Mientras el número de afectados confirmados por el coronavirus en Israel se acerca a 1.700, este martes se anunció el segundo fallecimiento por el virus. Paralelamente el gobierno continuó adoptando más medidas de aislamiento social, aunque sin decidirse por la cuarentena plena, mientras la prolongada crisis política llegaba a un nuevo pico.

La Suprema Corte de Justicia dictaminó que Iuli Edelstein, presidente de la Knesset (Parlamento), reelecto por la cámara tras las elecciones de abril de 2019, tiene que convocar al parlamento para permitir la elección de un nuevo presidente de la cámara, que refleje la voluntad mayoritaria emergente de los recientes comicios. Hasta el momento, Edelstein se ha negado a permitir el funcionamiento de la Knesset, en la que el Likud y sus aliados perdieron la mayoría. Ante la perspectiva de que una alianza temporaria del partido opositor de centroderecha Azul y Blanco, con la centroizquierda, con el fortalecido bloque de partidos de la minoría árabe y con el derechista laico Avigdor Lieberman pueda legislar de tal manera que impida al primer ministro, Benjamin Netanyahu, seguir postulándose mientras se inicia el juicio penal en su contra por corrupción, y ante las dificultades del ejercicio del control parlamentario respecto de las medidas del actual gobierno transitorio, el Likud prefirió bloquear el parlamento.

En las últimas semanas, con la epidemia de coronavirus y la crisis económica resultante acaparando el centro de las preocupaciones, Israel ha vivido situaciones inéditas desde el punto de vista constitucional y político, en lo que podría describirse como un semiautogolpe de Estado.

Un primer ministro sin apoyo parlamentario decretó el estado de emergencia, incluyendo lo equivalente a lo que en Uruguay se denominan medidas prontas de seguridad, como consecuencia de la epidemia. Estas medidas incluían el uso de una tecnología de seguimiento de celulares usualmente destinada al control de la población palestina bajo ocupación militar, que ahora se empleará para monitorear a los israelíes contagiados por el virus y a sus contactos. Sin control parlamentario, debido al bloqueo burocrático del parlamento realizado por los representantes del partido de gobierno, el “control” del uso de esa tecnología estaba en manos de ministros del Likud y del partido religioso nacionalista Iemina, conocidos por sus tendencias antidemocráticas.

A la vez, la epidemia sirvió como pretexto para que el ministro de Justicia emitiera un decreto de emergencia para declarar feria judicial dos días antes de la fecha de citación de Netanyahu para el inicio de su juicio oral. Sin comisiones parlamentarias y sin que haya sido electo un presidente del parlamento, el Poder Legislativo no puede reunirse para revocar este decreto ejecutivo. Las universidades pueden seguir funcionando con clases a distancia, la mayoría de los ministerios también, pero no sucede lo mismo con el Poder Judicial. El jueves 19, una caravana de autos con banderas negras, que procuraba viajar desde Tel Aviv a Jerusalén para protestar contra el desmantelamiento de la democracia, de una manera que no contradecía las disposiciones por la epidemia, fue detenida por la Policía, que le impidió el acceso a la capital.

Durante las últimas semanas, casi a diario, Netanyahu ha usado y abusado de los canales de televisión en el horario central, en una mezcla de renovación de instrucciones respecto de la epidemia, tímidas medidas económicas que no logran paliar una crisis creciente, y muchos autoelogios y elogios de parte de ministros y subsecretarios. En una crítica al general retirado Benny Gantz, líder de Azul y Blanco, por hacer política “pequeña” en tiempos de emergencia y por no sumarse patrióticamente a su gobierno y pretender crear uno alternativo, Netanyahu y el Likud dirigen a la vez una campaña publicitaria que presenta a los 15 diputados electos del bloque de partidos árabes como “simpatizantes del terrorismo”, y advierte a Gantz de no atreverse a apoyarse en esos votos en el parlamento. Este es precisamente el punto débil de Azul y Blanco. Junto con los 15 diputados del bloque árabe puede juntar 61 o 62 votos sobre 120 para bloquear a Netanyahu, pero no se atreve a asegurar –ni puede hacerlo– la disciplina de todos los diputados de su partido para crear un gobierno con mayoría que se apoye en los diputados árabes.

El virus del racismo penetra en las filas del bloque contrario a Netanyahu. Algunos políticos israelíes lo consideran un verdadero drama. Tienen que decidir si son en mayor medida anti-Netanyahu, por el deterioro constante de las instituciones y por la corrupción y el fanatismo mesiánico de sus aliados; o antiárabes incapaces de reconocer a los representantes masivamente elegidos por la minoría árabe en Israel como ciudadanos y representantes plenos, socios necesarios para sobrepasar toda crisis y poner a Israel en el camino hacia un futuro distinto, desmantelando el racismo. En el entorno mismo del líder de Azul y Blanco se rumorea que, tras una mejora de las posiciones de fuerza frente a Netanyahu, Gantz consideraría la posibilidad de integrar un gobierno con el actual primer ministro.

Mientras tanto, se detectaron los primeros casos de Covid-19 en la densa y sitiada franja de Gaza, algo que si no se contiene a tiempo puede convertirse en una catástrofe humanitaria debido a las condiciones de vida bajo el sitio. En Israel se avecinan las semanas más duras de la epidemia. Cerca de medio millón de trabajadores fueron declarados de licencia sin goce de sueldo por parte de empleadores públicos y privados y pasaron a seguro de paro. Pequeñas empresas están al borde de la quiebra y las medidas de apoyo anunciadas por el gobierno son consideradas excesivamente “tímidas” por casi todos los analistas. Las últimas elecciones significaron una evidente inflexión pero la prolongada crisis interna en Israel parece muy lejos de solucionarse.

Gerardo Leibner, desde Tel Aviv.