El libro India, de Melisa Machado, habla de lo eludido, lo callado, lo inalcanzable en el decir; es un poema largo, conformado por momentos y reconstrucciones verbales de una misma realidad. India enfrenta un trauma: el genocidio de la población charrúa; pone el cuerpo en 1831 porque sabe que la violencia ejercida sobre una población nativa está en los genes, es parte de la memoria que se mueve en la sangre. India (que se presenta hoy a las 20.00 en El Castillo Vagabundo, Canelones 1829) es una voz ancestral y contemporánea por igual, abre el tiempo en el que el pasado y el porvenir comulgan en el instante en que la voz habla, o dialoga con las voces silenciadas y negadas harto tiempo. Una versión de la historia uruguaya conoce muy bien ese silencio. La poeta como voz de la tribu, plegada sobre sí misma, sobre su historia, arrastrando en ese movimiento el mundo hasta hacerse múltiple, coral, reuniendo las capas de realidad más bien permeables que al final conforman un solo tejido. Machado encauza esa multiplicidad con reinvención, resuelve la alteridad porque el otro y la otra están en su voz, forman un solo cuerpo sutil.

Es posible que la reivindicación de India carezca de rigurosidad científica, de detalles y desarrollo histórico, pero brilla y funciona en la intensidad del lenguaje que se tensa y se comprime hasta decir lo indecible, hasta entrar en un cuerpo sometido a la imposición y el prejuicio. Un cuerpo ejecutado por el miedo. Esto es poesía; no busquemos conceptos en estas páginas, sino imágenes acertadas, ritmo propio y un clima que intenta actualizar la historia. Va a ese lugar porque sabe que la poesía va al origen, sabe que la poesía es una forma de conocimiento a la que no interesan las apariencias del mundo, sino la fuente de la que el mundo bebe.

Machado quiere ir más allá de esa tiniebla atravesando la catástrofe, y ahora la quiere renombrar con conciencia, honrar el tema sacándolo del olvido, quebrando la negación sobre él. En cierto punto, impugna la imagen repetida del poder de turno. Ahora vemos lo que ha sido arrancado, advertimos la sombra de la historia. ¿Qué más indecible que un genocidio? En la contratapa del libro ya asoma la forma de expresar lo no dicho: “Y la cabeza de la mujer brota de la tierra. / Su raíz de junco, sus ojeras. / El secreto de la estirpe asesinada”.

India habla en plural; se sabe perteneciente a un grupo, a una historia nacional y a una tradición. No es una solidaridad de estación ni una empatía del momento: es una búsqueda de sí misma que la poeta arrancó en libros anteriores, como Canto rojo (2013) o Rituales (2011), en los que deja entrever que en su cuerpo hay múltiples mujeres, hombres, una legión que acompaña. En este sentido, Machado parece estar escribiendo un solo libro, pero en este caso mira su lazo ancestral y salva la raíz de su árbol genealógico con la dignidad del lenguaje.

Melisa Machado nació en Durazno, la misma tierra que, luego de la masacre de Salsipuedes, acogería, aunque en forma de esclavitud disimulada, a un puñado de niños y niñas charrúas huérfanos y derrotados. 188 años después, la poeta escribe mirando su tierra natal, que a un tiempo es la geografía de la intemperie para los vencidos, para los que se quedaron sin palabras.

¿Cómo no va a titubear ante ese hecho todo discurso, el lenguaje mismo? La lucha de estos poemas no sólo es con la desmemoria, sino con el lenguaje. Por eso reescribe, reinventa con los restos. No es casual que estos poemas aparezcan en medio de cuerpos mutilados, florezcan en una tierra purpurea, arrasada, vengan de un silencio oscuro, salgan de un hueco que dejó el grito y el llanto o, quizás, la silenciosa desesperación. Ante tal panorama, el lenguaje parece no tener otra opción que pulirse como el hueso que mira, y con ese hueso-poema percutir hasta quebrar el lenguaje predecible y previsible de lo ya dicho. India no es guía moral, pero agradezco que me haga ver un punto de la realidad cubierto de sombras, que me dé pistas para inaugurar una nueva percepción sobre lo dicho. Esto es lo que hace la poesía.

India. De Melisa Machado. Montevideo, Dios Dorado, 2019. 44 páginas.