El gobierno polaco, del partido ultraconservador Ley y Justicia, recibió con los brazos abiertos a un Donald Trump al que ve como un aliado clave. No sólo dispuso carteles de bienvenida y una agenda diagramada a medida para el presidente estadounidense, sino que además organizó todo para que su primer acto público fuera de Estados Unidos tuviera como escenario una de las principales plazas del país, la Krasinski, frente a más de 15.000 polacos que fueron llevados al lugar por el gobierno.

En un discurso que perfectamente podría haber sido pronunciado por cualquier partido de ultraderecha europeo, Trump se preguntó: “¿Tenemos el deseo y el coraje de preservar nuestra civilización ante aquellos que la subvertirían y la destruirían?”. Abogó por limitar la inmigración y defender a “Occidente”, y disparó contra Rusia, país al que acusó de llevar adelante “actividades desestabilizadoras en Ucrania y en otros lugares” y de apoyar a “regímenes hostiles”, como el de Siria y el de Irán. “Le pedimos [a Rusia] que se una a la comunidad de naciones responsables en la lucha contra nuestros enemigos comunes y en defensa de nuestra civilización”, reclamó. Además, en una conferencia de prensa posterior, Trump reivindicó su compromiso con la Organización del Tratado del Atlántico Norte, que ha sido demostrado, aseguró, “no sólo con palabras”, sino también “con acciones”.

Al ser consultado directamente sobre si cree que Rusia interfirió en las elecciones en las que fue electo, Trump respondió: “Creo que bien podría haber sido Rusia, bien podrían haber sido otros países. Mucha gente interfiere”. Cuando se le pidió que respondiera sí o no, agregó: “Nadie puede estar completamente seguro”.

Trump se reunirá hoy con el presidente ruso, Vladimir Putin, mientras en Estados Unidos se investiga si ese país intentó incidir en la votación con la intención de favorecerlo. El encuentro genera una gran expectativa no sólo por eso, sino también porque ambos han intercambiado públicamente tanto elogios como críticas.