Con un gol convertido por Santiago Romero en el segundo tiempo, Nacional venció 1-0 a Chapecoense por el partido de ida de la segunda fase de la Copa Libertadores. Ganó y ganó bien, por méritos propios durante la mayor parte del partido. Jugó de manera inteligente; en el primer tiempo fue superior a los brasileños pero no logró convertir, y en el complemento encontró el gol que definió el trámite. Buen resultado tricolor de cara a la vuelta, que se jugará la próxima semana en Montevideo.
Gol de visitante
Fue tal cual: Nacional dio la sensación de, siempre, tener el partido controlado, incluso cuando no tuvo la pelota. La curiosidad del fútbol, cómplice con el paso de las horas para explicar los resultados, concluirá que si alguien controla el juego debe ser el que gana. Pero no es tan así, se sabe.
Nacional jugó mejor el primer tiempo que el segundo. No había transcurrido el primer minuto de partido y Sebastián Fernández erró de palomita una posibilidad inmejorable. Antes de la media hora tuvo la segunda: Tabaré Viudez se fue por la izquierda, peleó y ganó la pelota contra la raya del fondo, tiró el centro atrás y Matías Zunino la mandó por arriba del travesaño; cinco minutos más tarde, otra vez Papelito Fernández no pudo mandarla adentro, esta vez por no alcanzar un centro al área chica. Todo eso demuestra la superioridad tricolor.
Ya sin el frenesí del primer tiempo, el complemento también fue de Nacional, pero desde otro ángulo. Buena telaraña defensiva, sobre todo en la mitad de la cancha, y administración de la pelota como bandera. Si bien no llegó tanto al arco rival, cuando lo hizo fue a los 74 para cobrar y llevar: desborde por la izquierda, centro atrás, ningún brasileño la pudo sacar y el Colo Romero, vestido de nueve en el área, la embocó fuerte y arriba. Gol que sirve de todo.
Salvo hasta el final, Nacional nunca tuvo en riesgo el cero en su arco. Pero, por si hacía falta demostrar que tiene arquero, Esteban Conde salvó el resultado. Bueno, en realidad en la primera el brasuca la mandó horriblemente afuera. A los 83, sí: atajadón con volada de Conde, complicidad con el travesaño y pelota afuera.
En el final, a la desesperada, llegaron las expulsiones en Chapecoense y eso diluyó sus posibilidades. Final con victoria, panorama ideal para las chances de Nacional.
Ese lugar
Como si fuera una condición innata o ineludible de los jóvenes, aprovechar (o no) las oportunidades suele ser una prueba en la que se demuestran aptitudes, personalidad, capacidad de adaptación, tolerancia a la frustración, entre tanta otra cosa. Ayer, tal vez preguntándole si quería entrar pero no mandándolo de golero, Christian Oliva jugó su primer partido por la Copa Libertadores con Nacional, compartiendo la mitad de la cancha con Santiago Colo Romero. Y lo hizo de buena forma.
Sus fortalezas se vieron más en el aspecto defensivo. Su mayor virtud fue controlar (y romper) el fútbol rival. La función de doble cinco la cumplió muy bien, en algunas ocasiones alternando cubrir espacios con su compañero de tarea y en otras metiéndose entre la línea defensiva para desactivar los ataques brasileños. Incluso podría haber rendido más si hubiera estado más preciso en los pases para los de media cancha hacia arriba, pero tampoco es cuestión de cargar en su debut todas las responsabilidades habidas y por haber.
Salvo excepciones, nunca ha sido fácil egresar de las juveniles. No hizo un partido descollante, pero jugó bien. En Oliva estará aprovechar las chances que vengan. De momento, el sacrificio para recuperar pelotas (y devolverlas redondas) fue su mérito. Algo de eso debe haber visto Medina.
Deberes
Entre el partido de ayer y la revancha del miércoles que viene, Nacional debutará en el Campeonato Uruguayo. El sábado, con Torque, tendrá la posibilidad de confirmar las cosas buenas que ha hecho y de reivindicarse ante lo que no le sale.
Lo primero es consolidar la forma que el entrenador desea. Va de menos a más. En el segundo clásico, pese a la derrota, Nacional mostró la hilacha: juego intenso, abriendo bien la cancha para atacar, presión cuando le toca la tarea defensiva desde la mitad de la cancha hacia atrás y cerrarse bien en el fondo.
Precisamente atrás es donde más problemas ha tenido. Ayer fue la excepción, para su ventaja. Ya sea por las suspensiones o por las lesiones, el tricolor tiene como tarea definir una línea de cuatro que le dé estabilidad futbolística y emocional. Y definir y estabilizar son sinónimos de precisión. Tal vez le convenga dejar de lado las alarmas de pánico y pensar cómo hacerlo: de qué manera encontrar su versión ideal, que le asegure seguir ganando. Esa es la mejor forma de decidir el juego.