En su balance de las elecciones de octubre en Brasil, el Partido de los Trabajadores (PT) destacó como puntos altos la figura de Fernando Haddad y los 47 millones de votos que recibió. “Es imprescindible resaltar [...] que el compañero Fernando Haddad se proyecta como un nuevo liderazgo nacional del partido. Defendió el legado del PT, al mismo tiempo que simbolizó aspectos de la renovación política y social de la que el PT es capaz”, manifestó la dirigencia de esa organización en un documento que emitió el 1° de diciembre.

Ese día, Haddad se encontraba en Estados Unidos, donde había participado en Vermont en el lanzamiento de un frente internacional de izquierda, invitado por el senador por ese estado Bernie Sanders y por el ex ministro de Economía de Grecia Yanis Varoufakis. Este frente, denominado Internacional Progresista, busca hacer de contrapeso a los gobiernos de ultraderecha, como el que encabezará Jair Bolsonaro en Brasil a partir de enero.

Durante ese viaje, Haddad también se reunió con militantes que conformaron en Estados Unidos una Red Nacional por la Democracia en Brasil, una iniciativa similar a la que lo trajo ayer a Uruguay: el Comité en Defensa de la Democracia en Brasil y la Libertad de Lula.

En Montevideo, Haddad dijo a la diaria que la llegada al poder de Bolsonaro y de una extrema derecha conservadora, religiosa y contraria a la ciencia implica una amenaza tanto para el medioambiente como para una larga lista de derechos de los brasileños. Afirmó que esa amenaza ya está planteada, incluso aunque Bolsonaro todavía no asumió la presidencia. En los tiempos que vienen, el PT hará “la oposición que la democracia exige”, pero “una oposición que no sólo impida los retrocesos sino que también promueva avances”, afirmó.

¿Cuáles son las expectativas que generan los movimientos por la democracia en Brasil que se organizan en el exterior?

Pienso que la amenaza no es nacional, no es Brasil el que está amenazado: es una amenaza que traspasa las fronteras nacionales. Es una amenaza lo que está sucediendo en el este de Europa, lo que puede pasar en Italia o en las elecciones al Parlamento Europeo en 2019, lo que ya pasó con Estados Unidos y con Inglaterra; está en marcha una ola conservadora en el mundo. Entonces no se trata de una lucha nacional, es una lucha transnacional.

¿Qué contactos están previstos de aquí en más para promover esta lucha internacional?

Yo estuve en Vermont en el lanzamiento de la Internacional Progresista, que todavía es un movimiento incipiente. La derecha está mucho más avanzada en eso que nosotros, más organizada, entonces tenemos que correr de atrás, tenemos que alcanzar a la derecha. A su vez, el centro está vaciado. Los partidos de centro son los que están siendo más afectados por la crisis de la democracia.

¿Es posible que el PT conforme en Brasil un frente de izquierda con otros partidos para hacer oposición a Bolsonaro?

Yo creo que hay dos frentes posibles en Brasil, no sólo uno. Es posible uno amplio, que dialogue con los derechos políticos y civiles, y otro, que probablemente será menos amplio, acerca de los derechos sociales. Hay una parte de la derecha que ha recortado los derechos sociales, y esa no se va a sumar, pero hay una derecha que sí se va a sumar a nosotros en la defensa de los derechos civiles.

¿Hubo algún tipo de contacto con otros partidos para lograr acuerdos?

Eso va a ocurrir en el Congreso Nacional, y por lo tanto el año que viene.

Usted decía en una entrevista que vio venir hace ya unos años este crecimiento de la extrema derecha.

Lo que yo decía es que la crisis de 2008 era una crisis del neoliberalismo. No era otra cosa. Decía que era una consecuencia, sobre todo, de la desregulación de las finanzas globales, y que aquí causaría una crisis. Pero yo me preocupaba por las consecuencias políticas de la crisis de 2008, y decía que la izquierda no estaba preparada para presentar una salida que no fuera la socialización de los costos, de los perjuicios de esa crisis. Y que si eso sucediera, quien tomaría ese lugar sería la extrema derecha, no la izquierda. Entonces, en la crisis del neoliberalismo no saldría la izquierda a proponer, sino la extrema derecha, porque no estamos preparados para presentar un proyecto –no individualmente, sino como fuerza política–.

¿Esto explica el triunfo de Bolsonaro en Brasil o hay también otros elementos?

Creo que lo que pasa en Europa, Estados Unidos, Brasil, es consecuencia de eso. Obviamente lo es con diferencias, porque en cada lugar sucede de una manera distinta. La situación en Polonia o en Hungría es diferente a la situación en Brasil. Pero se trata de una ola conservadora en función de que la izquierda no estaba preparada para la crisis del neoliberalismo. La que estaba preparada era la derecha, con un discurso nacionalista, con un discurso oscurantista, con un discurso fundamentalista. El que está llegando para ocupar un lugar en la arena política hoy es el fundamentalismo. Ya sea de la seguridad, de la nación o de la religión, es un fundamentalismo.

En el caso de Brasil y el PT, ¿pudo haber faltado, además, crear una base de apoyo en la población que respaldara su proyecto?

Creo que el PT tiene una gran base de aprobación. Tuvo 30% de apoyo en la primera vuelta y 45% en la segunda. No es poca cosa. Es el centro el que perdió legitimidad. Por eso se habla de una crisis del neoliberalismo, porque las fuerzas neoliberales son las más afectadas por la crisis de 2008.

Al PT se le ha reclamado que no ha hecho autocrítica. ¿Le parece una crítica acertada?

No creo que eso haya sido un problema. En la política uno tiene críticas, no autocríticas.

Tanto usted como el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva enfrentan investigaciones judiciales. ¿Cómo evalúa esta situación?

Lo que más me preocupa es la situación de Lula. En los otros casos, las cosas se están tramitando de los modos en que la Justicia los tramita. No vi a nadie del PT ser condenado sin pruebas, con la excepción de Lula, que es el caso más evidente. Hay otro compañero también que, a mi entender, no está siendo tratado por la Justicia de la forma más adecuada, [el ex tesorero del partido, João] Vaccari. En fin, los procesos que más preocupan son los procesos de la 13° Sala de Curitiba, de Paraná, que es justamente de [el juez Sérgio] Moro, que ahora se va a convertir en ministro.

¿Qué opina de esa decisión, la de que Moro forme parte del gobierno de Bolsonaro?

Es por lo menos atípico que esto ocurra con un jurista que tomó una serie de decisiones que perjudicaron al PT, incluso declaradamente fuera de la línea. Por ejemplo, difundir una grabación de una conversación telefónica de un presidente de la República [Dilma Rousseff], una cosa que en cualquier lugar del mundo sería vista con mucha aprensión. Imagine lo que pasaría si en Estados Unidos se difundiera una conversación grabada del presidente de ese país. Eso ocurrió en Brasil y no tuvo ninguna consecuencia. Son esas cosas las que llaman la atención, no el hecho de tener una acusación u otra. Ser investigado es una cosa que sucede en la vida pública. Lo importante es la Justicia, cómo se comporta esta, no cómo la fiscalía se comporta al acusar o cómo los encargados de la Policía se comportan. Uno tiene que confiar en el juez.

¿Habló con Lula últimamente? ¿Cómo lo encontró?

Hablo siempre con él. Está bien. Después de las elecciones me pareció que no estaba bien, pero 15 días después mejoró.

¿Han hablado sobre cómo actuar de aquí en más?

Hablamos sobre todo, pero en especial sobre su defensa. En particular su defensa ahora en las Naciones Unidas. Porque el juzgamiento del caso de Lula va a emitirse el primer semestre del año que viene.

Usted decía en una entrevista con el diario Folha de São Paulo que en Brasil hay proyectos que no son democráticos y que logran abrirse camino dentro de las instituciones democráticas, sin necesidad de dar un golpe de Estado.

Las democracias mueren de dos maneras: o por un golpe fatal o por un proceso de minar las instituciones por dentro. Mi preocupación es luchar por preservar las instituciones de esa acción corrosiva. Por ejemplo, ocurren cuando estas toman partido, eligen un bando. Si soy republicano no puedo elegir un lado. Esa es una de las maneras de minar la democracia. Por ejemplo, hay intención del gobierno [de Bolsonaro] de cambiar la ley antiterrorismo para incluir a los movimientos sociales [las ocupaciones de tierras y de inmuebles]. En mi opinión esa es una forma de minar la democracia, criminalizar a los movimientos sociales equiparando la lucha por la tierra con un acto terrorista.

¿Estas posturas se pueden vincular con el crecimiento de la violencia contra militantes sociales?

Sí, nosotros llevamos esta semana dos muertes de militantes, de defensores de la reforma agraria. Tenemos el caso de Marielle Franco. Todos los días en Brasil alguien que defiende alguna cosa prevista en la Constitución sufre un atentado.

¿Cómo se puede frenar esa acción corrosiva en las instituciones?

Primero, como decía, es una causa transnacional, no una causa nacional. Espero que no, pero mañana Uruguay puede estar sufriendo un problema. Entonces tenemos que estar allí, para que haya una solidaridad internacional a favor de la democracia.

Señas particulares

Antes de competir por la presidencia de Brasil, Fernando Haddad, de 55 años, fue ministro de Educación del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva desde 2005 hasta 2012. Dejó la cartera para postularse al cargo de alcalde de San Pablo, que ocupó de 2013 a 2017.

Además de político es académico y ocupa un cargo de profesor en la Universidad de San Pablo, en el Departamento de Política. Se formó en Derecho, con una maestría en Economía y un doctorado en Filosofía.

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