Se había hecho esperar casi tanto como su vuelta a los escenarios. La reedición de los discos de Jaime Roos, en el marco de la colección Obra Completa, que empezó a lanzarse en 2015, había quedado estancada a fines de 2016 en la tercera tanda, que iba desde Estamos rodeados (1991) hasta el recopilatorio Selladas 1 (1983-1992). Pero luego de tres años, por fin la cuarta tanda ya se ve en las bateas.

En este tiempo de silencio quedaron por el camino varias estimaciones de posibles lanzamientos y hubo cambios en el equipo: la curaduría y supervisión musicológica de la colección hasta la tercera tanda fue del crítico y musicólogo Guilherme de Alencar Pinto, pero en esta que acaba de salir pasó a ser del propio Roos. A su vez, las breves reseñas incluidas en cada álbum, que también eran de Alencar Pinto, ahora están a cargo del periodista y músico Andrés Torrón. En un comunicado de prensa de hace un mes Roos había señalado que el proyecto, según sus cálculos, iba a llevar un año y medio de trabajo, pero “las vacaciones en Bariloche se convirtieron en una expedición a la Antártida”. Años más, años menos, basta de perorata y vayamos a lo nuestro.

Bienvenido

Hay que tener en cuenta que esta tanda comprende cuatro discos que originalmente fueron grabados y pensados para cuando el CD ya era el formato establecido para la música, por lo que, a grandes rasgos, no precisaban una remasterización –es decir, mejorar la calidad del sonido–, como sí pasó con las dos primeras tandas, de álbumes que fueron pensados para el vinilo y luego transferidos a CD. Por eso, discos como Siempre son las cuatro (1982) y Mediocampo (1984), por ejemplo, nunca sonaron mejor que en las reediciones para la colección Obra Completa, y su comparación con sus versiones originales en vinilo resulta humillante. En esta nueva tanda la diferencia no es tan grande.

Dicho esto, hay una diferencia importante en la reedición de Si me voy antes que vos (1996) –sí, el que tiene el hit homónimo–, el último disco de estudio que Roos sacó en la década de 1990, mucho menos agitada a nivel discográfico que la anterior. Este fue el primer álbum que grabó para una multinacional, Sony Music Argentina, en un estudio del vecino país, con todos los chiches. Pero, según explica el músico en el librillo de esta reedición, la “fecha inamovible de entrega” que le fijó el sello generó “un interminable efecto dominó de problemas”. El resultado fue que se publicó con una canción menos, “con varias mezclas mal terminadas, con la fase final del diseño gráfico hecha a los apurones” y una “masterización defectuosa”.

Foto del artículo 'Va llegando: ya está en disquerías la cuarta entrega de la colección Obra Completa, de Jaime Roos'

Así las cosas, cinco canciones fueron remezcladas enteramente. Una de ellas es la segunda, “Bienvenido”, un candombe-rock medio opero –de Opa, no de ópera–, con un riff incisivo de guitarra eléctrica que se hace notar hasta cuando no está. Ya en la primera escucha se percibe que en la remezcla se cambió la posición de algunos instrumentos en el espectro estéreo, tirándolos más hacia los costados, dando una mayor sensación de amplitud. El cambio es acertado y queda mucho mejor, como cuando movíamos la antena del televisor para ver más nítido –analogía noventera para un disco noventer–. La canción en esta nueva edición dura un minuto menos que la versión del disco original, algo que también es bienvenido, ya que tenía una de esas codas larguísimas marcas de la casa –que a su vez están obviamente influenciadas por las de The Beatles–, que en este caso no aportaba mucho. El tema extra que no pudo entrar en el original y aquí sí fue incluido es “Sin saber por qué”, compuesto en 1983, con letra de Roos y música de Jorge Galemire.

Sin más gala que su vuelo

Si bien Roos ya había editado un disco en vivo, Esta noche, en 1989, es con Concierto aniversario (1998) que lo hace como se debe: poniendo toda la carne en el asador: un CD que funciona como una especie de grandes éxitos –y no tanto– en vivo, con 17 canciones a lo largo de 69 minutos. Las versiones fueron tomadas de tres noches seguidas en el teatro Solís, en junio de 1997, que sirvieron para festejar los 20 años del lanzamiento de su primer disco –de ahí su título–, Candombe del 31 (1977).

La remasterización es la original de 1998 y en cuanto a la música, se sabe, no se consigue mejor: Jaime, ni lerdo ni perezoso, siempre supo armar un Fútbol Club Barcelona de artistas a su alrededor. A esta altura del partido ya no queda nada por decir de los hermanos Ibarburu –Martín y Nicolás–, Freddy El Zurdo Bessio, Pablo Pinocho Routin, y mucho menos de ese tal Hugo Fattoruso. El álbum viene bárbaro como para ir haciendo boca ante la vuelta de Roos a los escenarios el año que viene –sólo por el empalme atmosférico entre “Las luces del Estadio” y “Se va la murga” vale la pena volver a escucharlo–.

Poco hay en el mundo

“Es el amor...”. No debe de quedar nadie en este país que no haya escuchado “Amor profundo”, aunque sea sin querer. La canción, compuesta y grabada originalmente por Alberto Mandrake Wolf, se abrió camino dentro del bosque popular en la versión de Roos, con ese hoy ya clásico puntapié inicial del Zurdo Bessio. Fue en pleno 2000, entre “Mayonesa”, Chocolate y todas esas cumbiambas uruguayas que nos comimos en aquel momento, que dominaban el mainstream. Gracias a su calidad se convirtió en una de las canciones más importantes de la música vernácula en el siglo que recién arrancaba –es, también, el último hit de Roos–. El tema abría Contraseña (2000), el disco en el que el bigotón más famoso de Uruguay se mandó un recorrido por músicos y cantautores montevideanos de cinco décadas distintas –desde Alfredo Zitarrosa hasta Nicolás Ibarburu–, por medio de versiones con arreglos mayoritariamente de su autoría.

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La reedición de 2019 contiene cinco temas extras, que ya habían aparecido en el recopilatorio semi en vivo Candombe, murga y rocanrol (2004). Por lo tanto, su inclusión parece desacertada, no sólo porque no son inéditos, sino también porque cuatro de esos temas fueron grabados en vivo, tomados de los recitales que dieron lugar a Concierto aniversario –no entraron en ese disco porque la duración máxima del CD es de 74 minutos–, por ende, se genera un choque conceptual entre las canciones de estudio y las extras.

Un poco más

Parece que fue ayer cuando se anunciaba el novedoso método de distribución que iba a tener el último y esperadísimo disco de estudio de Jaime Roos: se podía comprar en cada una de las estaciones de servicio de ANCAP. Pero ya pasaron más de 13 años. Fue en 2006 que se editó Fuera de ambiente, que sigue siendo lo último de Roos y uno de esos clásicos álbumes que pegan tarde, porque no tiene hits rimbombantes y abrasadores que prenden fuego las radios pero sí diez canciones que son como pequeñas perlas que abarcan todo el collar sonoro de Roos. Entre ellas siempre se destacó, más que ninguna otra, “Tema del hombre solo”, una canción introspectiva y enorme, con una letra a la altura de otra genialidad clásica de Roos, como “Hermano, te estoy hablando”: “Alguien dijo que nacemos y que morimos solos. / Yo que nací varias veces, suscribo todo”.

Con Fuera de ambiente pasó algo similar que con Si me voy antes que vos, aunque en este caso no es Roos el que lo explica en el librillo, sino Torrón en la breve reseña, al señalar que el músico “por segunda vez en su trayectoria artística publicó un disco con cierta cuota de desazón, ya que no quedó conforme con el resultado final” y se negó a reeditarlo “hasta no volver a mezclar determinadas canciones, remasterizar nuevamente el álbum y rehacer su diseño gráfico”. Todo eso llegó en esta reedición, aunque en los temas que fueron remezclados no se notan cambios sustanciales en el espectro como en Si me voy antes que vos. Lo que sí es claro es el cambio en el diseño gráfico, empezando por la tapa, mucho más sobria que la original, más acoplada a las letras introspectivas y la música menos apabullante del álbum.

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Seguramente, como las tandas anteriores, estos cuatro discos pronto estarán en Spotify. Pero vale la pena romper la canchita para tenerlos en formato físico, palpable, lleno de átomos y no de bytes, por el arte y la información incluida en los librillos, que son, como los temas de Roos, de esos que ya no se hacen más.