salud integral para toda la gente, ¿es un derecho o es un privilegio? ¿Es justo decir que esto es un privilegio que sólo tienen estos trabajadores?
El Servicio Médico de ANCAP lo que tuvo y tiene es una atención correcta y acorde a las necesidades de sus funcionarios; no significa lujos ni extravagancias de ningún tipo, simplemente un funcionamiento bueno, sobre todo comparado con lo que se brinda en la totalidad de los servicios de salud para el resto de la población asalariada de este país.
Antes de la instrumentación del FONASA los trabajadores de ANCAP sólo pagaban tickets por consultas y remedios. Pero a partir de esta, todos los funcionarios pasaron a pagar, al igual que el resto de los asalariados del país, lo que corresponde por descuento del FONASA.
Entonces, ¿cuál es el privilegio que tienen hoy estos funcionarios?
Resulta que para algunos es un privilegio -no un derecho- tener un servicio de salud eficiente y, sobre todo, eficaz para la atención de sus funcionarios. Pero, qué raro, mientras los trabajadores de ANCAP pagamos, desde que nos obligaron, el importe que nos corresponde por FONASA, a los más de 100.000 militares que se atienden en el Hospital Militar no se les descuentan un solo peso por su atención.
Parece que lo de ANCAP es un privilegio que supuestamente pagan todos los uruguayos. Y esta perlita de la “familia militar”, ¿quién la paga? Al impresentable “periodista” Sotelo parece que esto no le molesta en lo más mínimo, y piensa seguirlo pagando alegremente. Que conste que no me parece mal, a mí al menos, que los miles de militares, sobre todo la tropa, que son parte de nuestro pueblo, también mantengan este derecho.
Parece que es un privilegio la correcta atención del servicio médico de ANCAP, pero, ¿alguien se ha preguntado si son justos y viables los servicios de salud que se brindan a una ínfima parte de la población del Uruguay en los seguros de salud privada, como es el caso del Hospital Británico, entre otros? ¿Acaso no es un privilegio que a una ínfima parte de los asociados de la Asociación Española, con buen poder adquisitivo -para dar un solo ejemplo más- se les ofrezca un servicio de salud diferenciado tanto en atención médica como en internación, si pagan una sobrecuota o un seguro aparte?
¿En qué rinconcito de su conciencia, señor Ernesto Murro, le quedó colgada la palabra “solidaridad”, que tanto le exige usted a los trabajadores de ANCAP, pero que parece que se le perdió para exigírsela a otros agentes más poderosos?
Claro, para algunos, una sociedad que se asienta en la explotación económica de la inmensa mayoría de la gente y tiene la desigualdad y el privilegio como norma no es injusta ni ignominiosa, y que unos pocos puedan pagar y la mayoría no, también está bien. Claro, el sistema no es inmoral, es amoral, por lo tanto todo esto está bien, el mercado está bien... ¿Está bien?
En fin, hay demasiadas incongruencias para dar una respuesta clara a estas interrogantes. Yo he llegado a la conclusión de que, en realidad, no hay tal contradicción. Y de alguna manera, no me molesta que determinados pseudoperiodistas o políticos del “gallinero” liberal se hagan los distraídos con estos temas; en definitiva, son parte del circo.
¿Pero qué sucede cuando quienes se convierten a esta nueva religión -al decir del malogrado filósofo Walter Benjamin- eran, hasta hace poco, nuestros compañeros de ruta?
En una ocasión alguien dijo de izquierda es aquel que es capaz de poner en tela de juicio y problematizar el capitalismo; quien no haga eso, no puede decirse de izquierda.
Ciertos tecnócratas, que se dicen de izquierda, que se confunden o se hacen los confundidos, nos quieren convencer de que el capitalismo es algo así como una anomalía de la lógica del capital. Entonces, para ellos, lo que hay que hacer es mejorar su funcionamiento, lograr que la máquina neutra de esa lógica fluya sin trabas, dejando que su inmanencia a través del interés y el lucro siga su curso, aumentando por medio de “mejoras” tecnológicas la productividad, el desarrollo y el crecimiento.
Y surge la inevitable pregunta para un verdadero izquierdista: desarrollo, crecimiento, ¿para quién o para quiénes?
O esta otra preguntita: productividad, ¿no tiene nada que ver con explotación? ¿Acaso ese relato, cargado de tecnicidad funcional, no ha sido parte de lo que se consagra en el área de la Salud? y podríamos agregar también a la Educación.
Esos “izquierdistas”, hoy gobernantes, ¿creen que los problemas de fondo que aquejan a la Salud los causa un servicio modesto pero bueno, que atiende a algo más de 3.800 trabajadores y jubilados?
Las ganancias que se vienen embolsando las corporaciones de asistencia médica, las mal llamadas mutualistas, las clínicas privadas, la industria farmacéutica, las corporaciones de médicos especialistas (los oftalmólogos son la punta del iceberg), etc., ¿no son, todas y cada una de ellas, verdaderos cánceres minados de privilegios?
¿Nadie se pregunta quien paga todo ese universo de desigualdad?
Claro, para responder esto no sólo hay que preguntárselo, sino también ser lo políticamente honesto y valiente como para hincarle el diente y tocar intereses tremendamente poderosos. Más fácil es dejarse convencer por el hegemónico pensamiento neoliberal y acusar de corporativismo a los trabajadores, que enfrentar a las potentes corporaciones médicas.
Es triste que ni siquiera el gobierno militar osó tocar este servicio de los trabajadores de ANCAP; ni los propios partidos llamados “burgueses” lo hicieron, no porque no tuvieran intenciones, sino porque carecían de consenso para llevarlo adelante. Se necesitó que llegara un gobierno “de izquierda” para que acometiera este trabajo sucio e hiciera fluir esa lógica “neutra” de funcionamiento.
En definitiva, en la Salud, en la Educación, y, si me apuran, en todos los temas, lo que no hay realmente es una izquierda que sea capaz de posicionarse y, realmente, oponerse desde la crítica y la denuncia a un sistema disfrazado de neutralidad, y que apunte a socavar esa lógica cargada de injusticias y desigualdades.
Es cierto que para eso se necesita el valor político y filosófico de atravesar la fantasía del capital, y esto significa, en ocasiones, la soledad política, abandonar cargos gubernamentales si es necesario y refundar una moral y una ética que nos coloquen en ese lugar que aparece como un vacío, pero que tiene la particularidad de ser capaz de significar un mundo nuevo.
Es más fácil, mediático, y permite juntar más votos, atacar a los trabajadores (hoy, los de ANCAP) que enfrentar al virus que ya nos colonizó.
Miguel Camacho, un trabajador “privilegiado” de ANCAP