Muchas interrogantes quedan todavía por conocerse sobre la muerte del periodista saudí Jamal Khashoggi, que fue asesinado dentro del consulado de Arabia Saudita en la ciudad turca de Estambul. Entró en la sede diplomática el 2 de octubre para obtener una documentación que necesitaba para casarse con su pareja, Hatice Cengiz, que es turca.

Ayer, en una declaración ante el Parlamento de su país, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, desacreditó públicamente las afirmaciones del gobierno de Arabia Saudita acerca de que el periodista murió en una pelea que ocurrió dentro del consulado. Dijo que este asesinato “salvaje” fue premeditado, a la vez que exigió una investigación independiente en Turquía.

Erdogan dijo que no estaba satisfecho con la sugerencia de las autoridades saudíes de que el asesinato fue una operación de extradición que salió mal, y pidió que el “más calificado” de los responsables sea llevado ante la Justicia.

“Las instituciones de inteligencia y seguridad tienen evidencia que demuestra que el asesinato fue planeado. La identificación de sólo algunos miembros de seguridad e inteligencia no nos convencerá a nosotros ni a la comunidad internacional”, dijo el mandatario turco, y agregó que debe juzgarse a “la persona que dio la orden, los que intervinieron en la operación, así como a quienes las ejecutaron”.

Por su parte, el G7 –formado por Alemania, Reino Unido, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Canadá– emitió un comunicado en el que exige una explicación sobre la muerte de Khashoggi, porque la ofrecida por Arabia Saudita “deja muchas preguntas sin respuesta”, y afirma que la confirmación de su muerte es apenas “un primer paso”. A su vez, los ministros de Relaciones Exteriores del G7 junto con la alta representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores, Federica Mogherini, afirmaron en el texto que condenan “en los términos más fuertes posibles el asesinato de Khashoggi”, a la vez que reiteraron sus expectativas de que se lleve adelante una investigación completa, creíble, transparente y rápida por parte de Arabia Saudita, en total colaboración con las autoridades turcas”. Mientras tanto, la Organización de las Naciones Unidas, mediante su portavoz, Farhan Haq, expresó que está esperando una solicitud del gobierno turco para involucrarse en el caso.

Según lo que se sabe hasta el momento, días antes de su asesinato Khashoggi había ido al consulado saudí en Estambul a buscar la documentación necesaria para poder casarse, pero le dijeron que aún no estaba disponible y que retornara cuatro días después. En ese lapso viajó desde Riad hacia Estambul un equipo de 15 agentes de la inteligencia saudí, quienes fueron los autores materiales del asesinato del periodista, que según distintos medios periodísticos, fue descuartizado.

Según informó la agencia de noticias Reuters, el asesinato cometido dentro de la sede diplomática fue dirigido vía Skype por Saud al Qahtani, uno de los asesores más cercanos del príncipe heredero del trono saudí, Mohamed bin Salman. De hecho, el ascenso en la escala real de Bin Salman –que el año pasado fue designado por su padre, Salman bin Abdulaziz como su sucesor en el trono– fue clave en la caída en desgracia de Khashoggi.

Lejos de ser un outsider o un viejo disidente, el periodista asesinado tuvo durante largos años un vínculo muy estrecho con la casa real saudí y, de hecho, ocupó cargos diplomáticos en lugares estratégicos como Washington y Londres, además de estar bajo sospecha de haber trabajado para la inteligencia saudí, según informó The New York Times. Pero las diferencias entre el heredero al trono y Khashoggi llevaron a este último a exiliarse en Estados Unidos en 2017, desde donde comenzó a publicar columnas críticas contra el príncipe Bin Salman mediante columnas en varios medios influyentes, entre ellos The Washington Post.

Según informó The New York Times, si Khashoggi fue asesinado y secuestrado dentro del consulado, necesariamente el príncipe Bin Salman debió autorizarlo, ya que muchos expertos en el tema de Medio Oriente entienden que así se maneja la monarquía saudí en sus decisiones internas.