Tres meses después de que el presidente francés, Emmanuel Macron, lanzó un “gran debate nacional” para hacer frente a las demandas de los “chalecos amarillos” –que continúan con sus manifestaciones todos los sábados–, el gobierno anunció esta semana las primeras conclusiones de la consulta. El vocero no fue Macron, sino su primer ministro, Édouard Philippe, quien aseguró que las reuniones, a las que asistieron un millón y medio de personas y que costaron más de 13 millones de dólares, “honraron” al país.

Philippe agradeció a quienes participaron y dijo que cuatro grandes líneas se desprendieron del debate: la necesidad de una profunda reforma fiscal, una mayor cercanía institucional, un incremento de la representatividad democrática y la adopción urgente de medidas contra el cambio climático. Hizo hincapié en lo primero: reconoció que Francia se encuentra en “una inmensa exasperación fiscal” y anunció que una de las prioridades del gobierno será bajar los impuestos “lo más rápido posible”. En particular, sugirió que no habrá ningún tipo de aumento del impuesto a los combustibles, una de las medidas que desataron la crisis de los chalecos amarillos. Los franceses “ya no quieren impuestos” porque no quieren que “les digan lo que deben hacer”, dijo, y aseguró que escuchó ese mensaje de manera “fuerte y clara”.

El primer balance del gobierno siguió el martes con un discurso ante la Cámara de Diputados en el que Philippe reconoció que el gran debate demostró que un “muro de desconfianza” separa a los franceses y a sus representantes, y mencionó a los funcionarios electos, los no electos y los sindicalistas. Si bien las prácticas de la vida política han “mejorado considerablemente”, dijo, esta desconfianza ha florecido en “fallas colectivas”, como el “desempleo masivo” y “el bloqueo al ascenso social”. El primer ministro agregó que su conclusión personal es que “hay una poderosa necesidad de transformación”.

Si bien el gobierno presentó la consulta como un espacio en el que participaron “todos los franceses”, la oposición afirma que muchos sectores quedaron marginados. También considera que el debate no fue más que una estrategia de Macron para ganar popularidad a pocas semanas de las elecciones europeas.

Si bien el gobierno presentó la consulta como un espacio en el que participaron “todos los franceses”, la oposición denuncia que muchos sectores quedaron marginados. También considera que el debate no fue más que una estrategia de Macron para ganar popularidad a pocas semanas de las elecciones europeas.

Después del discurso del primer ministro en la cámara baja, los líderes de las distintas bancadas tuvieron la oportunidad de responder. El diputado Christian Jacob, del partido de derecha Los Republicanos, criticó el liderazgo de Macron y pidió nuevas elecciones. “En verdad, el contrato que lo une a los franceses, el de su elección, está roto. Ya no es realmente un debate lo que el país necesita, sino una nueva elección. ¿Por qué una elección? Simplemente porque en una democracia la elección es el único juez de paz para garantizar la legitimidad de un gobierno”, argumentó.

Jacob también dijo que el presidente “ha logrado lo impensable” al “poner al país en un estado preinsurreccional”. E insistió: “Nos vendieron un ‘nuevo mundo’ que en realidad es peor que el anterior porque es ofensivo, altivo y condescendiente”.

Estaba previsto que Philippe entregara otro balance ayer en el Senado. Pero todos esperan escuchar en algún momento la voz del propio Macron, quien según el Elíseo no hablará antes de mediados de mes.