Cuando se anunció el debate de ayer entre Óscar Andrade y Guido Manini Ríos acerca del referéndum sobre 135 artículos de la ley de urgente consideración (LUC), muchas personas previeron un intercambio agresivo, o al menos muy picante, por las distancias ideológicas entre ambos. Lo que ocurrió fue bastante distinto.

El resultado de la consulta popular depende de una franja de la ciudadanía aún indecisa y poco informada. Teniendo esto en cuenta, Manini y Andrade moderaron bastante sus estilos habituales, y esto afectó los puntos fuertes de los dos en términos de comunicación, aunque se haya confirmado que las dotes oratorias del frenteamplista son bastante mayores. Además, ambos fueron perjudicados por los pequeños atriles bajos, que los dejaban muy expuestos y con dificultades para manejar papeles o tomar apuntes.

Se comportaron como si estuvieran simplemente compartiendo, por turnos, una transmisión con gran audiencia, en la que emitieron mensajes de reafirmación para quienes ya definieron su voto, pero ante todo trataron de dirigirse a quienes no lo han hecho.

Para lograr el convencimiento o por lo menos la simpatía de esas personas (lo cual, de paso, contribuye a sus acumulaciones personales), dejaron de lado las referencias recíprocas más duras que podrían haberse producido en otro contexto. Por ejemplo, Manini no habló en ningún momento del comunismo, ni Andrade del terrorismo de Estado, y en general hubo escasa interacción entre ambos.

El conductor de Cabildo Abierto (CA) sí mantuvo una línea de cuestionamiento a los gobiernos del Frente Amplio (FA) bastante más allá de los artículos en debate, mientras que las críticas de su contendiente al actual gobierno nacional estuvieron, casi siempre, referidas a los artículos en pugna. Pero esto corresponde a las estrategias ya conocidas de las campañas.

El oficialismo sostiene que el No es necesario para evitar un retroceso, y afirma que se intenta impedirle que gobierne. Le conviene recrear la polarización de las elecciones de 2019, que volcó en su favor a personas poco politizadas. Del otro lado se niega que la cuestión sea pronunciarse sobre el gobierno nacional en su conjunto (aunque se sepa que esta es la motivación principal entre quienes están alineados desde el comienzo con el Sí), y se enfatiza la crítica a los artículos impugnados, para ganar el voto de gente que optó por Luis Lacalle Pou en el balotaje.

Se puede hilar un poco más fino y señalar que Manini se apartó de la línea de argumentación de sus socios en el oficialismo para marcar el perfil propio de CA (y al final mencionó expresamente al partido que lidera). Por ejemplo, defendió más los artículos de la LUC sobre seguridad que la gestión del actual gobierno en la materia, con la que mantiene discrepancias; y se presentó como defensor de las pequeñas empresas, alegando que el FA gobernó en función de las grandes, con una línea de argumentación muy distinta de la que exalta el papel de los “malla oro”.

En todo caso, está por verse cuánto incidió todo esto sobre los indecisos, pero parece probable que no mucho. De todos modos, un debate algo desabrido es mucho mejor que la ausencia de debate.