Faltan poco más de tres meses para las elecciones de Brasil, el 7 de octubre, y el escenario de las candidaturas es más que incierto. A las dudas sobre si el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva podrá postularse a la presidencia –debido a que fue condenado en un tribunal de segunda instancia por delitos de corrupción– se sumó en los últimos días la incertidumbre en torno a las alianzas que podrá construir el diputado ultraconservador Jair Bolsonaro.

Los partidos afines al gobierno de Michel Temer han presentado a varios candidatos y comenzaron las campañas, pero las encuestas siguen dando los mismos resultados desde comienzos de año. Lula ganaría las elecciones en primera y segunda vuelta, superando ampliamente a los demás contendientes. Si se impide la participación de Lula, Bolsonaro sería el más votado en la primera vuelta y podría convertirse en el próximo presidente de Brasil, dependiendo de con quién se enfrente en el balotaje.

Acerca del ex presidente, no se sabe si participará, y de Bolsonaro tampoco se conoce en qué condiciones llegará a las elecciones. En las últimas semanas el diputado recibió varias negativas de partidos con los que había considerado aliarse. El más fuerte de estos es el Partido de la República (PR), una organización política evangélica que era liderada por José Alencar, que fue vicepresidente de Lula. El PR es uno de los cinco partidos que conforman el centrão, un grupo de formaciones de pequeñas dimensiones que suelen acompañar políticas conservadoras y responder a intereses privados. Este es el mayor de esos partidos, por lo cual cuenta con más tiempo de campaña gratuita en televisión y más recursos de financiamiento público.

La negativa del PR y de otros partidos pequeños también complicó la búsqueda de Bolsonaro de un compañero de fórmula. Su primera opción fue la del pastor y senador Magno Malta, del PR, quien tiene una amplia llegada entre los evangélicos. Las negociaciones para una alianza se frustraron, según medios brasileños, porque Bolsonaro quería limitar la campaña del PR en Río de Janeiro (donde uno de sus hijos, Flávio Bolsonaro, se postula como candidato a alcalde) y porque Malta prefiere competir otra vez por su banca de senador.

La segunda opción manejada por Bolsonaro, que dirige una campaña muy personal en la que todas las decisiones son suyas, fue otro ex militar: el general retirado Augusto Heleno Ribeiro Pereira, quien comandó la misión de paz de la Organización de las Naciones Unidas en Haití durante algunos años. El general pertenece al Partido Republicano Progresista (otro de los partidos del centrão), que se negó a hacer una alianza con Bolsonaro por sus posturas de ultraderecha.

Tras la negativa de Malta y de Ribeiro, llegó un tercer nombre: el de la abogada Janaína Paschoal, una de las que redactó el pedido de impeachment contra la ex presidenta Dilma Rousseff. Paschoal estuvo a la derecha de Bolsonaro el domingo, cuando este lanzó oficialmente su candidatura presidencial por el Partido Social Liberal (PSL). Pero aclaró que “no hubo una conversación definitiva acerca de la eventual candidatura a la vicepresidencia” y que conoció a Bolsonaro recién ese día.

Paschoal, que no tiene trayectoria política,también habló en el acto, en un discurso en el que llamó a los seguidores de Bolsonaro a respetar las diferencias. Opinó que “no se gana la elección con un pensamiento único”, lo que molestó a algunos dirigentes del PSL.

Las distancias crecieron cuando otro de los hijos de Bolsonaro, Eduardo, que también es diputado, comparó a Paschoal con el fallecido represor Brilhante Ulstra, a quien los Bolsonaro defienden como un referente. Paschoal dijo que la comparación le cayó como “un golpe en la cara”, pero que entendió que el diputado tenía buenas intenciones.