Prof. Isabella, escribo en respuesta a su nota “Es la política, estúpido”, y me centraré en el caso de la Universidad de la República (Udelar), que es el que conozco directamente.
Usted, como profesional, docente e investigador universitario, no debería estar ajeno a la realidad de la Udelar, que persistentemente reclama lo que considera un presupuesto justo en cada discusión del presupuesto nacional y las sucesivas rendiciones de cuentas. Mi historia personal me permite recordar la lucha en los años 90, 2000, y 2010. Particularmente triste fue el episodio de 2015, cuando el gobierno emitió el decreto de esencialidad, logrando indirectamente convocar a la marcha más grande por la educación de los últimos años; entre las más de 60.000 personas que marchamos ese día recuerdo particularmente el testimonio de gente con el alma hecha añicos diciendo “hasta acá llegué”, en referencia a la militancia frenteamplista.
La Udelar, siendo pública y gratuita, y a pesar de la masividad de muchas de sus carreras, no deja de ser, lamentablemente, elitista. En efecto, la suficiencia académica en secundaria no es suficiente, valga la redundancia, para estudiar una carrera universitaria, hacen falta familias que puedan respaldar al estudiante, al menos en los primeros años. Las becas de bienestar universitario contribuyen a paliar esta realidad, pero son claramente insuficientes, tanto en monto como en cobertura. En 2015, el mensaje presupuestal negó explícitamente a la Udelar una partida para becas de estudiantes de grado, que buscaba aportar en el sentido de la equidad en el acceso.
Como universitario, sabrá usted también Prof. Isabella, que los ayudantes y asistentes (G1 y G2) son generalmente contratados por 15 o 20 horas, con ingresos sensiblemente inferiores a los que menciona en su nota con respecto a Secundaria, para no mencionar la cantidad de ayudantes honorarios que permiten que la universidad siga funcionando en las condiciones de masividad a las que hacía referencia anteriormente.
O sea que, reconociendo, como hacen persistentemente los sindicatos de este país, que se ha avanzado en materia presupuestal, sea honesto en reconocer que la situación dista mucho de estar resuelta. La brecha presupuestal no la inventaron los sindicatos, que, reitero, en cada oportunidad que tienen reconocen los esfuerzos del gobierno y por eso se ganan un día si y otro también el mote de oficialistas por parte de la prensa del sistema. No, la brecha presupuestal existe porque sigue habiendo necesidades que cubrir, y porque además, la meta del 6% para la educación pública y del 1% para investigación no la pusieron los sindicatos, la puso el partido de gobierno y es una promesa electoral de primera importancia. Su diatriba contra los sindicatos de la enseñanza me trae a la memoria al Dr. Julio María Sanguinetti y su trístemente célebre “nunca perdí un conflicto”.
Debo reconocer y agradecer, sin embargo, la cristalinidad del planteo, que viniendo de alguien que firma con su cargo en el gobierno, debo tomar como versión oficial y autorizada: no hay más para repartir, el compromiso del 6+1% es una exageración que nunca se debió haber formulado, y no hay posibilidad de acuerdo. Los hechos refrendan su artículo, ya que el gobierno decide enviar la Rendición de Cuentas con diez días de antelación, dando un portazo a la negociación con los sindicatos y el mismo partido de gobierno, que no parece tener mucha incidencia en las decisiones de “su” gobierno.
Pero vayamos a los números: se dice que no hay “espacio fiscal” para mayores aumentos, porque estamos saliendo de una recesión y no conviene forzar la máquina, ¿pero qué me dice de los centenares de millones de dólares en exoneraciones fiscales que otorga el gobierno a las empresas, según nos enteramos por este mismo medio? Se me dirá que son imprescindibles para atraer la inversión, y que eso genera trabajo y un largo etcétera argumental que puedo llegar a entender en el caso de emprendimientos productivos, ¿pero cómo se entienden el el caso de empresas que compiten directamente con las empresas del estado, como por ejemplo Telefónica? No hay espacio fiscal, pero se promete una inversión de 1.000 millones de dólares para que la nueva planta de UPM pueda sacar su producción hacia el puerto de Montevideo. No hay espacio fiscal, pero hay notorios amigos del gobierno que prestaban su avioneta para el entonces presidente José Mujica que dejaron colgado al Banco República y a los trabajadores, y siguen siendo subvencionados con plantas de generadores eólicos (no olvidemos que el estado le asegura la compra de la energía a las empresas que instalan generadores eólicos, no importa si se consume o no, ¡un negocio brillante!....para el privado). ¿Qué me dice del emprendimiento fallido de explotación minera en Valentines que dejó a trabajadores en la calle y otra deuda incobrable que ahora se está intentando resarcir rematando los terrenos?, ¿su gerente general no era un ex-jerarca del gobierno?
Lo que parece que el gobierno no se plantea es buscar la riqueza donde está, porque lamentablemente parece que hay intereses que no se pueden tocar. Debo reconocer sin embargo que el intento de cambiar las reglas de juego de las jubilaciones militares es impostergable y celebro que se esté intentando.
En cuanto a su velada amenaza de que si no se dice amén al gobierno vuelve la derecha y se pierde todo lo conquistado, debo achacarle o bien ingenuidad o bien deshonestidad y/o pereza intelectual. Los gobiernos llamados progresistas de Argentina y Brasil no se derrumbaron por la acción despiadada de los sindicatos radicales, se derrumbaron porque cuando llegó el momento de decidir entre profundizar el modelo y atacar intereses de las clases dominantes, o aligerar el discurso para no asustar a los votantes, se eligió el segundo camino. En nuestro país deberían haber tomado nota de que la gente no es estúpida, y que entre el original y la fotocopia, prefiere el original: ¿para qué votar a Scioli que se quiere parecer a Macri?
Esto no es nuevo, hace años que a la socialdemocracia europea le entró el chucho en el cuerpo y se ha dedicado a abrazar, con la pasión del converso, todas las recetas neoliberales que buscan destruir el estado de bienestar, con el evidente resultado de que casi no quedan gobiernos socialdemócratas, y el discurso hegemónico es el liberalismo asociado a los gurúes de la economía digital (capítulo aparte para los profetas de Silicon Valley, buenos amigos de su gobierno, la mentira de la economía colaborativa y de la democracia no mediada por inconvenientes representantes). El domingo pasado se cantó la internacional en el cierre del congreso del PSOE, de tanto arraigo local, pero pocos días antes no votaron la moción de censura presentada por Unidos Podemos al gobierno del Partido Popular, que hubiera permitido formar un gobierno alternativo; o sea, la historia de la izquierda que invoca las razones del artillero para hacer políticas de derecha viene de larga data, y el resultado siempre es el mismo: gana la derecha. Por suerte han aparecido algunas señales, hay un gobierno de unidad de la izquierda en Portugal, y un tal Jeremy Corbyn le acaba de dar un buen susto a la derecha británica invocando los valores socialdemócratas de toda la vida, haciendo una alianza fuerte con los jóvenes y los trabajadores.
Debo ser honesto y reconocer que hay muchas cosas que han mejorado en este país: se ha avanzado en justicia tributaria implantando el IRPF (pero se toca mínimamente al capital), se ha implementado el Sistema Nacional Integrado de Salud (pero no se le pagan las cápitas al Hospital de Clínicas), se ha mejorado ostensiblemente el presupuesto educativo (pero no se ha logrado cambiar la educación), se han mantenido y fortalecido las empresas públicas, incluyendo una mejora enorme en el acceso a las TICs (pero se ha profundizado la tercerización de los servicios). El país exhibe algunos indicadores que nos ponen en mejor posición que la mayoría de los países de la región, pero sin embargo cada vez veo más personas viviendo en la calle y/o en condiciones de precariedad alarmante en los cinturones poblados de las ciudades, y no puedo dejar de mencionar algunas políticas que llaman mucho la atención, como la participación en maniobras Unitas y fuerzas “de paz” de la ONU en diversos conflictos, la aprobación de más de una decena de episodios transgénicos y la promoción del monocultivo de la soja que ha contribuído a contaminar los cursos de agua y amenazar la salud de la población rural, la promoción del modelo extractivista (minas de oro, prospección petrolera, emprendimiento fallido de Valentines), la prescindencia en el tema Derechos Humanos, con el triste episodio de la ausencia en las audiencias de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (golpeando todavía en la vergüenza colectiva), y la agenda de seguridad comprada a la derecha (con videovigilancia, espionaje a los estudiantes y bochornosos apremios en las cárceles de menores incluida). Y podría seguir, lamentablemente; déjeme solo mencionar para terminar la condonación de una deuda de más de diez millones de dólares al empresario futbolístico Francisco Casal por parte de la DGI.
Ya me dirá usted, Prof. Isabella, de qué signo le da el balance general de los gobiernos de los últimos 12 años; a mi me da un gobierno que ha buscado hacer crecer el país con las reglas del capitalismo y del poder, y que se ha ido convenciendo de que no hay otro relato posible, y de que cualquier resistencia es fútil. En fin, un gobierno entregado a los poderes fácticos. ¿Será demasiado tarde para empezar a confiar un poco más en la gente?