Ayer hubo disparos y explosiones en un complejo turístico de la capital de Filipinas, Resort World Manila, cuyas instalaciones incluyen un casino, un centro comercial y un hotel, y se sospechaba de un atentado terrorista. Policías, bomberos y servicios médicos acudieron al lugar para atender la situación y evacuar a los civiles, pero no informaron sobre lo que sucedía. Las imágenes del lugar mostraban humo saliendo del edificio y algunos medios de comunicación publicaron fotografías de personas con heridas de bala. Los testimonios de quienes estuvieron en el lugar hablaban de caos y de personas intentando escapar, incluso saltando por las ventanas de un segundo piso.

La única autoridad que se refirió a lo ocurrido fue el jefe de Policía de Filipinas, Ronald dela Rosa, quien dijo que no creía que se tratara de un atentado terrorista y que sospechaba que había sido un robo. Según Dela Rosa, un hombre armado ingresó a robar, disparó varias veces para asustar a las personas que estaban en el lugar y se llevó millones de dólares en fichas de casino. “Ahora mismo no podemos hablar de terrorismo”, agregó. También dijo que más de 20 personas habían sido atendidas por los servicios de salud, pero que sus heridas fueron causadas por el caos que se generó cuando trataron de escapar, no por los disparos.

Ya en la madrugada de Filipinas, el grupo yihadista Estado Islámico (EI) reivindicó el ataque, según la organización estadounidense SITE Intelligence, que monitorea las redes yihadistas. De acuerdo con SITE, EI atribuyó el ataque a “lobos solitarios” que respondieron al llamado del grupo. El mensaje habría sido emitido desde la ciudad de Marawi, en el sur de Filipinas, donde desde la semana pasada hay enfrentamientos entre las fuerzas de seguridad y milicias afiliadas al grupo yihadista que tomaron parte del territorio.

El martes de la semana pasada, el Grupo Maute, una milicia filipina que declaró lealtad a EI, anunció que había tomado tres barrios en Marawi. Rápidamente el gobierno de Rodrigo Duterte impuso el toque de queda en la ciudad y anunció el envío de tropas para retomar el dominio del territorio. En simultáneo, lanzó una serie de bombardeos sobre lo que denominó “puntos estratégicos” de la ciudad que habían sido tomados por los yihadistas.

En una semana de fuego cruzado, según datos oficiales, murieron más de 100 civiles, reconoció ayer Zia Alonto Adiong, portavoz del Comité de Gestión de Crisis de la región de Lanao del Sur, en la que se encuentra Marawi. El portavoz también dijo que el gobierno regional estima que unas 2.000 personas siguen estando atrapadas en los barrios controlados por yihadistas, aunque hubo operativos para evacuar civiles. En cambio, según las Fuerzas Armadas filipinas, desde que comenzaron los enfrentamientos murieron 120 yihadistas, 25 soldados y sólo 19 civiles.