Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Es difícil en estos días prestarle atención a algo más que a las noticias vinculadas con la covid-19, y sería terrible que otros temas nos parecieran más importantes que 60 fallecimientos en un día, como sucedió ayer (en la misma jornada fueron 65 en toda Argentina). Pero mientras continúan las muertes, y preocupa la cantidad creciente de personas que fallecen antes de acceder a un CTI, la vida también sigue y hay que tenerlo presente para pensar qué puede ocurrir después de la pandemia.

El gobierno nacional no es ajeno a las tensiones creadas por este presente de crisis, que se devora las promesas preelectorales y los planes para el futuro. Parece cada vez más probable que la emergencia sanitaria se prolongue durante el año en curso, y eso le plantea problemas de importancia al presidente Luis Lacalle Pou.

La experiencia histórica indica que la primera mitad de un mandato es la más propicia para avanzar en objetivos programáticos, sobre todo cuando hay un gobierno de coalición, porque luego comienzan a manifestarse con mayor fuerza, dentro del oficialismo, tendencias a la dispersión y al perfilismo con miras a las siguientes elecciones. Es cierto que tanto esta coalición como la situación creada por la pandemia tienen características muy poco habituales, y cabe la posibilidad de que la segunda mitad de este período de gobierno sea también atípica, pero parece obvio que la coyuntura a esta altura de 2021 tiene muy poco que ver con la que estaba prevista en la agenda inicial.

Una de las promesas más emblemáticas de los partidos que ganaron el balotaje en 2019 se refería al precio de los combustibles, y en particular al del gasoil. En esa variable se condensó una visión del “país productivo” al que había que darle prioridad, aliviándolo de los costos presuntamente excesivos que le imponía el Estado para financiar políticas en otras áreas.

En la versión más simplista de esa promesa, la solución era permitir la libre importación de combustibles, que traería consigo una considerable disminución de precios. En cierta medida, fue como si se pretendiera imaginar una política nacional a partir de la experiencia de quienes van a abastecerse a un país vecino.

Luego intervino la realidad. Hoy el ministro de Industria, Energía y Minería, Omar Paganini, señala que la desmonopolización en el área de importación de combustibles “está descartada de plano” para este período de gobierno. En realidad, esto no se debe a la emergencia sanitaria, sino al simple hecho previo de que, cuando los integrantes de la “coalición multicolor” comenzaron a discutir la cuestión, las intenciones del Partido Nacional no lograron apoyo, y se optó por establecer un nuevo procedimiento para fijar precios cada dos meses, que aún no comenzó a aplicarse y que no se sabe qué resultados dará.

No parece probable que en el corto plazo haya una rebaja significativa de los combustibles, y la reciente decisión de no aumentar el precio del gasoil fue política y a pérdida, un subsidio a modo de consuelo. Dice Paganini que “hoy estamos en una situación distinta de la que estuvimos hace dos años cuando fue la campaña electoral”.

Hasta mañana.