La reunión de los ministros de Medio Ambiente del G7, que empezó el domingo en la ciudad italiana de Bolonia, concluyó ayer con una declaración en la que los países reafirmaron su decisión de continuar con el Acuerdo de París sobre cambio climático y se comprometieron a llevar adelante planes para financiar un plan de desarrollo sostenible. El texto fue firmado por todos excepto por Estados Unidos, que no secundó el apartado sobre el Acuerdo de París aunque prometió seguir reduciendo sus emisiones “de forma coherente con sus prioridades internas”.

La decisión se tomó días después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, anunciara su voluntad de retirarse del Acuerdo de París y terminar tanto con su implementación como con los compromisos financieros asociados. Argumentó que participar en el pacto perjudicaría a la economía, eliminaría puestos de trabajo, debilitaría la soberanía nacional y pondría al país en una desventaja permanente frente a otros.

No es ningún secreto que el G7 está dividido en torno a la estrategia medioambiental, especialmente desde que Trump llegó a la Casa Blanca. De hecho, el encuentro de ayer ni siquiera contó con la presencia del director de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos, Scott Pruitt, que participó el domingo en la sesión de apertura y luego regresó a su país.

Una vez firmada la declaración, el ministro italiano de Medio Ambiente, Gian Luca Galletti, dijo en conferencia de prensa que este “G7 podía ser el de la ruptura y finalmente fue el del diálogo”, al tiempo que recalcó que para seis de sus siete miembros “el Acuerdo de París sobre el clima es irreversible y no negociable”. Prometió además “un diálogo con Estados Unidos” sobre esta cuestión.

En el documento, el G7 también animó a “explorar los beneficios de una alineación de los sistemas fiscales de los países con metas medioambientales”, y aplaudió la decisión tomada en la cumbre de 2016 para la eliminación de los “ineficaces” subsidios a los combustibles fósiles.