La crisis sanitaria y cómo el país la está afrontando abre una oportunidad para que podamos encontrar horizontes compartidos por toda la sociedad, abandonando formas de comportamiento que sólo pueden terminar en un cuestionamiento general “de los otros” que venimos arrastrando desde, al menos, mediados del siglo pasado.

Los resultados electorales muestran un mapa político de dos mitades, prácticamente iguales, cristalizadas, que no tienen mecanismos para “conversar” la una con la otra, con raras excepciones.

La mirada 2050 que elaboró la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) en el período pasado, con todos los errores y las limitaciones que pueda tener, fue la única oportunidad, luego de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico de la década de 1960, de procurar otear en el futuro hacia un horizonte de desarrollo inclusivo sostenible, con instrumentos conceptuales como pueden ser los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

También en el turismo, primero con el Plan de Desarrollo Sostenible hacia 2020, luego a 2030 y con la mirada prospectiva 2050, se procuró establecer “grandes avenidas” por donde procurar transitar. La propia concepción de la Ley de Regulación de la Actividad Turística, elaborada por los funcionarios del ministerio en amplia consulta con los privados y otros organismos de gobierno y aprobada en 2014, se basó en esa misma idea de intentar la generación de consensos sobre horizontes compartidos, no necesariamente unánimes. Las firmas que acompañaron el “Compromiso con el turismo” promovido por el entonces ministro de Turismo Héctor Lescano son un buen ejemplo de que es posible avanzar en esa dirección.

La pandemia de covid-19 llegó para quedarse y cambiarlo todo. En ese cambiarlo todo es donde, quizás, las mitades tengamos una oportunidad de “sentarnos a conversar” pensando en cómo podemos lograr que en el proceso nadie quede atrás, que lo que construimos a lo largo de décadas sea una fortaleza y no una “batalla” de relatos, que seguramente no nos ayudará a generar mejores condiciones para la inmensa mayoría de los uruguayos.

El 4 de julio leí en la diaria un artículo que desde su título –“Elige tu propio relato económico: la rayuela económica uruguaya”– y desde la forma en que está escrito por Fernando Esponda y Santiago Soto, así como por las descripciones y los hechos recogidos, pone sobre la mesa claramente la necesidad de que las “dos mitades” repensemos el futuro del país sin preconceptos, sabiendo que no hay recetas preestablecidas para salir de esta catástrofe. Que si hemos tenido posibilidades de sobrellevar la pandemia no es por “varitas mágicas”.

Simplemente podría poner un ejemplo, sin siquiera tener todos los elementos: la filial uruguaya del Institut Pasteur. En 2004, Jorge Batlle visualizó una oportunidad de cobrar una deuda del Estado francés con Uruguay establecida en la Segunda Guerra Mundial. El instituto fue inaugurado en 2006 por el doctor Tabaré Vázquez, y en 2007 entró en funcionamiento. Un uruguayo emigrado en 1972, el doctor Guillermo Dighiero, ex investigador en el Institut Pasteur de París, fue su primer presidente.

Por décadas, excepto durante el período de la dictadura, el país fue construyendo bases técnico-científicas sólidas, con reconocimiento internacional. El Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable estuvo desarrollando sus trabajos, la Universidad de la República continuó representando un porcentaje excluyente de la investigación y en los últimos años se territorializó en su oferta académica e implantación. También se contó con otros fondos y organizaciones que ampliaron las posibilidades de los científicos nacionales. Las propias capacidades del Ministerio de Salud Pública y sus laboratorios se acrecentaron, y la creación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación permitió nuevas oportunidades para los innovadores y los investigadores.

Más allá del lógico y natural debate sobre las insuficiencias, las carencias y las limitaciones de los fondos, hoy esta realidad es conocida y reconocida por toda la sociedad como una fortaleza, que junto con el desarrollo de una reforma de la salud y el establecimiento de un Sistema Nacional de Salud y luego de Cuidados nos permitió lograr una logística y herramientas para ser uno de los países de referencia en la gestión de la pandemia.

Este enorme valor, en primer lugar para la vida de todos nosotros, es una fortaleza excepcional que evidencia la importancia del desarrollo científico. Algo a preservar. Y al cual recurrió el gobierno, afortunadamente, a la hora de tener información para tomar decisiones, al menos hasta ahora.

La pandemia “tumbó de un plumazo” mucho de lo planificado. Los más optimistas hablan de posibles recuperaciones a niveles por debajo de los que teníamos antes del 13 de marzo para 2022, pero en realidad hoy nadie tiene certezas sobre cuándo y cómo se podrá comenzar a transitar un camino que permita ser optimistas, ni siquiera con el surgimiento de una vacuna. Tendremos que superar los egoísmos irresponsables, como el que acaba de ejemplificar Donald Trump al lanzarse a comprar todas las existencias de un posible medicamento para un tratamiento o paliativo al coronavirus.

Los impactos de la pandemia en el turismo

La covid-19 tiene impactos más que notorios en el turismo, y cuestiona absolutamente todas las bases del negocio y el acceso al derecho a disfrutar de un tiempo libre que enriquezca nuestras vidas, como quedó plasmado en el llamado de la Organización Mundial de Turismo el 27 de setiembre de 1980 en Manila.

Se han puesto en cuestión las premisas básicas para la actividad turística: no hay movilidad, las fronteras están cerradas, hay amenaza sanitaria, cambios comportamentales, motivacionales, pérdida de poder adquisitivo de la población, confinamientos, aumento de costos operativos.

Todos son contestes en que los desplazamientos cortos, las ofertas que tengan confiabilidad sanitaria y los grupos reducidos parecen ser los primeros lineamientos que tendremos presentes a la hora de pensar en realizar viajes turísticos. Pero ¿esta demanda permite el negocio de las infraestructuras ya existentes? Todo parece indicar que no.

Incluso las recientes e incipientes “aperturas” de países de Europa para reactivar el turismo, a menos de una semana, ocasionaron “rebrotes” de la enfermedad, y por ende pasos atrás, como lo que ocurrió también en Uruguay, primero en Rivera, luego en Treinta y Tres, incluso con los “positivos” de pasajeros que vinieron desde Argentina.

Hoy la mejor promoción de posicionamiento no son los paisajes, que sin duda tenemos, sino ser confiables a la hora de dar garantías para disfrutarlos.

Así como lo sanitario se pudo apoyar en la construcción pasada, también en el turismo tenemos fortalezas. Quizás pudiéramos tomar la consultoría que realizó la Asociación Catalana para el Tiempo Libre y la Recreación para el Ministerio de Turismo como el punto de inflexión más reciente, en la década de 1990, para generar una mirada prospectiva sobre distintas propuestas, como sol y playa, ciudad y negocios, termal, histórico-cultural y turismo rural. Pero el acceso, por primera vez, a un préstamo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en la segunda mitad de la década de 2000, posibilitó la elaboración de pautas para un crecimiento sostenido, sostenible y sólido en gran parte del territorio nacional. La ampliación de la oferta, el trabajo y la gestión matricial de esta área hoy brinda posibilidades de actuación por regiones, con participación público-privada y cooperación de los tres niveles de gobierno político-administrativo. Así como la Cuenta Satélite de Turismo es un instrumento generado para ampliar la información, ojalá así lo sea la constitución de observatorios turísticos regionales o nacional, que permitan consolidar más los conocimientos para la toma de decisiones.

Esta mirada prospectiva no sólo permitió responder mejor a las demandas externas, sino que comenzó a facilitar que el turismo interno (con el turismo social como uno de sus componentes) se fuera convirtiendo en un factor contribuyente a la sostenibilidad del conjunto del sector turístico, como se verifica en la mayoría de los países del mundo.

La experiencia acumulada debería ser hoy una referencia que nos ayude a pensar un futuro que no tienen nada que ver con lo que podríamos estar visualizando antes del 13 de marzo.

La infraestructura y las capacidades humanas permitieron al país recibir más de 10.000 millones de dólares de inversiones inmobiliarias y logísticas relacionadas al turismo. Con ellas se alcanzó captar unos 2.000 millones de dólares de los visitantes, que superaron los cuatro millones anuales. Hoy toda esa cadena de valor enfrenta una situación de catástrofe sin precedentes. Y, por lo tanto, hay que dialogar para encontrar formas de apoyo. Tanto para ver caminos para sostener esas capacidades materiales y humanas como para incentivar, más allá de la promoción publicitaria, a los potenciales turistas, por el momento internos. Las medidas adoptadas cuando superamos los 100 días de confinamientos voluntarios contribuyen, pero no generan las condiciones necesarias para funcionar ni, algo vital, recuperar las fuentes de trabajo (hoy suman decenas de miles quienes se encuentran en seguro de paro), metas necesariamente unidas a los apoyos que se puedan brindar al sector.

Fondos propios del ministerio, que siempre son muy menores, así como los recursos del Fondo Covid-19 deben dirigirse, en forma dialogada, a lograr condiciones de sobrevivencia del sector lo antes posible. Para ello seguramente las capacidades propias, las de la OPP, pero también las de la academia, como se ha hecho con lo sanitario, pueden aportar sugerencias y fundamentos.

Por diversas razones, 90% de nuestros mercados enfrentan una situación más que compleja para abrir sus fronteras, lo cual nos debe llevar a una posición más que responsable a la hora de promovernos.

Mientras tanto, algunas lecciones ya aprendidas de lo que debemos hacer en este lapso: consciencia general de la población sobre el cuidarnos entre todos, y la consiguiente responsabilidad individual.

La elaboración, con el esfuerzo público y privado, de protocolos sanitarios para una parte del sector constituye un paso importante, positivo, necesario pero no suficiente al observar, con el correr de los días, lo que ocurre en el mundo. Incluso con ciertas dificultades que apareja trasladar a las intendencias la responsabilidad de los controles y/o eventuales sanciones no específicas, pues las normativas existentes antes del 13 de marzo para el funcionamiento de los emprendimientos turísticos no tienen en cuenta las nuevas realidades, ni tampoco se tiene los recursos necesarios para tal labor.

Por ello es necesario capacitar al personal de las empresas, de los organismos públicos, así como a los pobladores de todos los destinos turísticos sobre las nuevas condiciones y medidas sanitarias. Comunicar los procesos que estamos implementando para dar seguridades. Y repensar el conjunto de la oferta que vamos a ofrecer una vez que tengamos posibilidades de recibir visitantes, en función de investigaciones de motivaciones y tendencias que se van observado en nuestros comportamientos a la hora de tomar opciones de viajes (naturaleza, patrimonios, familias, náutica, cultura, etcétera). En particular, todos los aspectos vinculados con las segundas residencias, tanto de los extranjeros como de locales.

Las medidas de flexibilización para la residencia en el país, más allá de la opinión que se pueda tener sobre ellas, también deben formar parte de los análisis que el sector debe realizar para este período.

Se deben definir criterios que permitan la aplicación de fondos de rescate para el sector turismo. Analizar de qué forma el proceso de establecimiento de un Sistema Nacional de Turismo Social tiene aspectos que pueden aportar ideas para la operación del turismo interno, realizando análisis comparativos con experiencias internacionales, como las de Portugal, España, Francia, por mencionar sólo algunos ejemplos, que pueden aportarnos nuevas miradas.

En este proceso de construcción colectiva, la marca país iniciada a comienzos de siglo no es un detalle menor. Uruguay Natural hoy tiene un posicionamiento internacional (más de 1.000 empresas locales han firmado ese acuerdo de utilización), y su contenido asociado a calidad de vida tiene hoy una nueva dimensión, dada la gestión sanitaria. Sólo el ser hoy el único país latinoamericano admitido por la Unión Europea para viajes de llegada es una muestra de lo construido, que abre oportunidades enormes para ir más allá de lo que se logró en diversos ámbitos en estos años: la Celeste, el Ceibal, la trazabilidad de la carne, el cambio de matriz energética, por mencionar una mínima parte de los logros que se sumaron a las seguridades jurídicas, a la institucionalidad democrática, a la libertad de expresión, etcétera.

La gestión ordenada y previsible de la economía no es más que otra cara de una misma moneda, pero también asumamos que la realidad de la pandemia puso sobre la mesa, como indicadores prioritarios de credibilidad y reputación, la calidad de vida, la gestión para salvar vidas, desarrollar capacidades de testeos, respuestas rápidas, aplicaciones de fondos, burocracias administrativas eficientes. Esos parámetros se ubican hoy por encima de cualquier otra consideración a la hora de hablar de “países serios”. ¿Qué calificadora de riesgos, más allá de las opiniones que se puedan tener sobre ellas, puede hoy mirar los mismos indicadores a la hora de calificar las capacidades de un país?

Hoy la mejor promoción de posicionamiento no son los paisajes, que sin duda tenemos, sino ser confiables a la hora de dar garantías para disfrutarlos.

Como menciona el economista Thomas Piketty en sus trabajos sobre desigualdad económica y distribución de la renta, quizás haya llegado el momento de pensar un nuevo ordenamiento internacional, más sustentable. Pero en Uruguay hoy tenemos una oportunidad para pensarnos entre todos, no una mitad y otra mitad. Vale la pena intentarlo, por quienes vienen detrás de nosotros.

Benjamín Liberoff fue director nacional de Turismo durante el gobierno de José Mujica.