En un país de las dimensiones de Brasil el cargo de gobernador gana mucha trascendencia, no sólo por la autonomía que tienen cada uno de ellos para dictar las políticas de su estado, sino también por la visibilidad que ganan esos dirigentes para continuar con su carrera política, tanto en la Cámara de Senadores (que representa a los territorios), así como en la de Diputados o incluso en el Ejecutivo. No en vano algunos de los candidatos presidenciales en estas y en anteriores elecciones contaban con gobiernos estaduales entre sus antecedentes.
La elección de gobernadores del domingo refleja algunas realidades que se pueden ver en las elecciones nacionales, pero también particularidades que se dan sólo en el plano local. Ejemplo de lo primero es la fragmentación de la derecha brasileña, después de que regresó al gobierno tras 16 años fuera del Palacio do Planalto. El impeachment a Dilma Rousseff unió a los más diversos partidos que van desde la centroderecha hasta la ultraderecha, desde el Movimiento Democrático Brasileño (MDB) –ex aliado del Partido de los Trabajadores (PT)– hasta el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) y el conservador Partido Progresista (PP) o el Partido Social Liberal, que lleva a Jair Bolsonaro como candidato presidencial.
La baja popularidad de Michel Temer y de las medidas que impulsó durante su gobierno hicieron que, a medida que se acercaban las elecciones, sus antiguos aliados se fueran separando de él, tal como algunos de ellos lo habían hecho antes con Rousseff. A diferencia de lo que opinaron varios analistas en su momento, la experiencia de gobierno no se tradujo en una candidatura común de la derecha sino que derivó en un fraccionamiento que se puede ver sobre todo en las candidaturas a gobernador.
Así, por ejemplo, se puede ver en las elecciones estaduales una división entre el PSDB y Demócratas (DEM), partidos que eran considerados hermanos porque siempre se presentaban juntos a las elecciones. Uno de estos casos es el de Goiás, donde Ze Eliton, del PSDB, busca la reelección y se enfrenta con el favorito de las encuestas, Ronaldo Caiado, de DEM.
Entre las particularidades que muestran esas elecciones aparecen las alianzas que se establecen en el plano regional entre partidos que son enemigos acérrimos en la esfera nacional. El mayor referente de estos casos es el de Alagoas, donde el candidato a la reelección, Renan Filho (filho porque es hijo del ex presidente del Senado, Renan Calheiros), del MDB, recibió el respaldo del Partido de los Trabajadores (PT). A su vez, el candidato a gobernador dio su apoyo a la fórmula presidencial del PT, liderada por Fernando Haddad y con Manuela D’Ávila, del Partido Comunista de Brasil (PCdoB), como vicepresidenta.
Estados y números
De los 27 gobernadores, 20 buscarán la reelección y siete de ellos la tienen prácticamente garantizada en primera vuelta, todos ellos respaldados por el PT. Es el caso de Rui Costa en Bahía, Camilo Santana en Ceará, y Wellington Dias en Piauí, los tres integrantes del PT. Un cuarto, Flávio Dino, de Maranhão, pertenece al PcdoB, aliado de todas las horas del PT, mientras que el quinto es Renan Filho, que es del MDB pero siempre contó con el apoyo del PT.
Los otros dos que tienen garantizada su reelección en primera vuelta, siempre según las encuestas, son Reinaldo Azambuja, del PSDB, en Mato Grosso do Sul, y Mauro Carlesse, del Partido Humanista de la Solidaridad, en Tocantins. Además de estos siete, otros cuatro gobiernos estaduales se mantendrían en manos del mismo partido, ya sea con victorias en segunda vuelta (el 28 de octubre, el mismo día que la presidencial) o con candidatos del mismo partido que los actuales gobernadores. En total 11 estados se mantendrían gobernados por dirigentes de la misma organización política.
En tres estados hay escenarios de empate en primera vuelta sin que esté muy claro qué pasará en el balotaje, y en otros 13 las encuestas prevén que haya un cambio de partido en el gobierno. Los dos partidos más grandes de Brasil, el PT y el MDB, se verán perjudicados. El PT perdería dos de los cinco estados que gobierna actualmente y ganaría uno, quedándose con un total de cuatro, mientras el MDB pasaría de seis a cinco, ya que perdería tres y ganaría en dos nuevos.
Las encuestas reflejan que después de estas elecciones se verá en los gobiernos estaduales algo que hasta ahora se notaba exclusivamente en el Congreso: un mayor fraccionamiento del poder local, con un debilitamiento de los grandes partidos y un crecimiento de los menores, como Demócratas o el PP.