Ante la Comisión de Salud Pública del Senado, representantes del Centro de Investigación para la Epidemia de Tabaquismo y de la Sociedad Uruguaya de Tabacología cuestionaron el Decreto 87/021, promulgado por el gobierno el 3 de marzo de este año, que habilita la comercialización de dispositivos electrónicos, como vaporizadores, para calentar tabaco.

Laura Llambí, coordinadora de la Unidad de Tabaquismo del Hospital de Clínicas y delegada de la Facultad de Medicina en la Comisión Interinstitucional Asesora para el Control de Tabaco, dijo a los senadores que no se conoce “cuál es la validación científica que puedan tener estos dispositivos” como para habilitarlos, y para “justificar que se los excluya de la prohibición previa y se habilite su importación, su comercialización y su venta en nuestro país”. Según consta en la versión taquigráfica, además se quejó de que en “ningún momento se pidió asesoramiento técnico” a los grupos que integra, así como tampoco al Programa Nacional para el Control del Tabaco, la Dirección General de Salud ni al Ministerio de Salud Pública.

Para la especialista, el “mayor nivel” de protección a la salud era el que se tenía previo al decreto firmado por el presidente Luis Lacalle Pou, que era la prohibición de la comercialización e importación de estos dispositivos. Si bien hay muchos modelos y cada país puede “ser soberano en cómo actúa” en cuanto al control de tabaco, dijo que en Uruguay “estábamos en un nivel de protección frente al cual retrocedimos”.

“No estábamos en un nivel en el que fuéramos a regular hacia arriba, y quedamos en ese nivel, sino que estábamos en un nivel de protección superior, que era uno de los que el convenio marco tomaba como recomendación prínceps de esos documentos, y hemos retrocedido”, sostuvo.

Ahora, no obstante, indicó que se ha bajado el “nivel de protección a la salud” haciendo que “estos dispositivos entraran al mercado, con la concomitante atracción que causa en jóvenes y en jóvenes no fumadores, con el descenso importantísimo que habíamos logrado en esa población en el consumo de tabaco”.

Llambí señaló que los conocimientos científicos sobre estos dispositivos son “bastante recientes”. En ese sentido, dijo que hay “muchos datos” que proceden de estudios de investigación de “la propia industria tabacalera”, mientras que otros provienen de la investigación independiente. Para la especialista, los dispositivos que “proceden de la industria tabacalera pertenecen a ella” y los más comercializados a nivel mundial “pertenecen a Philip Morris International, a British American Tobacco o a la tabacalera japonesa”.

Es decir, para Llambí, son parte del esquema de negocios de la industria. “Si bien lo que se sabe es que algunas de las emanaciones de estos productos contienen menor cantidad de algunos tóxicos, tienen mayor cantidad de otros”, añadió. En esa misma línea, dijo que en el aerosol que contienen los cigarrillos eléctricos se ha detectado una cantidad de sustancias, muchas de las cuales son tóxicas para la salud humana y muchas que son cancerígenas.

“También hay muchas encontradas en el humo de tabaco; algunas de ellas es cierto que están en menor concentración y otras, de las cuales incluso se desconoce el efecto para la salud humana, están en concentraciones más altas”, advirtió.

Por su parte, Beatriz Goja, médica internista y neumóloga, expresidenta de la Sociedad de Tabacología, sostuvo que “hay trabajos científicos que demuestran que fumar es un factor de riesgo que aumenta la posibilidad de enfermedad y su gravedad; incluso aumenta la posibilidad de ingresos al CTI y de muertes en los pacientes fumadores”.

Estos cigarrillos electrónicos “no están pensados” para sustituir el consumo de tabaco o para dejar de fumar, agregó Llambí. En los países en los que han tenido “más penetración” en el mercado, explicó la académica, se observa una “concomitancia del uso de cigarrillos con estos llamados productos de tabaco calentado, que llega a una enorme mayoría de personas”.

En los países asiáticos, por ejemplo, supera el 90%. Incluso, en algunos países europeos donde ya hay más estudios a nivel poblacional de lo que sucede con estos productos, como en Reino Unido y en Italia, “se ve que muchos jóvenes que no estaban primariamente atraídos por el tabaco, o sea que no eran fumadores ni adictos a la nicotina, comienzan a utilizar este dispositivo y luego a fumar”.

Por lo tanto, científicamente, según Llambí, “hay varios manuscritos que sostienen que estos dispositivos, con ese carácter limpio, de diseño, altamente tecnológico y moderno, serían una nueva puerta de entrada al consumo de tabaco”.