“A veces la canción puede empezar con un sonido, un ruido, una melodía que viene a la cabeza”, decía Arnaldo Antunes a la diaria en marzo, cuando vino con Tribalistas al Antel Arena. Y agregaba, “Otras, puede comenzar a partir de una palabra, una letra. Creo que, para mí, el lenguaje musical es más misterioso que el verbal”.

Además de músico, Antunes es un compositor, poeta y artista plástico que ya cuenta con más de 20 poemarios publicados (la última vez que vino a Montevideo fue en 2013 para presentar su libro Las cosas, editado por Yaugurú), siete discos como vocalista y compositor de Titãs –grupo fundamental del rock brasileño de los 80–, 11 álbumes como solista y cientos de colaboraciones con variados artistas (además de que Gilberto Gil, Ney Matogrosso y Adriana Calcanhotto, entre otros, han grabado muchas de sus canciones).

El jueves a las 20.00 Antunes llegará por primera vez a la Sala del Museo (que cambiará su formato habitual y propondrá tres sectores de platea con ofertas gastronómicas) con su trío, para presentar su nuevo álbum, RSTUVXZ, junto a Betão Aguiar (bajo, guitarra y voz) y Curumin (batería, percusión, guitarra y voz).

En este trabajo, el samba y el rock se entrecruzan desde compartimentos distintos. Como dijo a la prensa Antunes, en vez de concebirlos en dos bloques, como lo había hecho antes, pensó que “sería más interesante alternar entre un género y otro”. “Incluso había pensado en nombrar al álbum Bipolar”, indicó. Como oyente o compositor, el músico reconoce que siempre actuó como antropofágico, tropicalista o brasileño. Tentado por el flujo de información, la mezcla y el difuminar los límites entre diferentes territorios musicales, el artista reconoce la consolidada tradición de síntesis de estos géneros, como la que hicieron Gilberto Gil, Caetano Veloso, Jorge Benjor, Tom Zé y Novos Baianos. “La relación entre samba y rock ha sido reveladora en varios síntomas en mi trabajo”, dice, ya desde sus primeros proyectos. En esa línea, durante mucho tiempo quiso grabar un disco “rozando” samba y rock and roll: “Hace algún tiempo pensé (inspirado en la idea del lado A y el lado B de los viejos vinilos), un álbum que presentaba una secuencia de rock en un lado, y una de samba en el otro. La idea tenía algo que recordaba a un álbum de Gil poco conocido de 1978, Samba-Choro Anthology, en el que, por un lado, reunía grabaciones originales de Germano Mathias y, por otro, sus lecturas de sambas de Gil, en una huella más pop”.

Así fue como concibió este repertorio “de fricción algo bipolar”, alternando samba y rock, de manera que acentuara sus contrastes y sus posibles afinidades. De modo que, en lugar de dividirlos en bloques, prefirió “exponer los cortocircuitos de las transiciones, turnándome en ambos géneros”. Para la transición de los temas, Curumin (esta vez como productor) creó viñetas de sonido que “reparan todo el disco, suavizando o reforzando los sustos; reafirmando el concepto de conmutación entre los dos universos”.

La palabra y las cosas

Para Antunes, todo sus trabajos comparten un territorio común: la palabra. Su deseo de explorar materialmente el lenguaje es el que potencia el tránsito y la migración de una disciplina a otra. En ese sentido, en la entrevista, el compositor reconocía que se consideraba “un artista de la palabra”: “Creo que la palabra es un puerto seguro desde el que me aventuro en relación con otros lenguajes. Ese trabajo me llevó a explorar las interfaces de lo verbal con las artes visuales y con la música, y a cruces con el video, la caligrafía, el collage, la instalación. Y también lo llevé a la canción, que acabó siendo una de mis actividades más presentes, junto con los libros”.