La pelota ya no rueda por jugar. Ya a nadie le importa. El picadito del barrio y el grito de gol parecen lejanos. Los hinchas nos convertimos en clientes de un sistema perfecto del que no parece haber escapatoria. ¿O sí? Pagamos entradas, camisetas y partidos. Por todo pagamos. Pero hay algunos que creen que hay esperanza, que el fútbol es de nosotros y que no nos lo pueden quitar. Que la reivindicación de futbolistas, y hasta de hinchas, nos marca el camino. Así es que un ex entrenador, Ángel Cappa, y su hija periodista, María, comenzaron a investigar en profundidad el negocio de la pelota. Así nació el libro También nos roban el fútbol, que fue presentado anoche por los autores en el Museo del Fútbol, en el estadio Centenario.
Ángel Cappa es entrenador de fútbol y licenciado en filosofía y psicopedagogía. En sus tiempos como jugador defendió la camiseta de Olimpo y también la de Villa Mitre, los dos clubes de su ciudad, Bahía Blanca, donde nació en 1946. A lo largo de su dilatada trayectoria en el fútbol dirigió en Argentina a Racing, River Plate y Huracán, entre otros, pero además trabajó en Barcelona y Peñarol como ayudante técnico de César Luis Menotti, y en Real Madrid junto con Jorge Valdano. Su hija María lleva el acento castizo propio de los nacidos en Madrid, es licenciada en periodismo y tiene una maestría en teatro y artes escénicas. En el libro asumió el rol de investigadora, y llegó al origen del momento en el que el fútbol pasó de ser una pasión de multitudes al negocio de unos pocos.
–¿Quién nos roba el fútbol?
AC: –El poder económico. No solamente el fútbol; todos los bienes comunes nos los roban, los mercantilizan y los convierten en algo que se compra y se vende. De la misma forma nos quitan la salud pública, la educación pública, los derechos sociales, laborales, la cultura y también el fútbol. No se puede generalizar al espectador, pero por ahora la gente va aceptando las cosas como son. Nos hacen creer que no hay alternativas, que esta es la realidad y punto.
–¿Por qué los hinchas se transformaron en clientes?
MC: –Para que el fútbol sea un negocio multimillonario lo fundamental, al margen del espectáculo, es que alguien compre el producto. La diferencia entre el fanático y el hincha es que el fanático pierde la capacidad de razonar y sólo le queda el sentimiento. Cuando ya no pensás más allá del amor, es cuando empiezan a venderte. En España, por ejemplo, una entrada sale 100 euros y la compras, los partidos por la tele los compras, el merchandising lo compras. Si no hay clientes es imposible sustentar este negocio.
–¿Por qué esos hinchas no tienen la capacidad de reaccionar ante lo que se impone?
MC: –A los medios de comunicación los llaman “el cuarto poder” por algo: tienen mucha capacidad de manipulación. Tienen mucha capacidad de convencerte de que esto es lo bueno. Justo a papá le regalaron un libro sobre cómo se construyó el estadio Centenario para el Mundial de 1930. Hay una foto donde se señala que los medios de comunicación dicen que es gracias a ellos que el fútbol tiene tantos aficionados. Pero el estadio estaba a reventar, entonces queda claro que esa afirmación es mentira. Por eso se metió el negocio, por todo lo que generaba el fútbol. Le dan la vuelta a la tortilla para que parezca que es gracias al negocio que es el fútbol. Es complicado que una persona que trabaja diez horas al día salga de todo ese contexto y empiece a pensar todo esto. Pero ese es uno de los objetivos del libro, por lo menos aléjate un poco y fíjate en lo que está pasando. Aunque sea para que lo sepas, y luego tú decides.
–¿Por qué el fútbol para el futbolista se transformó en un trabajo?
AC: –La influencia del dinero le ha transmitido los valores del capitalismo al futbolista. Los valores son producir. El jugador deja de jugar por jugar y empieza a jugar para ganar. Se contradice lo que decía Eduardo Galeano, que había que jugar para jugar. Cuando íbamos al campito íbamos a jugar. El resultado era una excusa para jugar. Pero ahora no: ahora hay que producir puntos porque se trata de vender un producto. Se vende el que gana, el que pierde no vende. Se convierte en una obligación. Lo primero que le quitan al futbolista es el placer de jugar. Le dicen que es un trabajo. Para decir una frase que lo puede graficar muy bien: “Cuidadito con este juego, que no se juega con esto”. El jugador tiene que cumplir porque es un trabajo como cualquier otro. El jugador no encuentra el placer que buscaba, porque el fútbol nace del placer de jugar.
–¿Y en el campito qué sucede? Porque en los barrios aún se juega.
AC: –Tampoco se pierde del todo la rebeldía. La gente, tarde o temprano, reclama lo que le corresponde. Pero mientras tanto el tipo tiene que vivir, y si tiene que vivir hace lo que puede, porque tiene que ganar. Vive presionado con todas esas obligaciones, que son ficticias en general. En el barrio todavía no hay negocio, pero cuando el jugador llega a inferiores ahí aparece. No por él, sino por la familia, por los representantes; lo empiezan a convertir en una posibilidad futura. No sueñan con ser jugadores de fútbol, sueñan con ser Cristiano Ronaldo, con el dinero, la fama y todas esas cosas. Han transformado nuestro fútbol. El futbolista no aspira a jugar en Peñarol y Nacional, quiere irse a Europa para ganar dinero.
MC: –Es lo que plantean los jugadores del movimiento #MásUnidosQueNunca. Nos han convencido de que este es un fútbol pobre, y eso es mentira: es un fútbol empobrecido. Michael Etulain ha dicho que a todos nos gustaría estar en nuestro país, pero nos obligan a irnos a otros países porque si no, nos moriremos de hambre.
–¿Qué rol juegan en esta historia los dirigentes de los clubes según lo que investigaron en el libro?
MC: –En España, que es donde nos centramos, la transformación de los clubes en sociedades anónimas ha sido un campo de corrupción, no dicho por mí, sino por Transparencia Internacional [ONG que promueve medidas en contra de la corrupción]. Lamentablemente, no son dirigentes, son empresarios. Una vez que los empresarios españoles han vaciado los clubes, vienen de otros países a hacer una inversión. Está el caso del Valencia, del Málaga. Esa gente que no tiene ni idea y no tiene un interés en el fútbol y en todo lo que representa.
AC: –Eso es parte del robo. El fútbol le pertenece a la gente y no a estos tipos.
–¿Qué sucede con el juego en sí y con la forma de ganar? No parece ser lo que importa.
AC: –Se transforma en otra cosa. Hay que ganar como sea, y lo único que vale es el resultado. Esa idea también la asimilan los jugadores y los entrenadores. El juego era el vehículo para la identidad, para sentirte algo. Para sentir que pertenecías a algo: a un barrio, a una camiseta, a tu familia, a tus amigos. Eso es la transformación del juego. Lo han convertido en un negocio, y ese sentido de pertenencia desaparece. Lo que valen son los puntos y nada más. La forma de conseguirlo no importa en absoluto. Ahí viene toda la corrupción.
MC: –En Uruguay le he escuchado decir a Luis Suárez que el fútbol no es sólo fútbol. Diego Lugano me explicaba que Uruguay no tiene grandes eventos que hayan generado un sentimiento de unidad. Ese sentimiento de pertenencia nos lo da el fútbol. Entonces parece que nos quieren arrebatar parte de nuestra esencia y de nuestro sentido de pueblo. Por eso es tan importante recuperar el fútbol, porque recuperamos nuestra propia esencia como juego.
–¿Por eso se valora más el “poner huevo” que la forma?
AC: –Los jóvenes sí, porque se han criado en esta concepción del juego. Pero a los más veteranos, que vimos otro tipo de juego, este tipo de concepto nos repele. Un jugador en San Sebastián me contaba que terminaba el partido y se iba a una cafetería y se juntaba con los amigos. Los propios amigos le preguntaban y le decían cosas del partido, había un sentido de reflexión. Ahora no lo hay. Para los jóvenes el fútbol es esto, y para nosotros, los más veteranos, nos hace venir de otro significado. No aceptamos que para ganar haya que tirar la pelota afuera de la cancha.
–¿Por qué los medios tampoco se centran en analizar el juego en sí?
MC: –Afortunadamente hay varios ex futbolistas o futbolistas que se están revelando contra esa perversión. Diego Latorre ha creado su propia web, Gerard Piqué dijo que estaba harto y que iba a crear un medio para los jugadores. Los medios, especialmente la televisión, que es la que más llega, han trabajado mucho para generar ese tipo de contenido. En España, por ejemplo, eso empezó con las televisiones regionales, después del franquismo. Buscaron afirmarse como comunidad y como región. Se dieron cuenta de que con la excusa de la identidad, la gente se enganchaba mucho, entonces empezaron a hacer la programación alrededor del partido. No lo quieren soltar; antes el fútbol siempre era público, y ahora los partidos que podemos ver gratis son muy pocos. Los medios son los principales generadores de esto y los principales interesados en que esto no solamente no cambie, sino que vaya a más.
–María, ¿por qué te apegaste tanto a la movida del #MásUnidosQueNunca?
MC: –Me parecen importantes las cuestiones vinculadas a la rebeldía. Lo que pasa en Uruguay es una prueba de todos los tópicos que están contra los futbolistas. Se forman, se interesan por el juego, por la gente. Es una pelea de David contra Goliat. Hay una solidaridad y una unión entre los futbolistas dentro de una sociedad que es cada vez más individualista, y eso me parece muy conmovedor. Todos estos factores unidos me hicieron interesarme. Luego tuve vínculo con Mario Bardanca, con Rómulo Martínez Chenlo, con Michael Etulain, con Matías Pérez, y se crean afectos. Es mi gente. Ahora quiero que estén bien.
–¿Y a usted, Ángel, que es alguien que estuvo en el fútbol, qué le genera todo esto?
AC: –A mí me resulta alentador que la gente joven tenga la suficiente rebeldía como para oponerse a las injusticias y para reclamar lo que les corresponde. Lo veo como algo esperanzador, como una señal de que no todo está perdido. Todavía hay lugares donde se reclama lo justo y que no se dejan llevar por delante por el poderoso, por los que tratan de convencerte de que sos inferior. Me parece una actitud que dignifica no sólo a los uruguayos, sino a todos los jugadores.
–¿Cómo ve que los futbolistas en la actualidad tengan una formación mayor y les guste aprender cada vez más?
AC: –El futbolista viene de barrios humildes y tiene la oportunidad de salvarse económicamente. Ahora, es una medida muy saludable que los jugadores empiecen a pensar más allá del fútbol. Hay un dicho que dice que el que sólo sabe de medicina, ni de medicina sabe. Menotti dijo: “El que sólo sabe de fútbol, ni de fútbol sabe”. Me parece muy bien que los jugadores piensen que viven en una sociedad y que son parte de ella. Hay una realidad que oprime a los futbolistas.
MC: –El que trabaja de carnicero, el que trabaja de taxista, es gente que se rompe la espalda trabajando muchas horas y llega a su casa muerto. Tampoco se preocupa por ir a la universidad o formarse, porque la vida lo lleva por ese camino, porque no puede. No es sólo algo que les pasa a los futbolistas, que muchas veces no pueden ocuparse de otros temas por su contexto, por su realidad. Hace poco, Diego Riolfo [ex jugador de Wanderers actualmente en el fútbol mexicano] se quejaba porque no podía estudiar. Institucionalmente el sistema no estaba preparado para eso, ni los entrenadores. No es sólo que el futbolista, sino que el contexto de los trabajadores les pone las cosas muy complicadas. Hay que poner muchas ganas para formarse.
–¿Es posible salvar al fútbol?
AC: –Claro que sí. Es posible hacer una sociedad más justa.
MC: –Mira lo que han conseguido los jugadores de la selección uruguaya, algo que parecía que era imposible: han conseguido ser dueños de sus propios recursos y de su propia imagen. En Inglaterra, cuando quisieron subir los precios de las entradas en Liverpool, los aficionados dijeron: “Hasta aquí hemos llegado”. Se plantaron y se hicieron respetar. El fútbol es nuestro, entonces el precio va a ser el que podamos pagar. En España e Inglaterra han surgido clubes de accionar popular, que si bien no pueden competir profesionalmente, devuelven ese espíritu de club de barrio.
AC: –El discurso del poder es convencernos de que no es posible, de que no hay alternativa. Esto es así. Mario Vargas Llosa, que es un intelectual al servicio del poder, dice que tratar de cambiar esta realidad es luchar contra la ley de la gravedad. Pero eso es mentira.
MC: –Uruguay ha peleado contra la ley de la gravedad y la ha vencido. Solamente por ser firmes, por estar unidos, por ir con la justicia por delante, y contando con el apoyo de los grandes pesos pesados de la selección. Dile tú a Luis Suárez, a Diego Godín y a Edinson Cavani que no. ¡Se arma un quilombo en el fútbol uruguayo que no lo sostiene nadie!