Hace pocos días, una declaración internacional en apoyo a Julian Assange, difundida por www.legrandsoir.info (periodismo alternativo), hizo un análisis de los hechos que involucran al periodista australiano, que estuvo asilado en la Embajada de Ecuador en Gran Bretaña y ahora está preso en ese país. Transcribo un fragmento: “Julian Assange no es culpable de ningún delito. Ninguna acusación se mantiene contra él. Julian Assange es un preso político. [...] Wikileaks y Julian Assange revelaron crímenes de guerra cometidos por el Ejército estadounidense en Afganistán; el financiamiento del DAECH [Estado Islámico] por la Fundación Clinton; las torturas practicadas en Guantánamo, así como el espionaje que hizo la CIA del gobierno de [François] Hollande que le rechazara, sin embargo, el asilo político, luego de sólo 50 minutos de reflexión. [...] 100% de las informaciones publicadas por Wikileaks son incontestables e incontestadas. [...] Suecia, Ecuador, Gran Bretaña y Estados Unidos persiguen a Julian Assange por haber llevado a conocimiento del gran público un crimen de guerra cometido por el Ejército estadounidense en Irak (asesinato colateral), crimen que le fue revelado por la militar informante Chelsea Manning, ella a su vez perseguida, prisionera, torturada abusivamente, en varias ocasiones, por el gobierno de Estados Unidos. [...] Al perseguir a Julian Assange, Suecia, Ecuador, Gran Bretaña y Estados Unidos violaron la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, el Pacto de Derechos Cívicos y Políticos, su derecho territorial, el Fallo de la Organización de las Naciones Unidas [ONU] de 2016 que exigió su liberación, la indemnización y ponerlo en lugar seguro, y, finalmente, el artículo 7º del Estatuto de Roma (Corte Penal Internacional). Todos son culpables de delitos contra la Humanidad”.

Luego, esta declaración describe las contradicciones de la Justicia de Suecia. Primero intervino una fiscal, Eva Finné, que concluyó archivando el caso de supuesta violación. Otra, Marianne Ny, una semana más tarde reabrió el caso, impidió, contra la legislación sueca, que los abogados de Assange tuvieran acceso a la documentación judicial, y también se opuso a que Assange brindara testimonio –como ofreció– desde su asilo. Pero hizo una cuarentena de declaraciones en las que dejaba flotando la sospecha de un delito.

Al analizar la actitud del gobierno actual de Ecuador –bajo la presidencia de Lenín Moreno, que sin duda cedió a presiones de Estados Unidos– se destaca la inhumanidad e incluso la bajeza de sus actitudes frente al asilado: prohibición de contactos con el exterior, filmación oculta de sus movimientos en el reducidísimo ambiente de la embajada (y luego comercialización de esas filmaciones), para concluir quitándole la ciudadanía ecuatoriana que le había otorgado el ex presidente Rafael Correa y cancelando el derecho de asilo. La declaración invoca dos importantes créditos recientemente otorgados a Ecuador por el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional (organismos que no pertenecen al sistema de la ONU y sí operan muy vinculados al gobierno estadounidense) señalando que podrían ser parte de un soborno.

Otro relator especial de la ONU sobre el “caso Assange”, Nils Melzer, acaba de pronunciarse con total coincidencia con la anterior declaración. Y agrega, en una entrevista televisiva: este caso suele ser tratado, en los medios de comunicación, por un cúmulo de asuntos insignificantes –por haber sido suficientemente aclarados– en torno a la personalidad de Assange, cuando se omite “al elefante en el salón”, esto es, la denuncia de los crímenes de guerra, de las torturas y de los compromisos del gobierno de Estados Unidos para prestigiar sus políticas agresivas.[^1]

Finalmente, la edición de mayo de Le Monde Diplomatique, bajo la pluma de Juan Branco, difunde una extensa nota titulada “Un héroe convertido en el hombre a destruir”, que coincide absolutamente con los anteriores análisis pero agrega, sobre los medios de comunicación: “Cuando se produce el arresto de Assange en la Embajada de Ecuador el 19 de abril de 2019, con violación de todas las convenciones internacionales relativas al derecho de asilo, las redacciones occidentales, desde la de Washington Post hasta la de Le Monde, pasando por la de The Guardian y la de The New York Times, se muestran timoratas, si no hostiles. La suerte de un periodista detenido desde hace cerca de siete años en 20 metros cuadrados, sin acceso al aire libre y al sol, sometido a meses de aislamiento completo, en condiciones de vida cercanas a la tortura, y todo ello por haber hecho su trabajo, no los conmueve. Assange pudo aparecer muy frágil, con la mirada debilitada por la solitud, pero ya no era de los suyos. [...] Para comprender esta ruptura con el mundo mediático, es preciso considerar que el periodismo moderno funciona dentro de un marco burgués, en el sentido de un mercado de la información en el cual la proximidad con los poderes es una condición para sobrevivir en un espacio concurrencial”.

Reflexiones finales

La última reflexión transcrita merece una ampliación. Nuestra realidad nos señala que vivimos en una pequeña área capitalista del planeta –considerando su sistema productivo– que tiene una superestructura etática de un apreciado liberalismo político, lo que incide en un sistema de comunicación social con muy poca intervención directa del poder político y, por el contrario, con fuerte incidencia de las reglas de la competencia.

La ideología dominante surge de los mecanismos de competencia, pero se refuerza también con los conceptos de soberanía popular (“todos los hombres son iguales”). Por un lado, logra que se ignoren las tremendas diferencias sociales (incluso las que vienen desde antes del nacimiento), determinando así que se acepte que “el esfuerzo es premiado por el éxito”. Por otro lado, el sufragio universal, que legitima a los gobiernos que son electos, lleva a pensar que estos pueden eliminar o superar la competencia. Para comprender verdaderamente la realidad –requisito para poder cambiarla– es preciso ahondar en el sistema de comunicación social (los medios masivos) que es el vehículo privilegiado de la reproducción ideológica.

La búsqueda de publicidad (única fuente de rédito de la televisión y la radio, fuente mayoritaria en la prensa) determina la frivolidad y ligereza de los contenidos. Y esto actúa también en el “caso Assange”, además de no malquistarse con los poderes etáticos que son fuente de información.

Vende más una cuestión picante (saber si usó o no preservativo en una relación sexual consentida) que una que obliga a reflexionar (y tal vez a informarse más) como el financiamiento de Estado Islámico por la Fundación Clinton.

Para apreciar la calidad de la información que recibimos, cabría reflexionar sobre la atención que se brindó a este tema y la calidad de los aspectos tratados en él.

Roque Faraone es escritor y docente.