El ecosistema que ocupa la gran parte del Uruguay es el pastizal natural. No es algo reciente. Nuestro país supo tener hasta un 80% de lo que hoy es su superficie cubierta por pastizales que nadie sembró. Lo valoró Hernandarias cuando se le ocurrió liberar allí unos cientos de cabezas de ganado que luego, ante la falta de metales preciosos, generarían con el negocio de la venta del cuero –y en menor medida de la carne– las primeras exportaciones de valor para esta colonia. Ya lo valoraban antes que Hernandarias enormes cantidades de venados de campo, única especie de este tipo de animales que vive completamente en espacios abiertos sin necesidad de usar los bosques.

Hoy los venados de campo están restringidos a dos pequeñas zonas de nuestro país, los pastizales de Arerunguá, en Salto, y la Sierra de los Ajos, en Rocha. Al pastizal le fue un poco mejor. Sin embargo, tanto aquí como en el resto del mundo, los pastizales son de los ecosistemas más amenazados porque, además de ser convertidos en zonas de cultivo, forestación y demás, carecen de todo tipo de protección legal, no son blancos de políticas de conservación y, para colmo, no son demasiado valorados por las sociedades ni por los movimientos ambientalistas. Así como los osos panda y otros mamíferos carismáticos –tigres, ballenas, etcétera– se llevan toda la atención a la hora de conservar seres del reino animal, a la hora de conservar formas de vida vegetales los árboles se roban todos los aplausos.

Ya no es que el árbol no nos deje ver el bosque, sino que son el árbol y el bosque los que parecen no estar dejándonos ver el pastizal. Dado que la deforestación escandaliza a cualquier persona bien intencionada en cualquier rincón del planeta, aquí acuñamos el término despastizalización para así al menos tener una palabra que exprese el drama que atraviesa nuestro país. Y ahora, con el lanzamiento de la plataforma MapBiomas Uruguay, se dieron a conocer más datos de cuánto y cómo nos venimos despastizalizando. Vayamos a eso.

Un mapa local

MapBiomas nació en 2015 en Brasil para desarrollar mapas de cobertura del suelo de sus diversos biomas del gigante norteño mediante imágenes satelitales del sistema Landstat. Pero como los biomas no se contentan con restringirse a las fronteras nacionales, pronto MapBiomas comenzó a mirar también la cobertura de suelos en países vecinos. Eso llevó a realizar trabajos sobre el bioma Pastizales del Río de la Plata, que se extiende por el sur de Brasil, todo Uruguay y parte de Argentina y forma parte del aún mayor Bioma Pampa.

Investigadores de nuestro país llevan años trabajando en el proyecto MapBiomas y gracias a la primera colección –se le llama colección al conjunto curado de datos sobre un período– del bioma Pampa supimos que entre 2001 y 2018 Uruguay había perdido 10% de sus pastizales. No estaba solo en su caída: en toda la región se produjo una pérdida de 2,4 millones de hectáreas de pastizales durante ese período, lo que implicaba una merma de 9% del área regional ocupada por pastizales naturales.

El sitio y plataforma MapBiomas Uruguay, lanzada ayer, es “una iniciativa que involucra a una red colaborativa de expertos” de las facultades de Agronomía y de Ciencias de la Universidad de la República, del Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria (INIA) y del Ministerio de Ambiente. En el sitio podrá accederse a la información, mapas, métodos, códigos y demás información de la colección 1 de MapBiomas Uruguay, que abarca las distintas coberturas de suelo de nuestro país entre 1985 y 2022. Se trata de valiosa información que permite conocer la dinámica de los usos y coberturas del suelo en una serie larga de tiempo, ya que abarca 38 años.

“El lanzamiento de MapBiomas Uruguay tiene el objetivo de proveer al usuario de datos exclusivos de Uruguay, o sea, que no se mezclen con los otros datos de todo el Bioma Pampa”, explica Santiago Baeza, miembro de MapBiomas Uruguay e investigador del Departamento de Sistemas Ambientales de la Facultad de Agronomía. “Se trata de un sitio y una plataforma propia para visualización y descarga de datos de uso y cobertura de suelo de nuestro país”, agrega. Los datos que figuran en MapBiomas Uruguay corresponden a la colección 3 del MapBiomas Pampa. “Cuando hablamos en 2022 habíamos hecho la colección 1 de MapBioma Pampa, abarcando el período 2001-2018. En la colección 2 analizamos qué había pasado con la cobertura de suelo entre 1985 y 2001, y en la colección 3 observamos lo que sucedió entre 1985 y 2022 para todo el Bioma Pampa. MapBiomas Uruguay es un recorte territorial de esos datos”, explica Santiago.

Con motivo de este lanzamiento, tanto Santiago como Federico Gallego, del Instituto de Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias, como María Vallejos, del INIA, consideraron oportuno remarcar algunos resultados sobre nuestros pastizales en estos 38 años que van desde 1985 a 2022.

Pérdida de pastizal 1985-2022. Mapa de MapBiomas Uruguay.

Pérdida de pastizal 1985-2022. Mapa de MapBiomas Uruguay.

Despastizándonos

“Uruguay perdió 2,5 millones de hectáreas de pastizales naturales entre 1985 y 2022”, destacan los tres investigadores en un comunicado. En porcentaje, el análisis de las imágenes satelitales permite decir que en 38 años nuestro país perdió 20% de sus pastizales naturales.

En ese mismo lapso, “el área destinada a silvicultura (plantaciones de especies exóticas) en el país creció 750% respecto al inicio del período estudiado”. La forestación entonces pasó de ocupar 143.000 hectáreas en 1985 a abarcar 1,2 millones de hectáreas en 2022. Por su parte, “la agricultura y las pasturas implantadas aumentaron 41,6% respecto al inicio del período estudiado”, lo que implica una expansión de 1,3 millones de hectáreas (pasó de ocupar 3,2 millones de hectáreas en 1985 a 4,5 millones de hectáreas en 2022). Por eso los tres expertos señalan que en nuestro país “la vegetación nativa se encuentra amenazada por el avance de la agricultura, pasturas implantadas y plantaciones forestales”.

“Los cambios ocurridos en las últimas cuatro décadas llevaron a que hoy día aproximadamente un tercio de la superficie total del país (32,2%) fuera ocupada por agricultura, pasturas implantadas o plantaciones forestales”, sintetizan. ¿Y el pastizal? “La vegetación de pastizales naturales cayó de 12,3 millones de hectáreas en 1985 a 9,7 millones de hectáreas en 2022”, señalan, lo que totaliza la pérdida neta de 2,5 millones de hectáreas de pastizales naturales ya mencionada.

Los investigadores a su vez recalcan, una vez más, que el Bioma Pampa Sudamericano “es uno de los biomas menos protegidos y más amenazados del continente, precisamente por los altos índices de transformación en la cobertura y uso del suelo y los bajos niveles de conservación de sus ecosistemas naturales”. Ese Bioma ocupa 108,9 millones de hectáreas de Brasil, Argentina y Uruguay, de las que 16% se encuentran en nuestro país, totalizando 17,8 millones de hectáreas.

“Si bien Uruguay aún conserva más de la mitad de su superficie con pastizales naturales (55,5%)”, los investigadores destacan que desde 1985 hemos perdido el 20% de su superficie. “Esta reducción en la cobertura natural tiene consecuencias graves para la biodiversidad y los servicios ecosistémicos, además de comprometer el potencial regional para producir carne de manera sostenible a gran escala, en base a la vegetación de pastizales típica del bioma”, remarcan.

¿Qué hacemos con estos datos?

En la colección 1 del MapBiomas Papma, que analizaba lo que había sucedido aquí entre 2001 y 2018, se informaba que se había perdido un 10% del pastizal que teníamos. Dos colecciones después se amplió la mirada, y vemos que desde 1985 a 2022 la pérdida de pastizales fue del 20%. Uno pensaría que podría haberse producido una aceleración en la pérdida de pastizal por el boom de la soja y la forestación, pero sin embargo más o menos en lapsos similares hubo una pérdida similar.

“Aún no hemos hecho el análisis fino de si ha habido una aceleración o no en distintos períodos de este lapso 1985-2022”, señala Santiago. “Lo que hay es un conjunto de datos que va a permitir contestar esa y muchas otras preguntas con un poco más de fineza, porque tenemos una ventana temporal más larga. Ahora tenemos 38 años de datos mientras que antes teníamos 18”, agrega.

“Lo que sí vemos en los datos, y se nota al mirar las curvas, es un estancamiento de la agricultura en los últimos siete u ocho años. Hay un boom agrícola posterior al 2000, que se nota claramente, y que se enlentece sobre 2014 y 2015, estabilizándose de cierta forma el área agrícola”, agrega. Con la forestación la cosa es distinta.

“Lo que sí sigue con viento en la camiseta es el avance de las plantaciones forestales, que se ve claramente a partir de la aprobación de la Ley Forestal a principios de la década de 1990 y que desde entonces nunca paró, y sigue creciendo en tres grandes polos forestales que se notan perfecto en los mapas”, señala Santiago. “El avance de las plantaciones forestales claramente no tuvo un enlentecimiento, mientras que en el área agrícola a partir de 2015, si bien sigue avanzando, podemos decir que lo hace más lentamente”, sostiene.

En estos momentos en el Parlamento hay una ley que pretende, de cierta manera, proteger el pastizal. En ese sentido, el lanzamiento de esta plataforma y de la primera Colección MapBiomas Uruguay es una herramienta valiosa que pone a disposición datos de calidad que podrían permitir la toma de decisiones basadas en evidencia.

“Ese es un poco el objetivo de la generación de datos en general”, señala Santiago. Yendo a lo particular, sostiene que “el poder tomar decisiones con mejor información es el objetivo de generar buenas descripciones de uso y cobertura del suelo y tener una película larga como esta”.

“La ley no es un objetivo per se del proyecto MapBiomas, pero sin duda es un deseo que esos datos se usen en la mayor cantidad de aspectos posibles”, finaliza Santiago.

Los datos están a partir de ayer. La despastizalización avanza y se sostiene en el tiempo. Está cuantificada, sabemos en dónde y a costa de qué. Como otros trabajos que analizaron la fragmentación de los pastizales, MapBiomas Uruguay y nuestra comunidad científica muestran venir cumpliendo con la generación de información veraz y su correspondiente análisis. Ahora está en nosotros, y en nuestros representantes, dejar de mirar tanto el bosque y empezar a cuidar el pasto natural (eso sí, sin descuidar al bosque nativo).