El responsable del Ministerio de Educación y Cultura (MEC), Pablo da Silveira, cuestionó el gasto actual en alimentación escolar y dijo al semanario Búsqueda que intentará repartirlo mejor. Inmediatamente llegaron cuestionamientos a esta afirmación, sobre todo diciendo que no es pertinente la comparación que hizo el jerarca entre las viandas entregadas antes y después del cierre de las escuelas.

La Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) distribuye diariamente 270.000 porciones de comida, pero ni bien se suspendieron las clases se pasó a un sistema de alimentación de emergencia: el Consejo de Educación Inicial y Primaria (CEIP) se hizo cargo de la comida, por medio de viandas compradas a empresas tercerizadas, que aseguran sólo el almuerzo de los escolares que estén anotados. Las cifras que maneja el CEIP apuntan a que se pasó a 60.000 viandas por día, y esa baja en la cantidad de niños es la que subrayó Da Silveira.

“Sin dejar de darle de comer a nadie que lo necesite”, el ministro propuso repartir mejor el gasto destinado a la alimentación. “¿No será que no se estaba repartiendo de la mejor manera la cantidad de comida que cuesta cantidades formidables de dinero al cabo del año?”, se preguntó.

Para el consejero del CEIP, Pablo Caggiani, la pregunta del ministro no tiene lugar: “Es un problema de desconocimiento importante de cómo funcionan las escuelas”, planteó. En esta línea también opinó el ex consejero del CEIP Héctor Florit, quien en diálogo con la diaria afirmó: “Creo que el ministro se equivoca al no analizar adecuadamente el ritual de caminar varias cuadras para levantar una porción de comida: esto supone disponer de tiempo y de la determinación personal para hacerlo. Es algo que están haciendo miles de uruguayos, pero me parece una medida muy exigente para valorar las necesidades de la gente y evaluar el funcionamiento de los comedores”.

Florit y Da Silveira intercambiaron comentarios en Twitter en la tarde del jueves. El ex consejero acusó al ministro de querer “ahorrar en alimentación escolar” en un programa que cuesta “un dólar por día por niño”, a lo que Da Silveira respondió: “Ni el ministro quiere cortar la alimentación escolar, ni el costo es el que se indica. Se trata de mirar bien cómo se está gastando, para llegar mejor a la población que lo necesita. Mejorar la calidad del gasto es avanzar en justicia social. ¿Por qué negarse a mirar las cifras?”. Como respuesta, Florit aclaró en qué se gasta el dinero y retrucó: “¿Cómo ahorrar, a quién excluirías? Son los 270.000 dólares mejor usados”.

¿Quién come en los comedores?

Esas 270.000 porciones diarias incluyen el desayuno o merienda y el almuerzo y llegan a unos 230.000 niños, según informó Florit, es decir que más de 70% del total de escolares almuerza en la escuela (hay quienes sólo toman su copa de leche, otros desayunan y almuerzan, otros tienen las tres comidas y, en el caso de los campamentos e internados, se cubre también la cena). De ese total, 100.000 son niños que van a propuestas de tiempo extendido, es decir que es inevitable darles de comer, pues pasan muchas horas en la institución.

Esas propuestas de aumento del tiempo pedagógico incluyen a las escuelas especiales, las rurales, de tiempo completo y de horario extendido, a los jardines de jornada completa, los campamentos educativos, las colonias escolares, los centros de pasantías y los internados rurales.

Además, aclaró Florit, también se almuerza en la mayoría de las escuelas comunes, en particular en las Aprender, a las que concurren los niños de los quintiles más desfavorables y donde el gasto por niño anual es el triple que en el resto de las escuelas comunes.

Un comedor “eficiente y económico”

El costo de los comedores se calcula actualmente en un dólar por día, por niño. “Es un servicio eficiente y económico”, destacó el ex consejero, y afirmó que “es la tercera parte de lo que hoy cuesta una vianda de las se están entregando durante la pandemia, que salen 140 pesos cada una, y es la mitad de lo que sale el ticket de alimentación, que es la otra solución que se da en estos momentos”.

El presupuesto total de los servicios de alimentación se calcula en unos 50 millones de dólares anuales (270.000 dólares diarios), que equivalen a 63% de los ingresos que tiene el CEIP por medio del Impuesto de Primaria. “Yo vinculo la declaración del ministro con los ingresos por el Impuesto de Primaria; obviamente, si uno le hace un lifting a la alimentación escolar queda una disponibilidad del impuesto que es muy importante”.

Más allá de que el impuesto nació con la educación pública, en los últimos 100 años se ha utilizado para financiar la alimentación de los escolares, recordó Caggiani. En esta línea, Florit advirtió que un cambio podría implicar varias cosas, entre ellas “que en la misma ley se disponga que el impuesto financie a toda la ANEP, que lo que hoy financia Rentas Generales pase a ser financiado por el impuesto”.

Florit señaló que con la Ley de Presupuesto de 2005 se eliminaron los gastos retributivos para funcionarios asociados a la recaudación del Impuesto de Primaria: “Eso fue una de las grandes transformaciones que tuvo el impuesto y liberó recursos para los destinos originales. Hoy todos los gastos de alimentación y funcionamiento, transporte de estudiantes en situación de discapacidad, mantenimiento de escuelas, emergencias, está cargado al impuesto, pero casi 63% está destinado a la alimentación”, puntualizó el ex consejero.

Educación para la salud

Más allá de los gastos e inversiones, el comedor escolar tiene propósitos relacionados a la salud y el bienestar de los niños. A fines del año pasado Primaria presentó los resultados preliminares de una investigación que evaluó el Programa de Alimentación Escolar (PAE) y el estado nutricional de los niños. En esa oportunidad, se informó que “son menos obesos los niños que concurren a comedores que los que no lo hacen; mientras que tienen una masa corporal más adecuada los que concurren a tiempo completo que a tiempo simple”, recordó Florit.

El PAE funciona en tres modalidades: en 90% de los casos es un comedor tradicional, que forma parte de la escuela, y allí mismo se preparan los alimentos; en 5% de los casos funciona la modalidad “cocinando en la escuela”, semitercerizada, ya que una empresa lleva los alimentos y los prepara en un espacio de la escuela; y en el restante 5% es tercerizado y la comida ya llega pronta a la escuela.

El comedor en el centro tiene un gran valor para la comunidad, concordaron Florit y Caggiani. “El comedor escolar forma parte de Educación para la Salud, que es un contenido curricular; se lo vincula con la huerta escolar y con otras actividades que hacen al programa. Además, desde que comenzó la política de merienda saludable, tiene un valor educativo adicional, que es que las nutricionistas del PAE monitoreen no sólo la comida sino también los hábitos alimenticios”, destacó Florit.

Por su parte, Caggiani afirmó que “hay un montón de información sobre el estado de nutrición de los niños como para que la resolución sea tomada por un problema de recorte presupuestal. Las evaluaciones del PAE dan cuenta de los problemas que tenemos en la infancia con respecto al tema alimentación”. De hecho, en el informe del año pasado se constató que 39% de los escolares tanto privados como públicos tienen obesidad o sobrepeso.

Para Caggiani “se ve claramente que es en la escuela pública donde los gurises comen mejor, incluso mejor que en los privados. Pensar que se pueden ahorrar unos pesos por retacear la comida a los gurises suena desacertado; más en contexto de crisis”.