La maestra del jardín de infantes planteó la pregunta “¿qué quieren ser cuando sean grandes?” y el pequeño Daisuke Fuchigami escribió: “Madre”. Cuando entregó el papel, la maestra le dijo que se había equivocado y le pidió que cambiara “madre” por “padre”. Fue la primera vez que entendió que no se sentía varón pero, por miedo a sufrir bullying, decidió esconder su identidad de género durante la escuela y el liceo.

Ya de adulto, cuando estaba por terminar la universidad, Fuchigami se dio cuenta de que convivir con ese cuerpo masculino era insoportable e inició un tratamiento hormonal. Cuando por fin pudo contarle a su familia y amigos sobre el proceso que estaba viviendo, se animó a más y fue por la operación de cambio de sexo. El siguiente paso fue el cambio de nombre en los documentos de identidad, por el que pasó de Daisuke a Ayako.

Hoy Ayako Fuchigami tiene 44 años, es referente de la comunidad LGBTI en Japón y hace apenas dos semanas se convirtió en la primera legisladora trans del país. Ganó un escaño en la asamblea local de la ciudad de Sapporo, ubicada en la isla Hokkaido. La legisladora electa –que se postuló de la mano del Partido Constitucional Democrático– lideró una campaña que se centró en propuestas enfocadas en mejorar la vida de las personas LGBTI.

El día después de las elecciones locales, cuando se dieron a conocer los resultados, la legisladora prometió: “Quiero devolverles el favor a quienes me han apoyado trabajando duro para crear una sociedad en la que los miembros de la comunidad LGBTI puedan ser ciudadanos activos [...] Quiero crear una sociedad donde se reflejen las opiniones de personas diversas”. En el discurso breve, pero contundente, Fuchigami agregó: “Sólo queremos vivir una vida normal”. Mientras tanto, en el fondo, ondeaban decenas de banderas con los colores del arcoíris.

Una de las principales promesas de campaña de la dirigente trans fue la de impulsar una ley de matrimonio igualitario, o algún tipo de reconocimiento legal para las parejas del mismo sexo, algo que no contempla la legislación actual de Japón. También prometió crear un marco para mejorar la integración de los LGBTI en la educación, entre otras iniciativas. “Estoy representando a personas de minorías que enfrentan muchas dificultades todos los días. Siento el peso de su carga sobre mis hombros”, dijo Fuchigami en el discurso que dio después de ser electa.

Mientras atravesaba el proceso de feminización, Fuchigami comenzó a trabajar como bailarina en LaLaToo, un club nocturno de Sapporo en donde se presentan talentos trans y travestis. Una de las noches de actuación, se enteró de que uno de sus compañeros se había suicidado, después de luchar durante muchos años contra la discriminación social y laboral. Fuchigami contó en varias ocasiones que decidió meterse en la política después de esa muerte, que le marcó la vida. Su meta era clara: iba a dedicar la vida a trabajar para revertir los prejuicios, la discriminación y la violencia de la sociedad japonesa contra la comunidad LGBTI.