Hoy es 16 de octubre. Faltan 11 días para las elecciones nacionales.

La campaña electoral ha sido bastante chata y, ya con escasas esperanzas de que se llene de contenidos y debates con alto nivel, sólo cabe desear que en sus últimos días no se le agregue el condimento indigesto de las operaciones difamatorias.

Hasta el momento, quien recibió una notoria acusación falsa, con denuncia formal en Fiscalía, fue el frenteamplista Yamandú Orsi, cuando Romina Papasso y Paula Díaz afirmaron en marzo que el entonces precandidato había golpeado a la segunda diez años antes. Luego ambas reconocieron que habían mentido, y Papasso llegó a decir que lo habían hecho con intención de causarle un perjuicio político a Orsi, pero luego no declaró lo mismo ante la Justicia ni se halló evidencia de que hubiera una operación de campaña.

De todos modos, es un hecho que las noticias falsificadas con intención política son un riesgo cierto y muy extendido en el mundo. En Uruguay circulan desde hace años en redes sociales, se utilizaron durante la campaña de 2019 y pocas dudas caben de que no se ha tratado siempre de iniciativas individuales. Lo que preocupa a esta altura no es que aparezcan, porque ya aparecieron, sino que incidan en gran escala.

En este contexto, cuando un candidato queda bajo sospecha de hacer “campaña sucia”, uno de sus recursos posibles es afirmar que sus adversarios también la hacen. Después viene, lamentablemente, lo de que “son todos iguales”.

El colorado Andrés Ojeda, cuestionado porque se prestó a aparecer en el simulacro de debate con un Orsi artificial que montó el programa Santo y seña, denunció ayer que el candidato frenteamplista, en un “acto de cobardía”, estaba “gastando miles de dólares” en la difusión de “fake news” mediante Youtube, entre otras cosas con el señalamiento de una presunta “novia” de Ojeda como cazadora de leopardos. No hay evidencia de que Orsi sea responsable de esto, pero quienes lo hicieron han difundido antes contenidos a favor del Frente Amplio.

A su vez, el comando de campaña de Orsi, acusado por Ojeda, le dio difusión y trascendencia a un incidente ocurrido el lunes en Pando, cuando un periodista y empresario español, de posiciones ultraderechistas y antecedentes escandalosos, le hizo algunas preguntas agresivas al candidato, atribuyéndole reuniones frecuentes con Cristina Fernández e intenciones de “importar el kirchnerismo” a Uruguay.

¿Qué utilidad podrían tener las operaciones denunciadas? No parece que Ojeda dependa, para llegar al balotaje, de una parte de la ciudadanía muy interesada en el bienestar animal, que esté dispuesta a votarlo por su intención declarada de adoptar a un perro y le vaya a quitar su apoyo si ve en internet que tiene una novia depredadora.

A su vez, caben serias dudas de que la votación por Orsi vaya a verse afectada por lo que haga en Pando un español al que aquí muy poca gente conoce. En consecuencia, tampoco luce verosímil que una eventual campaña sucia contra el candidato frenteamplista apueste a jugar esa carta de muy discutible valor.

Ensuciar la campaña siempre es grave. Ensuciarla y ensuciarlo todo a cambio de nada sería, además, de una torpeza e irresponsabilidad inauditas.

Hasta mañana.