Un fallo del Supremo Tribunal Federal (STF) de Brasil iguala la homofobia y la transfobia al racismo y las tipifica como delito. Llegó a esta decisión pese a que semanas antes el presidente de ese país, Jair Bolsonaro, insistió en subrayar que el papel de esa corte es el de juzgar y no el de legislar. Se trata de un debate que reaparece cada vez que el STF dicta fallos que afectan a la legislación brasileña, usualmente a favor a la agenda de derechos. “Yo respeto al STF y jamás atacaría a otro poder, pero, al parecer, están legislando”, dijo hace dos semanas Bolsonaro, cuando el órgano judicial incluyó el tema en su agenda y pidió no “mezclar la Justicia con la religión”.

La corte criticó al Congreso y consideró una “omisión” de su parte que no haya legislado ante la “discriminación” y el “odio” que llevan a que al menos una persona sea asesinada en Brasil cada día por causa de su orientación sexual.

Bolsonaro no reaccionó inmediatamente al pronunciamiento judicial, pero sí lo hizo uno de sus hijos, el diputado Eduardo Bolsonaro. “Un proyecto de ley en esos términos jamás sería aprobado en el Congreso”, dijo. Afirmó que “estamos en la era del activismo judicial”, y opinó que esto se debe “regular”.

Ayer sí se pronunció el presidente, cuando dijo que el STF cometió un error porque ese dictamen “profundiza la división de clases”. Opinó que los empleadores evitarán contratar trabajadores homosexuales por temor a cometer algún crimen en su contra. “Esta decisión perjudica al propio homosexual. Ahora, ¿alguien va a contratar a un homosexual? Lo va a pensar dos veces, va a pensar: ‘¿Y si se produce algún problema adentro [de la empresa]? Él me va a acusar de esto o de aquello y ¿qué va a pasar?’”. Como ejemplo de conflictos vinculados con esta ley, Bolsonaro dijo que si en un hotel un trabajador se equivoca y le dice a una persona homosexual que no tiene una habitación cuando sí la hay, “el dueño va preso” por homofobia.