El callejón sin salida en el que se encuentra el gobierno sueco, a cinco meses de las elecciones, parece estar cerca de resolverse. Para lograr una salida, el primer ministro socialdemócrata Stefan Löfven intenta convencer a la izquierda de que le brinde su apoyo político y le permita seguir en el cargo.

La cuestión se remonta a las elecciones del 9 de setiembre, en las que los ultranacionalistas, xenófobos y antieuropeístas del partido Demócratas de Suecia (SD, por su sigla en sueco) se convirtieron en la tercera fuerza en el Parlamento.

Las elecciones dejaron a los socialdemócratas con 144 escaños en el Parlamento, frente a los 143 de la llamada Alianza –una amplia coalición que contiene a conservadores, centristas, liberales– y los 62 de la SD.

Löfven no estuvo ni está dispuesto a formar un gobierno con los ultraderechistas, por lo que después de los comicios comenzó una negociación que ahora podría estar cerca de terminar en un acuerdo. El primer ministro logró pactar con los liberales y los centristas para gobernar en minoría con los ecologistas y aislar a la SD, pero necesita también el apoyo de los ex comunistas del Partido de la Izquierda –Vänsterpartiet en sueco, de ahí que su emblema sea una V– para poder gobernar por un nuevo período de cuatro años.

El líder del Partido de la Izquierda, Jonas Sjöstedt, criticó el pacto porque dejó a su organización política sin posibilidad de incidir en la negociación, y por eso manifestó que espera algún tipo de concesión –no aclaró cual– del primer ministro para brindarle su apoyo.

Löfven deberá maniobrar con maestría si pretende combinar con éxito eventuales concesiones a liberales y centristas con otras adicionales para los ex comunistas. La tarea no parece ser fácil, en particular si se tiene en cuenta que luego de las declaraciones del izquierdista Sjöstedt, el líder liberal Jan Björklund afirmó: “He prometido a mis electores mantener al Partido de la Izquierda afuera del acuerdo”.

Según informó la agencia de noticias Efe, el presidente del Parlamento sueco, Andreas Norlén, aplazó para mañana la nominación de un candidato a primer ministro, para darle tiempo a Löfven de negociar alguna clase de acuerdo con los ex comunistas.

En principio, estaba previsto que Löfven fuera nominado ayer tras las reuniones del presidente del Parlamento con los líderes políticos y que se votara mañana, pero Norlén decidió retrasar el proceso dos días. “Si varios líderes políticos me piden un poco más de tiempo, y ello implica que se puede solucionar la cuestión de la formación de gobierno, no puedo negarme”, dijo en conferencia de prensa Norlén, que no ocultó su molestia porque Suecia siga sin gabinete cuatro meses después de las elecciones.

El que se está viviendo actualmente es el mayor bloqueo político que ha sufrido Suecia en las últimas décadas. La aprobación del nuevo gobierno de Löfven ya fue rechazada en dos ocasiones, pero de acuerdo con el sistema político sueco son necesarios cuatro intentos fallidos en el Parlamento para elegir primer ministro antes de poder convocar elecciones extraordinarias, algo que no ocurre desde el año 1958.

El Partido Socialdemócrata lleva alrededor de un siglo como el más votado del país, aunque diversas coaliciones de otros partidos lo han alejado del poder en ciertas circunstancias. Según afirmó el politólogo español Ignacio Molina, consultado por la versión en español del portal digital The Huffington Post, “en Suecia la izquierda es fuerte y algunos consideraban una barbaridad pactar con el SD”. Molina agregó que Suecia “es un país muy ideológico, y cuando surge un partido así hay una reacción de que hay que hacer un cordón sanitario porque son ultras o neonazis, aunque ahora se han moderado”.