Cada fin de semana es una prueba de fuego para el carbonero. Ganar pasa a ser lo más importante, pero la forma en que se haga importa, y mucho. Hasta ahora, el equipo dirigido por Leonardo Ramos no convence, a pesar de que ganó los dos encuentros disputados en el Clausura y es el único líder del torneo. La seguidilla de malos resultados sufridos en los encuentros de preparación, en conjunción con la no obtención del Apertura y la prematura eliminación de la Copa Libertadores, hace que el hincha no tenga feeling con lo que ve en la cancha. Peñarol ganó el sábado. Y punto.
La presión tácita se nota en la cancha. La sienten los jugadores y el cuerpo técnico. Los hinchas la demuestran. El trámite de la victoria frente a Liverpool el sábado en el Campeón del Siglo fue sumamente cambiante. Mientras el local presionaba, el hincha se entusiasmaba, pero cuando las cosas no salían aparecía el nerviosismo que ha caracterizado a Peñarol en los últimos tiempos, y los errores comenzaban a notarse. Pero esta vez los aurinegros pudieron sortearlos.
Ramos paró un equipo muy ofensivo, con un esquema 4-4-2 que tenía al Cebolla Cristian Rodríguez por la izquierda, al Chiche Matías Corujo por la derecha y, en el ataque, a la dupla argentina conformada por Lucas Viatri, como referencia de área, y el rosarino Maximiliano Rodríguez, más volcado hacia afuera. Los primeros minutos fueron de constante presión, aunque no hubo mayor peligro.
Cuando pasó el temporal, Liverpool se acomodó en la cancha y consiguió generar peligro sobre el arco de Kevin Dawson. La más clara, cuando habían transcurrido 20 minutos de juego, llegó a partir de una linda contra que inició Nicolás Royón por la derecha. El centrodelantero cambió roles y le mandó un divino centro a Juan Ignacio Ramírez. El Colo cabeceó de gran forma y la pelota se fue apenas rozando el palo derecho de Dawson. Luego, sobre el final del primer tiempo llegó lo más claro de Peñarol: centro de Lucas Hernández, la bajó Viatri de cabeza y el Cebolla se lo perdió solo frente al arco al calzarla muy de abajo.
Segundas partes fueron buenas
En el complemento se produjo la prueba letal para los mirasoles. A los poco minutos del inicio, Nicolás Royón le metió un certero pase a Federico Martínez. El jugador surgido en la cantera negriazul no vaciló, se fue expreso al arco y, ante la salida de Dawson, picó la pelota por arriba con un gran gesto técnico. Golazo para los de Belvedere que cayó feo en los locales. Por si fuera poco, unos minutos después, Adolfo Lima tuvo una chance con un bombazo, pero Dawson evitó el segundo gol negriazul con una muy buena intervención.
Ante la adversidad, Ramos respondió con cambios ofensivos. Sumó a Fabián Estoyanoff y a Diego Rossi, y el equipo se paró con más hombres en ataque. La referencia seguía siendo Viatri, que había ganado varias veces de cabeza e iba a contar con socios en velocidad por afuera. A su vez, los Rodríguez iban a estar cerca del ataque, en la generación de juego y de opciones de gol.
Con la presión y el nerviosismo, Peñarol empezó a jugar en el campo rival y a llegar cada vez más. Liverpool no tuvo otra opción que cortar su juego, y se quedó con un hombre de menos. Michel Acosta bajó dos veces a Maximiliano Rodríguez y recibió la segunda amarilla, que dejó a Liverpool en desventaja numérica, algo que sería clave en el posterior desarrollo del juego.
Los aurinegros iban constantemente y lograron llegar al empate. Un centro de Lucas Hernández desde la zurda fue cabeceado por Diego Rossi, y por el centro del área chica apareció el rosarino Maximiliano Rodríguez para marcar el 1-1.
Con ese panorama ingresó a la cancha el salteño Cristian Palacios, que fue la carta de gol. Cuando aún su permanencia en Peñarol no está confirmada –se maneja que hay ofertas desde Europa–, el de Belén salvó a los aurinegros cuando faltaban diez minutos para el final. Esta vez el centro fue del Cebolla y el goleador apareció en el área con un precioso cabezazo para darle los tres puntos a su equipo, que le valieron la condición de quedar como primeros del Clausura.