En los últimos tres años la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) viene insistiendo en el concepto de trayectoria educativa: desde fines de 2015 funciona en ese ámbito el Sistema de Protección de Trayectorias Educativas (SPTE), algo que para el presidente del Consejo Directivo Central de la ANEP, Wilson Netto, es “un antes y un después” en la estrategia para asegurar la continuidad educativa de los adolescentes. “Hasta que los niños egresan de primaria hay, en el sistema educativo y en la sociedad toda, un claro sentimiento de que deben estar en el sistema formal, pero ya a partir de los 13 años, cuando pasan a nivel de educación media, ese consenso no es tan amplio y no se ve como grave que no vayan a un centro educativo, cuando hoy la educación obligatoria es hasta los 17 años de edad”, explica Ana Verocai, responsable de la Dirección Sectorial de Integración Educativa de la ANEP, donde está radicado el SPTE.

El primer foco del sistema, y quizá el más conocido, es el que cuida el interciclo entre la primaria y la educación media, que consiste en los sistemas de preinscripción que han permitido disminuir de 3.400 a 460 el número de estudiantes que quedan fuera del sistema educativo en ese salto escolar. Pero las estrategias de cuidado de las trayectorias también se están aplicando en los centros de educación media y el viernes 5, en el Instituto Tecnológico Superior de Buceo de la UTU, se hizo un encuentro con todos los equipos de dirección y docentes que integran los equipos de referentes de trayectorias educativas de los liceos y escuelas técnicas de UTU para divulgar distintas experiencias. Verocai asegura que programas como Compromiso Educativo o Tránsito entre Ciclos son antecedentes del sistema, pero aclara que “el gran cambio es pasar de políticas basadas en programas y proyectos a políticas universales”.

Las propuestas se generan en coordinación entre los equipos docentes, los estudiantes y sus familias, y suponen alternativas variadas: desde adecuaciones curriculares atendiendo a alguna dificultad de aprendizaje del estudiante y acuerdos educativos para que un estudiante pueda cursar algunas materias y se le acrediten hasta articulaciones interinstitucionales con otros organismos públicos que den solución al problema que presenta el adolescente. “Esto no se hace en todos los centros, pero sí cada vez se suman más centros educativos a buscar alternativas”, afirmó Verocai.

En estas últimas semanas se está comenzando a implementar en los centros que lo solicitan un sistema informático que registra la asistencia de los estudiantes y genera alertas tempranas cuando un estudiante falta a clases tres veces consecutivas. En ese caso, explica Verocai, el equipo de trayectorias del liceo o la escuela técnica aborda el caso y desencadena un protocolo establecido: primero la comunicación telefónica con la familia, luego una entrevista con el estudiante y sus referentes adultos intentando generar una propuesta concreta para atender su situación y, en caso de que no se pueda resolver en el propio centro educativo, se generan las articulaciones con la Unidad Coordinadora Departamental de Integración Educativa (UCDIE, hay una por jurisdicción). Si es necesario, desde allí se coordina con otras instituciones públicas “para lograr primero la localización del estudiante y luego los apoyos necesarios para que pueda revincularse”, explicó Verocai. “A veces ese joven se desvincula porque no tiene un sostén familiar, necesita un apoyo económico o una hora en salud porque está enfermo, necesita atención y no logró conseguir una hora, entonces se hacen las articulaciones que está necesitando para volver a reinsertarse. Tratamos de hacer intervenciones tempranas, a tiempo, no esperar; cuando falta por tercera vez llamamos y vemos qué esta pasando”, detalló. Este módulo informático se comenzará a implementar en todos los centros educativos a partir de 2019.

Historias, no números

Durante el encuentro, la directora del liceo 60 del barrio capitalino Lavalleja y la psicóloga del equipo multidisciplinario, Rosario Martínez, presentaron dos casos abordados desde esta perspectiva, de los que uno es el de un adolescente de 14 años que ingresó al liceo en julio, después de haber abandonado hace un año el primer año de ciclo básico de UTU. Uno de los aspectos que destacó Analía Molina, la directora del liceo, es que para proteger la trayectoria “teníamos que reconocer en el estudiante su trayectoria anterior”, remarcó. En ese sentido, el equipo concurrió a la escuela a la que había asistido el estudiante, a la UTU y también a un centro juvenil. En conjunto con el Departamento Integral del Estudiante del Consejo de Educación Secundaria se trabajó para “bajar a la realidad del estudiante lo que el liceo podía ofrecer”, y tras conversaciones con él se acordó ampararlo en el régimen de nocturnidad, que permite a los estudiantes cursar algunas materias. “Él manifestaba que cursar 12 materias le resultaba muy complejo”, añadió la psicóloga, y se acordó que cursara algunas: “Está cursando siete materias, con las que se siente cómodo. Venimos transitando este trayecto, que sabemos que no es lineal, que tiene idas y vueltas y que supone una reflexión constante. Los chiquilines vienen con historias, con trayectorias, y no podemos desconocerlas al momento de planificar la intervención”, puntualizó. Además, se está trabajando en una evaluación psicodiagnóstica del estudiante, porque se detectaron dificultades de aprendizaje que no habían sido abordadas.

El otro caso es el de una estudiante que en 2016 tenía 12 años, cursaba primer año y al comienzo del año comenzó a faltar y a tener problemas de conducta. Hubo reuniones con la familia en abril y en junio se informó que la adolescente estaba embarazada, lo que supuso generar una estrategia educativa amparados en una normativa específica para estos casos. Ese año la alumna cursó hasta un mes antes de tener a su hijo, y luego del parto se mantuvo comunicación con ella a través de la plataforma de Ceibal y otras redes “para mantener el lazo con ella, para que no se nos perdiera”, explicó Martínez. Ese año repitió, pero en 2017 volvió a cursar primer año, y aunque tuvo “dificultades para sostener su asistencia”, logró pasar a segundo año con tres materias pendientes. Pero este año volvió a tener dificultades para asistir a clase: “Se la notaba más apática, más desganada, y en las conversaciones con ella surge que la dificultad está relacionada con el cuidado de su hijo, que hoy tiene dos años”. A través de la UCDIE, desde el liceo se postuló al hijo de la estudiante a una beca de intervención socioeducativa y logró entrar a un jardín de infantes subvencionado por el Sistema de Cuidados. “Ella trae esto como algo muy positivo en lo que es su desempeño, porque pudo retomar las clases, está asistiendo todos los días y está recuperando lo que es la adolescencia”, enfatizó la psicóloga.

Entre pares

El otro caso presentado en la mañana del viernes fue el de la UTU de Arroyo Seco, que a mediados de año comenzó a aplicar un sistema de tutorías entre pares a modo de experiencia piloto, para replicar en 2019 en caso de que funcione. Carlos Rodríguez, actualmente inspector de UTU pero hasta hace unos meses director del centro educativo, explicó que en el bachillerato de este centro hay estudiantes que tienen materias aprobadas, por lo que no cursan todas las asignaturas y tienen muchas horas puentes. Entre el plantel docente surgió la inquietud por el riesgo de que los estudiantes “se aburrieran y no entraran a las asignaturas posteriores, y terminaran desertando”, así como de que “se olvidaran de los conocimientos adquiridos”. A partir de esa situación, y en conjunto con los delegados estudiantiles, se generó el proyecto de tutorías entre pares, que por el momento es sólo para los estudiantes de bachillerato y del turno matutino. Nueve estudiantes se anotaron para ser tutoreados y seis para ser tutores, y se logró coordinar los horarios, incluso a veces quedándose a contraturno, para generar las clases de apoyo, con el respaldo de los profesores de las materias, que aportan materiales y ejercicios.

“Los tutelados a veces precisan técnicas de estudio, que los ayuden a integrarse a la comunidad educativa, y encuentran un espacio de confianza para plantear dudas”, manifestó Adriana Barros, subdirectora de la UTU, que a su vez mencionó que de estudios de evaluación de programas similares también surge que “aumenta la autoestima en el alumno tutor, que se siente que colabora y mejora sus habilidades sociales”. “La oportunidad es buena para que organice él mismo sus propios conocimientos”, valoró. Tres estudiantes tutores confirmaron el dato: Juliana, Juan y Melisa contaron que “les encanta” la tarea porque “además de colaborar, no estamos perdiendo el tiempo en UTU”.