Hoy es 31 de octubre. Faltan 23 días para el balotaje.

En la campaña hacia la segunda vuelta del 24 de noviembre, los principales objetivos de los partidos Nacional, Colorado, Cabildo Abierto, Independiente y Constitucional Ambientalista son que todos sus votantes del domingo pasado apoyen a la fórmula Álvaro Delgado-Valeria Ripoll, y que la mayor cantidad posible de personas que no votaron a esos cinco partidos le nieguen su respaldo a la fórmula Yamandú Orsi-Carolina Cosse.

Mucho más difícil les será lograr que los votantes de Orsi-Cosse se vuelquen hacia Delgado-Ripoll, porque el Frente Amplio (FA) tiene una identidad consolidada y hasta ahora siempre aumentó su caudal cuando se realizaron balotajes. Por la misma razón, los principales esfuerzos frenteamplistas no apuntarán a mantener sus votantes sino a incrementarlos. La cuestión es de dónde pueden llegarle apoyos nuevos, o más bien en qué áreas le conviene concentrarse porque son las más promisorias.

Lo menos probable, obviamente, es que las personas que votaron la fórmula nacionalista el 27 de este mes no lo hagan en la segunda vuelta. Con votantes de los demás partidos oficialistas puede haber resultados relativamente mejores. Todo indica que los del colorado Andrés Ojeda incluyeron a una cantidad considerable de personas de convicciones políticas no muy arraigadas, y pueden incidir en cierta medida diferencias ideológicas con la mayoría del Partido Nacional, que también existen entre quienes apoyaron el domingo pasado a Guido Manini Ríos y a Pablo Mieres.

En el electorado de los partidos que obtuvieron menos de 10.000 votos (Unidad Popular-Frente de Trabajadores, Ecologista Radical Intransigente, Por los Cambios Necesarios y Avanzar Republicano) hay, sin duda, una proporción importante de personas politizadas que se ubican más cerca del FA que del actual oficialismo, aunque el total de ese electorado es un número pequeño.

Además de la gente que no votó, entre la que es posible lograr apoyos, hay una gran cantidad de personas que no respaldaron a ningún partido: las que votaron anulado, pusieron en la urna el tradicional sobre vacío del voto en blanco, o incluyeron solamente papeletas por el Sí a reformas constitucionales (probablemente, en su gran mayoría las blancas del plebiscito sobre seguridad social). Este conjunto es sumamente diverso e incluye a una parte de la ciudadanía muy instalada en la ajenidad o el rechazo al sistema partidario, que será difícil de convencer. Veamos lo que pasó en las elecciones de 2019.

En aquella ocasión, un despliegue muy potente de la militancia del FA logró que la votación a la fórmula Daniel Martínez-Graciela Villar sumara casi 203.000 votos de octubre a noviembre y quedara en la segunda vuelta sólo unos 37.000 por debajo de la fórmula Luis Lacalle Pou-Beatriz Argimón, pero hay que ver de dónde provino esta notable recuperación. En la primera vuelta de 2019 hubo casi 43.600 votos en blanco y poco más de 44.800 anulados; en la segunda, la cantidad de votos en blanco bajó a poco más de 38.000, pero la cantidad de anulados aumentó a casi 53.600. La suma de ambos fue casi 88.400 en octubre y poco más de 91.600 en noviembre, o sea que en vez de disminuir, creció.

Hasta mañana.