Con una segunda vuelta casi garantizada para la presidencia y para muchos de los cargos de gobernador, todo indica que la única elección definitiva de este domingo en Brasil será la del nuevo Congreso: se elegirán 54 de los 81 senadores (dos tercios de la cámara) y los 513 diputados.

A diferencia de las elecciones presidenciales o las de gobernadores, las encuestas concluyen en que el nuevo Congreso no va a presentar muchas sorpresas. De acuerdo con un relevamiento de los sondeos realizados en cada estado (las dos cámaras se integran con representantes de los estados), el Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria informó que el Poder Legislativo seguirá siendo tan conservador como ahora y estará aun más fragmentado.

Para la Cámara de Diputados, de 513 integrantes, hay 8.591 candidatos.

La mayoría de los actuales integrantes de la cámara baja (407) se postula a la reelección, y una gran parte (305) la conseguirá, según las encuestas. De esta manera, se prevé que haya sólo 208 nuevos diputados. En Brasil siempre fue alta la tendencia a la reelección en los distintos cargos, pero esta votación presenta una nueva dificultad: una reforma electoral redujo los mecanismos de financiamiento de los partidos, por lo que estos cuentan con menos fondos y, en ese contexto, es más seguro para las organizaciones políticas apostar por un candidato ya conocido que por uno nuevo.

En cuanto al Senado, hay 358 candidatos para ocupar los 54 escaños que se someten a votación (al otro tercio de la cámara alta todavía le queda la mitad del mandato de ocho años). De acuerdo con la revista Carta Capital, son favoritos para ganar las elecciones en sus estados al menos 25 políticos que están mencionados, investigados o procesados en casos vinculados a la red de corrupción en Petrobras, 14 de los cuales buscan su reelección.

También en el Senado se ve una gran tendencia a la reelección: 32 senadores buscan mantener sus bancas y 26 lo lograrían. Entre los candidatos a la cámara alta aparecen su actual presidente, Eunício Oliveira, su antecesor, Renan Calheiros, y la ex presidenta Dilma Rousseff.

Si las previsiones de las encuestas son correctas, el nuevo Senado será más fraccionado: actualmente están representados allí 17 partidos (de los cuales cinco tienen solamente un representante) y podrían pasar a ser 23, en un escenario en el que la mayoría de los partidos nuevos tendría una única banca.

Esta fragmentación, de acuerdo con el análisis realizado por Deutsche Welle y publicado en Carta Capital, perjudicará principalmente a los partidos que actualmente tienen las bancadas más grandes: el Movimiento Democrático Brasileño (tiene 18 senadores, podría perder hasta cinco), el Partido de la Social Democracia Brasileña (cuenta con 12 y quedaría con 11) y el Partido de los Trabajadores (que podría enfrentar dificultades para mantener sus nueve senadores).

Según el Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria y Congresso em Foco, que hicieron sus propias investigaciones, el nuevo Congreso contará, al igual que este, con una mayoría masculina, blanca, de más de 50 años y con alto nivel socioeconómico, un reflejo totalmente distorsionado de Brasil. El sistema de financiamiento y el aceitado funcionamiento de las dinastías políticas favorece este tipo de fenómenos que caracterizan a la política brasileña. Un ejemplo de esto es el caso de la familia Bolsonaro, en la que se dedican a la política tanto Jair como dos de sus hijos, Flávio y Eduardo. Actualmente los tres son diputados, y mientras Jair busca la presidencia, Flávio se postula al Senado y Eduardo a la reelección.

Alianzas estratégicas

Parece poco probable que el próximo presidente de Brasil recurra a las alianzas de varios partidos que han caracterizado a la política brasileña desde el regreso a la democracia. Una de las claves del éxito electoral de Bolsonaro es, justamente, que se ha mostrado como un candidato que no recurriría a los modos habituales de hacer política en el país, que en algunas ocasiones han derivado en corrupción, como el caso del mensalão.

En cuanto al Partido de los Trabajadores, el hecho de que el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) abandonara al gobierno y respaldara la destitución de Rousseff generó un proceso de autocrítica acerca de las alianzas alcanzadas en las anteriores elecciones y un aumento de las voces que insisten en que las coaliciones deben ser ideológicas y no sólo electorales, como hasta ahora.

Descartada la posibilidad de que quienes ocupen la presidencia busquen amplias alianzas gubernamentales para poder impulsar sus iniciativas en el Congreso, seguramente se impongan las negociaciones para cada proyecto o incluso iniciativas legislativas contrarias a las políticas de quien ocupe el Palacio de Planalto.

En este sentido, Bolsonaro tiene más probabilidades de tener éxito en las negociaciones. Como diputado integra la llamada “bancada de la bala” y hace unos días recibió el respaldo de la poderosísima “bancada ruralista”. Si estas bancadas se suman, seguramente logren la mayoría simple en ambas cámaras durante el próximo gobierno. Además, el perfil conservador del Congreso (el actual y el próximo) probablemente sea más afín a las propuestas de Bolsonaro que a las del candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.

En todo caso, el fraccionamiento en el Congreso, la falta de alianzas partidarias estables y la negociación de cada iniciativa de forma independiente probablemente lleve a que durante el próximo gobierno se profundice en Brasil el perfil personalista de la política, en demérito del papel de los partidos.

Sube Bolsonaro

Datafolha dio a conocer anoche su penúltima encuesta de intención de voto: Jair Bolsonaro alcanzó un respaldo de 35% y Fernando Haddad le sigue con 22%. Si se consideran sólo los votos válidos –de los cuales un candidato debe obtener la mitad más uno para evitar la segunda vuelta–, el ultraderechista trepa a 39% y el del Partido de los Trabajadores a 25%.