“Previo a la cumbre del G20, Japón y la Unión Europea [UE] van a demostrar la firme voluntad política de agitar la bandera del libre comercio”, decía Shinzo Abe, primer ministro de Japón, la semana pasada, en una conferencia de prensa que dio junto a Jean-Claude Juncker, el presidente de la Comisión Europea, para anunciar un acuerdo comercial entre ambas partes. Para dejar en claro que el principal destinatario de esas palabras eran las intenciones autárquicas del gobierno de Estados Unidos, Juncker agregó: “Estamos convencidos de que el proteccionismo no es el camino”.

La UE y Japón representan un tercio de la economía mundial: entre ambos dan cuenta de 40% del comercio mundial. Además, ambas regiones suponen 10% del total de la población del planeta. Ambas partes negocian un acuerdo de liberalización comercial desde hace cuatro años y decidieron anunciar su concreción en el mismo escenario en el que se realizaría la cumbre del G20.

Además de suponer un paso simbólico en la delicada situación internacional actual, el Acuerdo de la Asociación Económica cubre tanto productos como servicios, incluidos los financieros, y eliminará los aranceles a 99% de los productos que comercian las dos partes una vez que concluyan los períodos de transición negociados.

Uno de los últimos puntos en cerrarse fue el del sector lácteo, ya que los productores de ambas partes se negaban a una plena liberalización. También se eliminarán los aranceles para el ganado vacuno en 15 años y para el porcino en diez, al igual que para alimentos procesados, como la pasta y el chocolate.

Japón aceptó proteger 205 denominaciones de origen de algunos productos europeos y accedió a crear una ventanilla única para tramitar licitaciones públicas a las que podrán presentarse empresas europeas. Para estas empresas se darán garantías adicionales que aseguren que la contratación a nivel local se llevará a cabo en base a principios de “no discriminación e igualdad de trato”.

Respecto del sector automotor, Japón logra destrabar las exportaciones a tasa cero, algo a lo que siempre se negaron los países europeos, al influjo de una industria regional que sabe que no está en condiciones de competir con la japonesa. Para acordar esto Japón accedió a conceder un período de transición a la UE para eliminar los aranceles.

Sin embargo, algunos temas siguen pendientes de resolución, como el capítulo sobre protección de inversiones.

La UE insiste en la necesidad de crear un tribunal para dirimir las disputas entre inversores y estados, algo que rechaza Japón, que prefiere un sistema de arbitraje privado. “No es ningún secreto que Bruselas está presionando”, dijo el jefe de la delegación japonesa, Norio Maruyama, a la cadena alemana Deutsche Welle.

Maruyama agregó que la UE tiene en este tema nociones “muy propias”, mientras que Japón tiene otras. “En este momento hay dos propuestas sobre la mesa: la europea y la japonesa. En el medio, nada”, sintetizó.

Asimismo, siguen sin resolverse los temas ambientales. Varias organizaciones ecologistas y eurodiputados se han quejado de que los negociadores europeos no han exigido a Japón garantías suficientes para la protección de los bosques y de las ballenas.

Enfrente, Japón no ve con buenos ojos el brexit, debido a que existen cuantiosas inversiones de ese país en Reino Unido que fueron hechas en el supuesto de que era parte de la UE. La prensa japonesa insiste en que si el brexit se concreta, el acuerdo deberá ajustarse.

Los negociadores de las dos partes seguirán trabajando para resolver asuntos técnicos pendientes, con la mira puesta en alcanzar el texto del acuerdo antes de fin de año.

Su anuncio, meses antes de la concreción definitiva, es un claro gesto dirigido tanto al gobierno estadounidense como al de Reino Unido, que está negociando su salida del bloque. Pero es más general. Es un pequeño acto para demostrar “que el mundo no tiene necesidad de volver 100 años atrás”, como dijo el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk.