Sin sospechar lo que sucedería tiempo después con una pandemia que obligaría a repensar nuestros modos de estar en sociedad y de concebir las prácticas escénicas, cuando se estrenó Latencia, en 2018, planteábamos que el teatro y la representación se enfrentaban a constantes ampliaciones, y en ese imprevisible vaivén las puestas siempre volvían a redefinir los límites de su propia aventura.

Latencia era una obra que se presentaba como un dispositivo escénico con transmisión en vivo: cada función sucedía simultáneamente en dos ciudades, en dos teatros y dos plateas. Las actrices Leonor Chavarría (en Montevideo) y Florencia Santángelo (en Río de Janeiro) compartían el deseo de estar juntas reversionando sus propios relatos.

Ambas habían sido compañeras en la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático, y un día, cuando se volvieron a encontrar, decidieron trabajar juntas: hace unos años, cuando Chavarría viajó a Río de Janeiro con Gatomaquia (aquella recordada puesta de Héctor Manuel Vidal), se reencontró con su ex compañera y decidieron hacer una obra en dos ciudades y con dos públicos diferentes a la misma vez.

Después de un tiempo de investigar sobre las posibilidades de los dispositivos tecnológicos para contar historias y de hacer un laboratorio de prácticas biodramáticas (en el Instituto Nacional de Artes Escénicas), para el que tomaron como referencia el trabajo de los argentinos Lola Arias y Mariano Pensotti y de la compañía alemana Rimini Protokoll, conformaron la dramaturgia y la puesta en escena.

Ahora, en este contexto, la apuesta se vuelve incluso más sugestiva.

La sala Verdi, cuenta Claudia Sánchez, directora de Dos hermanas (y productora de Latencia), les propuso hacer Latencia online, pero como era un espectáculo concebido para hacer en un teatro y no de manera virtual, le plantearon estrenar un nuevo proyecto pensado desde la virtualidad.

Dos hermanas es una serie de cuatro capítulos en vivo, con una duración de 20 minutos cada uno, que se escriben a medida que transcurren (sólo están pautados los dos primeros), con una actriz en Río de Janeiro y otra en Montevideo, mientras cada una vive las consecuencias de la pandemia en su ciudad.

Con dramaturgia de Anthony Fletcher y composición musical de Sylvia Meyer, la serie se transmitirá durante cuatro viernes, a las 20.30, desde el canal de Youtube de la sala, y luego, al finalizar, los capítulos se mantendrán online durante una semana. Así, en este nuevo proyecto las hermanas vuelven a estar conectadas, compartiendo sus experiencias, hasta que un extraño irrumpe en el apartamento de una, y lo primero que a esta se le ocurre es llamar a su hermana. La cuestión es cómo podrá ayudarla desde tan lejos.

Para el equipo, esta búsqueda es lo más cercano que pueden estar de una “experiencia genuinamente teatral”, al menos en este contexto. Sánchez plantea a la diaria que, frente a la atomización de propuestas por streaming, en las que a veces se evidencia la ausencia de un discurso, en el caso de Dos hermanas se partió de una investigación que habían iniciado antes de esta pandemia, interesados en la herramienta del contacto a través de la web.

“Si pensamos en las referencias conceptuales del proyecto, en verdad continuamos una investigación que iniciamos en Latencia, que se iba a hacer igual aunque no estuviéramos en cuarentena, sobre este modo de explorar lo escénico sin que se vuelva cine: nuestros conceptos son teatrales, no hay un tratamiento de intención de la mirada del espectador, sino que la cámara es un registro de una conversación entre hermanas”, dice la directora, que además plantea que “hay un tratamiento del lenguaje visual que no es cinematográfico”, como tampoco lo son sus recursos, porque que el “medio de visualización sea una pantalla” no quiere decir que el desarrollo se vuelva cinematográfico.

Para Sánchez “hay un gran desafío de cómo quebramos las leyes preestablecidas que todos tenemos integradas sobre el cine y hacemos que esto preserve aun más el lenguaje teatral”, potenciado por la realización en vivo, que permite resignificar el espíritu del convivio. “Al menos para nosotros es una experiencia muy próxima a la teatralidad, y también implica el desarrollo de un lenguaje, porque no es lo mismo en lo que tiene que ver con el cuerpo de las actrices, las voces, las transmisiones. En ese sentido Oswald de Andrade es nuestro referente conceptual, y su manifiesto y sus ideas aparecen de un modo muy definido dentro del espectáculo”.

Dos hermanas. Escrita por Anthony Fletcher y dirigida por Claudia Sánchez. Con Leonor Chavarría (desde Montevideo) y Florencia Santángelo (desde Río de Janeiro). Música: Sylvia Meyer.