En Colombia, a cualquiera lo pueden matar impunemente, porque sí y porque no, por ser o por no ser, por hablar o por guardar silencio, por caminar, por respirar. Pero entre todos, hay colombianos que corren más riesgo que otros.

Hace unas semanas, el dibujante Matador, del diario El Tiempo, publicó una caricatura en la que aparecen seis tumbas de candidatos a la presidencia de Colombia: la de Jorge Eliécer Gaitán (asesinado el 9 de abril de 1948), la de Luis Carlos Galán (asesinado el 18 de agosto de 1989), la de Bernardo Jaramillo Osa (asesinado el 22 de marzo de 1990), la de Jaime Pardo Leal (asesinado el 11 de octubre de 1987), la de Carlos Pizarro Leongómez (asesinado el 26 de abril de 1990) y, con el nombre entre signos de interrogación, la de Gustavo Petro, candidato para las elecciones de 2018.

Muchos se indignaron, se preguntaron qué exageración era esa, que cómo se podía siquiera mencionar algo semejante, pero el dibujante no estaba tan equivocado. Si el gobierno no protege a Gustavo Petro Urrego, lo pueden matar, como a los otros candidatos a la presidencia de la caricatura de Matador.

Cúcuta. Norte de Santander. Viernes 2 de marzo. Tarde-noche.

“Díganle a la gente que no se vaya, que estamos regresando a la plaza”, le dicen a alguien por teléfono los acompañantes del candidato presidencial Gustavo Petro en su visita a la ciudad. En la camioneta están el candidato, una mujer, el actor Gregorio Pernía y otro hombre. Mientras tratan de abrirse campo entre las calles de la ciudad, los vidrios de la camioneta son atacados con piedras.

Desde el interior del vehículo, Petro le habla a la cámara con la que están grabando el video. Dice: “La Constitución no gobierna en Cúcuta. Esto es un atentado contra un candidato presidencial”. Y hace un llamado al presidente Juan Manuel Santos para que garantice la movilización de quienes están en campaña política en el país.

En la transmisión del video de Twitter, mientras se ve que personas atacan con piedras el auto, los mensajes de apoyo de los seguidores del candidato en las redes sociales empiezan a aparecer, entre ellos el de @San_Genie, que escribe: “Suerte. Dios los proteja”.

El candidato presidencial dice que un sector de la Policía de la alcaldía los llevó, no hacia la plaza, donde iba a dirigirse a sus simpatizantes, sino justo al sitio en donde podían ser agredidos. Cúcuta, como otras ciudades de Colombia, también ha estado gobernada por delincuentes. Semanas atrás, Pernía había hablado de amenazas de muerte en su contra por denunciar al ex alcalde de esa ciudad, Ramiro Suárez Corso, sentenciado por homicidio y vínculos con paramilitares, ni más ni menos.

Esa parece ser la única esperanza, que Dios lo proteja, porque el gobierno no lo hace. Una muestra de esto es que el ministro del Interior, Rodrigo Rivera, publicó en su cuenta de Twitter: “Desde ayer hemos buscado comunicarnos, sin éxito, con el alcalde de Cúcuta para pedirle que tenga presente esta circular”. La circular es la CIR 18-13-DMI-1000 20, en la que, entre otras cosas, se citan los artículos 20, 37 y 40 de la Constitución, que prevén como derechos fundamentales de toda persona la libertad de expresión, de reunión y las garantías al ejercicio de los derechos políticos.

Si al ministro Rivera le queda tan difícil comunicarse con un alcalde y no puede hacerlo en 24 horas para hacer cumplir la Constitución, la capacidad que tienen él y su equipo para dar garantías a los candidatos es nula, y si es mínimamente responsable, debería mover el culo para hacer lo que tiene que hacer y no dedicarse a avisarnos por las redes sociales que no ha podido. No queremos que, si matan al candidato Petro, nos salga con lamentaciones inútiles en su cuenta de Twitter diciendo que no pudo hacer nada.

Desde hace años, Petro ha estado amenazado, entre otras cosas por haber pertenecido al grupo guerrillero M-19, por ser el senador que enfrentó a la clase dirigente corrupta del país, que destapó la olla podrida de políticos que estaban aliados con paramilitares y que logró con sus denuncias que muchos fueran a la cárcel.

“¿Y ahí qué lleva? Una ametralladora, por si entran en la noche”. Así empieza un artículo del diario El Tiempo del 13 de mayo del 2007 sobre Petro. Él es quien habla, quien cuenta que tiene que dormir armado y que durante el día el arma se la entrega a sus escoltas.

Lo que sucedió en Cúcuta no es otra cosa que un atentado contra un candidato presidencial, y en una democracia real esto debería tomarse en serio. Esperemos que las autoridades hagan lo que tienen que hacer. En realidad, yo dudo de las autoridades, mucho, pero por lo menos pensemos que eso puede ser posible, porque no queremos lamentar el asesinato de un candidato más en el país, de ningún partido político, de ninguna de las opciones ideológicas.

En una página de Facebook hay una foto. Se trata de Eduardo López. Aparece con uniforme de la Policía Nacional, sonriendo, y se identifica como conductor de esa institución y residente de Cúcuta. En uno de sus mensajes dice: “Petro hoy será su último día en Cúcuta”. La Policía no nos ha dicho qué resultados han arrojado las investigaciones sobre ese caso.

Petro, por su parte, publicó un mensaje en su cuenta de Twitter: “No hay disparos sobre el carro en el que voy. Organizaron un sabotaje violento contra la manifestación con un centro de mando; la cárcel y Ramiro Suárez, ex alcalde a quien denuncié como asesino y paramilitar. El saboteo llegó con gente en siete buses”. Y @KevinRuizMor le contestó: “Petro, no se deje pegar un pepaso, webon, usted es la unica esperanza”.

Según encuestas recientes, Gustavo Petro estaba en primer lugar en la intención de voto de los colombianos. Hoy, el candidato de la extrema derecha Iván Duque, representante del partido Centro Democrático, liderado por el ex presidente Álvaro Uribe, lo ha igualado y los dos están encabezando el favoritismo para la contienda electoral de mayo.

A pocos días de las elecciones, el ambiente en el país es muy preocupante, muy tenso y genera miedo. Los otros candidatos para estas elecciones no han sufrido atentados, sólo Petro. 90% de los candidatos presidenciales asesinados en el país han sido de izquierda.