Tiene todos tus datos, sabe a dónde vas, con quién estás saliendo, con quién saliste y a quién no querés volver a ver nunca más en tu vida. Sabe dónde te pica y dónde sentís tanto orgullo que si te lo tocan, van a conocerte enojado. Se podría decir que tiene tanta información tuya que sabe más de vos que vos mismo, porque vos preferís ocultar algunas cosas que él no tiene ningún problema en mostrar, llegado el caso.

Puede entrar en tu cuenta bancaria, en tus recuerdos, en tu casa, en tu cama, en tus venas y neuronas. Él es: ¡tu Facebook!

¿Pero para qué quiere uno un Facebook? Yo, por ejemplo, ya ni me acuerdo de para qué me hice uno. Creo que porque había terminado una relación de años y escuché que ahí se levantaba rápido y de lo lindo, y sin que te vean la cara, cosa que a mí me favorecía. O al menos uno podía poner la cara que más le servía para la circunstancia, porque no hay que olvidar que es el álbum de caras. Retocadas, pero caras.

Y como res en el matadero, entré despacito. Desconfiando porque allí no había pasto. Y empecé a ver que ahí también podía publicitar mis curritos, charlar con gente amiga, discutir con opositores. Luego comencé a pedir cosas y me las daban. Así que empecé a regalar cosas, a aprender cosas, a enseñar cosas. Estaba lleno de cosas. Intangibles. Como el amor. Y el peligro.

Y se cayó.

Venía levantando gente y andando a una velocidad de locos por la autopista de la información y, sin que nadie se lo esperara, se la dio contra el poder geopolítico que domina al globo. Y no se juega con ese poder geopolítico que tiene al globo agarrado del piripicho, y que cuando quiere, abre los dedos y lo suelta. Y hacemos sfuiiiiiiiiiiiifffss. Ese poder le bajó los pantalones a la red social con mayor cantidad de usuarios en el mundo, y ahora sabemos de la gran vulnerabilidad de ese exhibicionista involuntario. Y nos quedamos mirando al Noé del siglo XXI, tratando de emparchar el arca. Con nosotros arriba. Animalitos de Dios.

¿Nos vamos a caer todos con él? No es deseable. Por eso siempre es bueno recordar que aunque se derrumbe todo lo que hemos construido como sociedad, la madre naturaleza siempre estará dispuesta a acobijarnos, a alimentarnos, a darnos vivienda, sol y agua. Y no exige contraseña ni nos pide foto de perfil. ¿Qué mayor seguridad que andar sueltitos? Vos dirás: “Mirá que el poder geopolítico también la tiene agarrada entre los dedos a esa”.

Me dejaste mudo.