El exabrupto y lo grotesco de la violencia al final del partido que Central de San José le ganó bien a Wanderers de Artigas en el Casto Martínez Laguarda me golpeó y molestó tanto como la irrupción de sus imágenes caseras y aficionadas en las góndolas de policiales, reality show e infotenimiento de los noticieros nacionales de la televisión privada, sin siquiera emparentarlo desde una perspectiva informativa con el resultado del partido y con el desarrollo del campeonato ni o enmarcándolo en el desarrollo de la competencia más integradora y más nacional del deporte más popular y más exitoso de Uruguay.
Los líos, la violencia y la barbarie en forma de generala no nos tomaron por sorpresa porque Deportivo Uruguay, y entonces la diaria, estaba ahí para traer en directo el partido que definía el cuarto semifinalista de la Copa Nacional de Clubes de la Organización de Fútbol del Interior (OFI). Así como minutos antes Juan Aldecoa había gritado para Radiodifusión Nacional del Uruguay el golazo de Marcelo Delgado que marcaba el 2-0 para los josefinos, también nos había anoticiado de esas miserias que suelen aparecer en las contiendas deportivas colectivas de todo el mundo, con personas que extienden la contienda a los golpes.
Feo, feísimo, sin sentido. Pasó y seguirá pasando, y es muy posible que sí, en el marco de la relación que parecen imponernos los noticieros de la televisión privada, en tanto un hecho policial y violento, sea motivo de difusión y exposición por el 4, el 10 y el 12. Va en la lógica de su política de comunicación, se ajusta de manera casi perfecta a sus recortes de realidad, y tiene verosimilitud con los modelos de violencia e inseguridad en los que aparentemente nos quieren sumir por la vía de sus formatos, que es un poco por la vía de los hechos elegidos y sugeridos.
El círculo vicioso de mediacancha
Esta vez los noticieros dominicales fueron los iniciadores del círculo vicioso que recorrió cadenas televisivas internacionales, crónicas de prensa, editoriales radiales y –lo que es peor por estos días– foros paupérrimos en las redes sociales. Los líos por todos lados, pero nada de la competencia, los resultados, los clasificados, los goles, hasta de ese mismo partido, que seguramente estaban en el mismo mp4 que habrá llegado vía whatsapp. Nada.
Eso es lo que te parte al medio. Y además te da una rabia y una impotencia enormes, porque antes de que algunos deportistas empezaran su irracional ataque, una vez que había clasificado Central de San José y había quedado eliminado Wanderers de Artigas, y con ello frustrada la posibilidad de la quinta copa, habían transcurrido 96 partidos de una copa, la máxima de los clubes de OFI, la mayor organización federativa con representación en distintos rincones del país, con 61 ligas y más de 140.000 futbolistas fichados. Y nunca, como es habitual en los etnocéntricos canales de televisión privados montevideanos, travestidos de nacionales, habían dado noticias de los campeonatos. Ni siquiera después de que finalizó el Torneo Intermedio de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF) –cuando los medios imponen el “no hay fútbol”– fueron capaces de mirar, aunque más no fuera por negocio, a las canchas del interior.
También nos roban el fútbol
Pasaron 260 partidos de las copas A y B, en las más diversas canchas, con las más variadas indumentarias, con figuras atléticas de innegable proyección, con busardas prominentes que no renuncian a su hambre de gloria pueblerina, con kilómetros hechos en camiones o en un magicbus, con estadios internacionales como el Atilio Paiva Olivera o canchitas casi vecinales con sus alambrados de hilos. Y nunca existieron –existimos– para los potentes medios de comunicación que en sus segmentos deportivos entienden que el fútbol es Nacional y Peñarol, o que directamente proclaman que no hay fútbol si no se juega por la Primera División de la AUF.
Pasaron ternas de árbitros con uniformes color ratón, desteñidos cuervos que no leyeron la care label que dice “no secar al sol”, penales cobrados y convertidos en tiros libres, grescas y cervezas. Pasaron 66 clubes en campeonatos, 90 días desde el inicio de las competencias, más de 1.000 deportistas sudando la camiseta, y ya están los ocho equipos que siguen alimentando su sueño de hacerse con la Copa Nacional de Clubes, teniendo en cuenta la A y la B, y sigue sin haber novedades de imágenes o información, de resultados de goles de caños, de chilenas, de trancazos de voladas mágicas. Nada, hasta que unos hombres pegándose, insultando y emparentando la barbarie con el espectáculo aparecen en nuestros televisores y, después, en Argentina, Chile y Paraguay. En nuestros televisores aparecen casi en la sección policiales; en el exterior, como secuencia de un partido en el interior de Uruguay.
Crema de ordeñe
La OFI aglutina por estos días a 61 ligas en todo el territorio nacional, aseveró hace poco a Deportivo Uruguay el gerente Carlos Segura, quien reveló que la organización es la mayor promotora de futbolistas federados en el país, ya que ficha a 8.000 jugadores por año.
Tiene un campeonato de clubes interdepartamental, interciudades, que para todos aquellos que nacimos o nos criamos fuera de Montevideo es el máximo sueño a nivel de clubes. Es la Copa de Campeones del Interior –hace unos años rebautizada Copa Nacional de Clubes–, que desde hace tres temporadas se juega por dos vertientes: la A, con un grupo de 20 clubes fijos con ascensos y descensos; y la B, que, manteniendo el espíritu inicial, aglutina a los campeones y clasificados de las distintas ligas y no sólo premia al mejor de esos mejores, sino que además promueve ascensos a la A para la siguiente temporada.
Hasta el momento de la irrupción a nivel nacional de las imágenes sin contexto alguno de los líos del final del partido entre Central de San José y Wanderers de Artigas –estaban jugando el partido de vuelta de los cuartos de final, que terminó conduciendo a semifinales a los de San José, que ganaron los dos partidos (2-1 en Artigas y 2-0 en el Casto Martínez Laguarda)–, por la Copa A se habían jugado 96 partidos en el transcurso de meses, con 20 equipos de 16 pueblos en representación de 12 departamentos y 13 ligas. No hubo, salvo excepciones, ni información, ni imágenes aisladas, ni mucho menos seguimiento de una competencia que lleva a las canchas a entre 8.000 y 10.000 personas cada fin de semana cuando se disputa la fase de grupos.
La Copa B, que también lleva tres meses de ayuno informativo o seguimiento en los canales privados, ha sumado hasta hoy 160 partidos en los que participaron 46 equipos de 34 pueblos que representan a 16 departamentos y a 30 ligas.
El último fin de semana dieron el paso al frente los que quedaban por clasificarse y se consumaron pequeñas hazañas que generaron grandes alegrías y tristezas de igual intensidad. Toda una sacudida emocional que, sin embargo, se reduce a la barbarie de una pelea registrada por cámaras prestadas que pretendían recoger la búsqueda cotidiana de la gloria y terminaron siendo exportadoras involuntarias de un espectáculo distinto e ingrato.
No se justifica que los medios de comunicación, en sus versiones pretendidamente nacionales e informativas del tipo prensa, radio, televisión y web, ignoren casi olímpicamente eventos que involucran a buena parte de nuestra comunidad. El fútbol del interior, al igual que sus campeonatos, es casi ignorado por los sistemas de información y divulgación del país.
Hasta ahí se lleva. Son comportamientos empresariales que hacen lo que entienden conveniente para sus negocios. Pero que la única y particular entrada de la competencia como noticia sea un envío lleno de violencia y nada representativo del evento, al que desconocen por completo, es por lo menos una señal controvertida. Estaría bueno, aunque más no fuera, que se informara de que, además de esa fea y desconsiderada actitud de deportistas apelando a la violencia, algo importante pasa por ahí en nuestras canchas. Y dejar de afirmar que este fin de semana “no habrá fútbol”, siendo que el tipo, la doña que está viendo, escuchando o leyendo eso está a diez cuadras o a 72 kilómetros de lo que podrá ser una de las jornadas deportivas del año para los jugadores y sus hinchas, sus vecinos, sus amigos, sus conocidos de la calle, del liceo, de la cuadra, del club.
“Estamos afuera”, dice un montevideano cuando no está en Montevideo. La mayoría de las veces está adentro: adentro del país. Del fútbol de adentro están afuera los circuitos de información nacional.
Eso no sólo pasa cuando la supuesta oferta superior, la del fútbol profesional de la AUF, el de Primera División, el de Nacional y Peñarol, está en pleno desarrollo. (Entonces, claro, no alcanzan los presupuestos y los tiempos y no se le puede dar pelota a todo aquello que no pase por la capital).
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Fue en la vieja San José de Mayo, en el viejo Casto Martínez Laguarda, pero podría haber sido en Melo, en Libertad, en San Carlos o en Fray Bentos. Clubes con muchos años, tantos como esfuerzos, frustraciones y caminos. Hay mucha emoción y mucha magia, porque los cracks de las tres y media de la tarde están ahí al alcance de la mano. En el calentamiento atrás de la tribuna, en los amplios espacios internos que suelen tener los estadios del interior, la emoción campea. Ahí, entre esos muchachos, esos vecinos que se aprontan como para jugar la final del mundo aunque mañana no sean la tapa del diario ni aparezcan en Pasión, sienten que están ante el momento deportivo de su vida. Pero en los noticieros de la televisión suenan las sirenas de las policiales, y entonces, marche preso. Y lejos de la transmisión de Nacional por Youtube o de la presentación del último crack que llegó a Peñarol, los influencers de la televisión, como si una hibridación de blooper y moralismo barato fuese la plena representación del fútbol de la OFI, nos ponen en pantalla eso, olvidando o desconociendo la vida y la historia de esos 150.000 portadores de la garra charrúa que, bolsito en mano, cada fin de semana son portadores de una ilusión que no sabe de flashes ni de sets televisivos. Entonces tienen razón, y en su lógica de este fin de semana no hay/no hubo fútbol, editan para las policiales del infotenimiento y el adoctrinamiento falaz, la patada voladora y la corrida de unos gauchos de afuera que se trenzaron en generala.
No hay fútbol.