La historia no perdona y esto no es una novedad, pero lo cierto es que son tantas las promesas que nos hacen en materia de salud el Partido Nacional (PN) y el Partido Colorado (PC), que a veces nos confunden (intentan confundirnos). Para prevenir la confusión, es conveniente comparar lo que los “socios” –al decir de Luis Lacalle Pou– hicieron en salud en los 20 años posdictadura durante los cuales gobernaron (1985-2005), con los 13 años del gobierno frenteamplista (2005-2018).

Necesitamos hacer esta comparación porque parece que ahora estamos todos de acuerdo con la reforma que el Frente Amplio (FA) implementó en la salud (sin embargo, blancos y colorados no la votaron). Según indican en sus programas de gobierno, el problema parece ser que el FA no avanzó lo suficiente con la propuesta.

Durante los gobiernos blancos y colorados tuvimos un sistema de salud fragmentado: existían varios subsistemas y prestadores sin conexión entre ellos. Un sistema segmentado: dependiendo de sus ingresos, las personas podían contratar diferentes servicios de acuerdo al costo, transformando así la salud en una mercancía regida por las leyes del mercado, y las instituciones se reservaban el derecho de admisión. La salud la pagaba la gente de su bolsillo, salvo 700.000 personas que pertenecían a DISSE; todos los demás tenían que pagar la cuota mutual. En líneas generales, existían dos subsistemas: uno de pobres para pobres (la Administración de los Servicios de Salud del Estado –ASSE–), y otro de ricos para ricos, las mutualistas y los seguros privados. No existía el Plan Integral de Atención en Salud (PIAS), que es una canasta de prestaciones integral obligatoria para todas las instituciones públicas o privadas. No existía el Formulario Terapéutico de Medicamentos (FTM), que exige un listado integral de medicamentos. El Sistema Nacional de Información (Sinadi) tenía una información rudimentaria. No se desarrollaba la Atención Primaria en Salud Renovada (APSr), una estrategia para el sistema de salud basada en la prevención, promoción, rehabilitación y no sólo en la asistencia de los pacientes. No existía el Scarache, que permite conocer en detalle los recursos humanos en salud en todo el país, tanto en públicos como en privados. Los tickets eran recaudadores y no moderadores, o sea, se utilizaban para financiar las instituciones privadas a costa del bolsillo del usuarios, y eran por lo tanto de elevado precio. El cierre de mutualistas era una constante, con trabajadores en la calle y usuarios sin cobertura. La inversión en pacientes de ASSE representaba 30% de la inversión en pacientes mutuales. Había dificultades en el ingreso a las instituciones privadas (¿recuerdan cuando era imposible afiliar a un usuario de edad avanzada a una mutualista?). El Ministerio de Salud Pública (MSP) no ejercía la rectoría, y al estar el prestador unido al rector era imposible que el MSP controlase a ASSE. No existían objetivos sanitarios ni políticas o propuestas definidas sobre complementación.

¿Qué sucedió a partir de la asunción del gobierno por parte del FA? La aprobación de la Ley 18.211, con la que se creó el Sistema Nacional Integrado de Salud (SNIS), tuvo como objetivo reformar los tres pilares fundamentales del sistema de salud. En primer término, el modelo de atención, desarrollando la estrategia de APSr renovada, basada en promoción, prevención, rehabilitación, cuidados paliativos, y llevando el sistema de atención lo más cerca posible del usuario. En segundo lugar, el modelo de gestión, creando la Junta Nacional de Salud (Junasa), las Judesas (juntas departamentales de salud) y Julosas (juntas locales de salud); se integraron trabajadores y usuarios a las direcciones de organismos centrales del sistema. Y, finalmente, esta ley permitió modificar el modelo de financiamiento al crear el Fondo Nacional de Salud (Fonasa) evitando, entre otras cosas, que las instituciones privadas puedan reservarse el derecho de admisión, que antes les permitía negar el ingreso a pacientes que se suponían más caros asistencialmente. En la actualidad se cubre con el seguro a 2.500.000 usuarios.

Se definió la cápita por edad y sexo, y que la pague el Fonasa y no el usuario. Se separó el MSP de ASSE, devolviéndole al primero su rol de rectoría sobre todo el sistema. Se definieron los objetivos sanitarios hasta 2025. Se comenzó a instrumentar la herramienta de complementación de servicios para mejorar su eficacia y eficiencia. Se avanzó hacia la integración del sistema con leyes tales como la de urgencia y emergencia, que permite que un usuario se asista en cualquier puerta de emergencia independientemente de su institución de origen; la ley de centros de referencia, que permite tener centros para patologías complejas y poco frecuentes en todo el país. La inversión por paciente de ASSE respecto de las instituciones privadas pasó a ser de 1 contra 1,2. Se bajó el costo del ticket de medicamentos, estudios y de consultas, lo que permitió disminuir el gasto de bolsillo del usuario a menos de 20%, cumpliendo con uno de los objetivos económicos que plantea la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se desarrolló la Operación Milagro, que restituyó la visión a 90.000 usuarios. Se inauguró el Instituto Nacional de Ortopedia y Traumatología. Se reabrió el Hospital Español. Se desarrollaron fuertes políticas públicas en salud, entre otras la lucha contra el tabaquismo y el programa de alimentación adecuada, la seguridad vial.

En salud, Luis y Ernesto tienen un cero por falta de creatividad, un cero por no decir la verdad, un cero por proponer medidas que con sus políticas de shock y austeridad son imposibles de llevar adelante.

Por lo expresado, el saldo de los tres gobiernos frenteamplistas es francamente positivo. Bienvenidas las críticas, si son para mejorar. De hecho, el PN y el PC sostienen que están de acuerdo con la reforma y consideran que hay que profundizarla, aunque no aclaran –como en la mayoría de los temas– de qué forma lo van a financiar y refieren a cosas que ya están hechas (la mayoría de sus propuestas son así). Y además, sostienen que el FA va lento porque ya transcurrieron 13 años. ¿Qué diremos nosotros? Que estuvieron 20 años y no hicieron nada. Perdón, sí hicieron: durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, modificaron la forma de cálculo en el pago por acto médico, lo que impactó en el aumento de su costo. Cerraron mutualistas y lograron cristalizar el proyecto neoliberal en la salud, regirla por las leyes del mercado que tanto defiende Ernesto Talvi, su socio. La propuesta del FA y el desarrollo de lo que ya hizo no son compatibles con un modelo neoliberal, por lo cual difícilmente blancos y colorados podrían profundizar la reforma de la salud; es más probable que desanden el camino construido.

En salud, Luis y Ernesto tienen un cero por falta de creatividad, un cero por no decir la verdad, un cero por proponer medidas que con sus políticas de shock y austeridad son imposibles de llevar adelante, y un cerito más por tratar de engañarnos.

Daniel Parada fue director del Hospital Maciel.