Hoy es 11 de octubre. Faltan 16 días para las elecciones nacionales.

Es probable que Julio María Sanguinetti tenga dificultades para sintonizar con el estilo de campaña de Andrés Ojeda, pero de todos modos lo elogia. Quizá quienes creen en la astrología supongan que ambos dirigentes colorados tienen características en común, porque Sanguinetti nació un 6 de enero y Ojeda un 5 del mismo mes, pero son de dos épocas muy distintas.

Sanguinetti nació en 1936, el año de la guerra civil española, cuando en Uruguay gobernaba Gabriel Terra, y votó por primera vez en 1954, cuando el Partido Colorado (PC) ganó con Luis Batlle Berres a la cabeza, prolongando su predominio de décadas. Ojeda nació poco antes de que Michael Jackson lanzara la canción “Thriller” en 1984, el año en que Sanguinetti ganó la presidencia por primera vez, y empezó a votar en 2004, cuando el PC tocó fondo electoral y la victoria de Tabaré Vázquez dio inicio a tres lustros de gobierno nacional frenteamplista.

El expresidente, entrevistado en el programa Desayunos informales, de Teledoce, le atribuyó a Ojeda capacidad de liderazgo y de generar en el PC “lo más importante, clima, alegría”, pero consideró pertinente ponerle paños fríos al optimismo de su campaña. Opinó que considera “muy difícil” que supere al candidato del Partido Nacional (PN), Álvaro Delgado, y vaya a un balotaje con el frenteamplista Yamandú Orsi.

Sólo se puede especular sobre los motivos de esa afirmación, pero Sanguinetti dijo otra cosa que merece atención y comentarios. Afirmó que “Uruguay llegó a un nuevo bipartidismo” y que “muy probablemente” esa configuración se formalice en el futuro con dos grandes lemas.

En su opinión, esto sería conveniente “hasta por razones electorales”, para obtener mejores resultados en la adjudicación de las bancas. Lo llamativo es que Sanguinetti haya omitido que, en esta etapa de alianza con lemas distintos, los integrantes de la coalición “multicolor” o “republicana” se ven muy beneficiados desde el punto de vista electoral, porque logran eludir la restricción de la candidatura única a la presidencia, impuesta por la reforma constitucional de 1996, que el propio Sanguinetti negoció durante su segunda presidencia.

Hasta que se aprobó aquella reforma, los partidos podían presentar cualquier cantidad de candidaturas presidenciales, y el hecho de que tuvieran orientaciones muy distintas era su gran negocio de acumulación electoral.

En 1971, por ejemplo, quienes querían que llegara a la presidencia el nacionalista Wilson Ferreira Aldunate, con propuestas de reforma relativamente progresistas, sumaron votos con quienes querían un gobierno del general derechista Mario Aguerrondo. En el PC, el apoyo a la fórmula que integraban Amílcar Vasconcellos y Manuel Flores Mora, opositores al golpismo en ciernes, fue decisivo para que ganara Juan María Bordaberry.

El Frente Amplio presentó una sola fórmula presidencial desde su fundación en 1971, y en la negociación de 1996 logró que aceptaran hacer lo mismo colorados y nacionalistas, a cambio de que se estableciera el balotaje. Ahora el PC y el PN, junto con Cabildo Abierto y el Partido Independiente, vuelven de hecho a las candidaturas múltiples, con las ventajas de antes.

Hasta el lunes.