Este año se aplicó por primera vez en los grupos de cuatro y cinco años de edad que asisten a jardines o escuelas del Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) el Inventario de Desarrollo Infantil (Indi), un instrumento para medir la disposición a la escolarización diseñado por la Facultad de Psicología de la Universidad de la República e incluido en la plataforma GURI del CEIP. Aproximadamente después de un mes de comenzadas las clases, las maestras debieron observar a sus estudiantes por alrededor de tres semanas y responder sobre una serie de indicadores que evalúan cuatro dimensiones: el desarrollo cognitivo (lenguaje, habilidades lógico-matemáticas, descentramiento, conocimiento general y funcionamiento ejecutivo del niño), el desarrollo motor (motricidad fina y gruesa), el desarrollo socioemocional (conducta prosocial, comportamiento internalizante –si se aísla o pasa solo– o externalizante –conductas de agresión, desafío o enojo–) y la disposición para el aprendizaje (que evalúa motivación, creatividad y adaptación a las rutinas).
El equipo de la Facultad de Psicología que desarrolló el Indi hizo una presentación de los resultados de la aplicación ante las inspectoras de Educación Inicial, y también los comunicarán al CEIP en los próximos días. Según explicó a la diaria Alejandro Vásquez, responsable del proyecto por la facultad, en el primer análisis de los resultados dejaron por fuera la dimensión “disposición para el aprendizaje”, que refiere a aspectos vinculados con el proceso de enseñanza-aprendizaje, para focalizarse en aquellos indicadores que podrían determinar posteriores evaluaciones clínicas. Según informó el investigador, contaron con los resultados de aproximadamente 80% de los niños inscriptos en los niveles 4 y 5, que en total son unos 75.000. 20% de los formularios no fueron completados, en muchos casos, porque la maestra no marcó “finalizar”, aunque hubiera ingresado buena parte de los datos. Por otra parte, Vásquez aclaró que en Montevideo 10% de los niños quedaron sin registros en alguna de las dimensiones o en varias, debido a sus inasistencias durante las tres semanas de aplicación del Indi, mientras que en el interior eso pasó con 5% de los niños.
El grupo de investigadores analizó la concurrencia de riesgos, es decir la acumulación de estos “entre las distintas dimensiones que para nosotros son clínicamente significativas, en el sentido de que ameritan una observación más profunda”. En función de los resultados, estiman que hay entre 500 y 550 niños que presentan un nivel “muy descendido” en las tres áreas de desarrollo (motor, cognitivo y socioemocional) y otro grupo de entre 1.000 y 1.100 niños con dos de estas áreas en un nivel de desarrollo “muy descendido” y una tercera con nivel “descendido”, es decir, con riesgo moderado.
Estos números, añadió Vásquez, “eran algo esperado para nosotros, si bien no teníamos una estimación real de cuántos iban a ser”. “Estos niños para nosotros son el núcleo duro que requiere una observación inmediata”, explicó el psicólogo, y añadió que el hecho de que un niño presente niveles muy bajos en tres áreas del desarrollo significa “un compromiso del desarrollo global”. A su entender, en estos dos grupos es en los que “hay que poner el foco más inmediato y afinar el trabajo cuidadoso de articulación entre salud y educación”.
De dónde
De los datos se desprende que las dificultades en el desarrollo infantil son más probables en los quintiles de menores ingresos: el ratio de probabilidad de tener “muy descendidas” las tres áreas del desarrollo entre el quintil 1 y el 5 es de 2,5, es decir que un niño del quintil con menores ingresos tiene 2,5 veces más probabilidades de presentar dificultades en su desarrollo que uno del quintil con mayores ingresos. La relación entre el nivel socioeconómico y los rezagos en el desarrollo se da “en todas las áreas” que evalúa el Indi, añadió Vásquez.
El psicólogo explicó que podrían darse tres situaciones en estos niños en los que hay que enfocarse: que presenten algún tipo de trastorno del neurodesarrollo, que tengan algún trastorno vinculado con una discapacidad intelectual o que hayan recibido una estimulación muy escasa en el contexto del hogar durante el período de cero a tres años. “En cualquiera de los escenarios es importante saber bien qué le está pasando al niño, que pueda tener una oportunidad de atención –de diagnóstico, si corresponde– y, si no presenta ningún trastorno, que pueda recibir un programa de estimulación significativo”, valoró Vásquez.
Héctor Florit, integrante del CEIP, explicó que con instrumentos como el Indi se intenta asegurar que haya “intervenciones oportunas a partir de diagnósticos precisos”. A partir de los resultados, las dos líneas de trabajo a profundizar son “cómo logramos revertir o mitigar alguna de las dimensiones donde aparecen las dificultades” y, a la vez, “cómo disponer de recursos en el área de estimulación pero también en la de la salud, para que la tarea en el aula no sea en solitario, sino acompañada por otros profesionales”. En el mismo sentido, Pablo Caggiani, consejero en representación de los docentes, apuntó que se debe trabajar en la “articulación con Salud Pública y el resto de la matriz de políticas sociales para la atención de este conjunto de chiquilines que identificamos con debilidades importantes, que requiere un abordaje más integral que vaya más allá de la intervención docente”.