De atrás, River Plate venció 2-1 a Nacional aprovechando debilidades ajenas y haciendo valer virtudes propias. El River de la Aduana y el Prado quedó tercero en la tabla del Torneo Clausura, superando por un punto a su rival de ayer. Podría haber sido empate, podría haber ganado uno u otro. No hubo grandes demostraciones de fútbol, pero existieron elogiables despliegues y ganas de hacer bien las cosas. En estas horas, suponemos, 99% de los comentarios estarán centrados en las falencias de Nacional demostradas justo en la semana previa al clásico. Parece mejor hacer ver algunas buenas acciones futbolísticas de ambos lados y los errores que ambientaron un emotivo encuentro a todo sol y a todo verde en ese escenario magníficamente amable que es el Parque Federico Saroldi, aunque ayer padeció excesos evidentes en el exagerado operativo de seguridad desplegado. ¿Cuántos gastos consume eso? Y ¡cuántas molestias! Da la impresión de que nos estamos pasando de rosca en esa temática.
Con el diario del miércoles es fácil decirlo: Nacional dejó fuera del partido con River Plate, en forma consciente, a tres titulares –Rodrigo Aguirre, Sebastián Rodríguez y Alfonso Espino– que confesaron, con mayor o menor claridad, que habían buscado una amonestación más para asegurarse que estarían presentes en el clásico con Peñarol. ¡Pero no jugaron ayer con River! Y ese hecho puede haber sido negativamente decisivo. Sólo “puede haber sido”; nadie lo podrá asegurar, pero sí se puede suponer o intuir que, tal vez, habrían dado otro vuelo al juego y mayor contundencia al equipo de Martín Lasarte.
Después de esta observación al margen, corresponde decir que el partido del segundo intento –el domingo había sido suspendido por estar la cancha anegada– fue algo atípico y jugado en un escenario que Nacional no visitaba desde hacía diez años.
El equipo tricolor dominó claramente la primera media hora del partido. Convirtió un buen gol ya a los 12 minutos, y 12 minutos después, a los 24, volvió a hacerlo, pero una mala apreciación del árbitro Javier Bentancor no validó este otro tanto, legítimo, convertido por Sebastián Fernández luego de que Kevin Ramírez estrellara contra un palo un peligroso remate. En el arco opuesto no hubo jugadas de gol constatables durante esa primera media hora.
Pero el volante Diego Arismendi, que dirigía el tránsito del medio juego con libertad creativa, quedó fuera de acción a los 30 por una lesión en un tobillo. Su falta sin dudas la sintió Nacional. Y casualidad o causalidad, a partir de ese hecho River Plate predominó en la cancha y creó varias situaciones que, en los 15 finales de ese primer tiempo, exigieron buenas intervenciones del arquero tricolor Esteban Conde.
La devenida blandura futbolística del equipo visitante puso un signo de alerta para el segundo tiempo.
Ya a los 2 minutos de la segunda etapa, Juan Manuel Olivera estuvo cerca de Conde y del gol. Y, enseguida, Rogel cometió una falta para tarjeta amarilla; los árbitros no creyeron que fuera merecida, pero el cuerpo técnico tricolor sí, y excluyeron rápidamente al zaguero, por quien entró Alexis Rolín. Ni uno ni otro aseguraron firmeza.
Un minuto después, Hugo Silveira fue a defender su área y se la cabeceó a un costado a Conde. Quien había hecho un gol a favor, hizo otro en contra. 1-1 y a otra cosa.
¿Y qué fue esa otra cosa? A los 10 cruzó un centro peligrosísimo de Viudez, a los 12 hubo un jugadón de Nicolás Rodríguez –el mejor del local– que terminó con un tiro filoso, cerca del arco de Nacional.
A partir de entonces el partido se recalentó, fue de ida y vuelta, ganó en vibración, se jugó con mucha vitalidad, con intentos diversos de los dos lados, aunque, poco a poco, ataque a ataque, Nacional empujaba más y más.
El capitán Diego Polenta, aparte de marcar el camino, probó con un remate desde muy lejos que pasó cerca; a los 20, un buen tiro de Tabaré Viudez fue mandado afuera por el arquero Nicola Pérez y, en el córner, salvó de nuevo el golero ante Seba Fernández.
River resistía enancado en el trajín colectivo. No aflojaba e intentaba ataques punzantes algo más aislados. El tiempo se iba. Viudez –de gran actuación– seguía buscando vías de ataque. Entró Ligüera pero en vez de ubicarse en la zona de creación para hacer valer su calidad, se ubicó muy adelante. Tuvo un tiro libre y se pasó de rosca.
Faltando seis minutos, River tuvo dos ataques muy claros, ya con el refresco de Da Luz y Saavedra, que mostraban al equipo de Pablo Tiscornia con fuerza y ganas.
Faltando 5 minutos para los 90 llegó la contra que aprovechó Da Luz para mandar esa pelota en profundidad que mandó al arco Giovanni González –el hijo de aquel tricolor Juanchi– con un solo toque que sorprendió a Conde y a la tribuna del sol.
El 2-1 quedó concretado y dio paso a la alegría total de los darseneros (y también a los partidarios de Defensor Sporting que, con ese resultado negativo para Nacional, quedaban primeros en la Tabla Anual).